- 1R 17, 1-6. Elías sirve al Señor, Dios de Israel.
- Sal 120. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
- Mt 5, 1-12. Bienaventurados los pobres en el espíritu.
Comenzamos un nuevo ciclo de lecturas, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
En la primera lectura contemplamos el inicio del ciclo del profeta Elías, el hombre de Dios que sufrirá todo tipo de persecuciones por permanecer fiel e invitar a la fidelidad. Dios lo elige para que vaya mueva a su Pueblo y al rey a la conversión, puesto que se había dejado embaucar por falsos dioses al contraer matrimonio con una mujer que no era originaria del Pueblo elegido contraviniendo así la voluntad de Dios.
Hoy vemos como todo inicia con Elías que cierra el cielo para que no caiga la lluvia, haciendo ver la falsedad de “baal” como dios de la lluvia, el profeta está mostrando con este signo como su autoridad no viene de sí mismo, sino de uno que es más grande, viene de Dios, además con los auxilios divinos que experimenta vemos como el Señor no desampara a los suyos. Los malos sufren a causa del mal que realizan, cada quien sufre las consecuencias de sus actos, ya que cerrándose a la voluntad de Dios no sólo le rechaza a Él sino la bendición que viene de Él. Mientras que el justo, el que busca ser fiel a Dios no obstante las contrariedades del mundo nunca queda abandonado, aunque al mundo pueda parecerle así, Elías sufre ciertamente, pero tiene una seguridad, que Dios cuida de Él, el profeta está escondido en Dios porque se ha abandonado confiadamente en su voluntad.
«El beato Elías es tipo del Salvador y Señor. Así como Elías sufrió la persecución por parte de los judíos, el verdadero Elías, nuestro Señor, fue rechazado y condenado por los mismos judíos. Elías dejó a su gente y Cristo dejó la sinagoga. Elías marchó al desierto y Cristo vino al mundo. Elías era alimentado en el desierto por medio de los cuervos, y Cristo es confortado en el desierto de este mundo por la fe de los gentiles. Aquellos cuervos que servían al beato Elías por orden del Señor eran figura del pueblo de los gentiles. Por eso se dice de la Iglesia de los gentiles: “soy negra pero hermosa, hijas de Jerusalén”. ¿Por qué negra y hermosa? Negra por la naturaleza, hermosa por la gracia. ¿Por qué negra? “Porque fui concebida en iniquidad y en pecado me concibió mi madre”. ¿Por qué hermosa? “Rocíame Señor con el hisopo y quedaré limpio, lávame y quedaré más blanco que la nieve…”»
San Agustín, Sermones 40,1
En el Evangelio que escuchamos hoy hemos comenzado la meditación continua del Sermón de la Montaña.
Éste es el primero de los cinco grandes discursos que nos presenta el Evangelio de san Mateo, de hecho podríamos llamarlo el discurso programático de Jesús, ya que en él encontramos de alguna manera contenido el itinerario de vida en Cristo, por eso algunos la llaman la carta magna del cristianismo, aquí el Señor se nos presenta como un maestro pues nos enseña cómo hemos de vivir.
Toda la vida del cristiano es un constante ir de regreso a la casa del Padre, es un peregrinaje rumbo a la tierra prometida, así como a los Israelitas se les dieron los diez mandamientos como una serie indicaciones para atravesar el desierto y vivir en la libertad que Dios les había otorgado al sacarlos de la esclavitud en Egipto. Así al cristiano que habiéndose puesto en marcha entrando en la conversión, se le dan estas indicaciones que le permitirán no sólo conservar sino crecer en la nueva vida de Hijo de Dios que está en camino de regreso a la casa del Padre.
La vida moral del cristiano, su modo de comportarse en este mundo, sólo tiene sentido en razón del fin al cual se dirige, salimos de las manos de Dios al ser creados, volvemos al seno de su amor como hijos al ser redimidos por la sangre de Cristo.
Si recordamos como termina el Evangelio de san Mateo en el capítulo 28 encontraremos que Jesús dice «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.» (Mt 28, 20) Pues en estos días estamos por recordar con la gracia del Espíritu Santo aquello que nos ha mandado.
Tanto al inicio como al final del Sermón de la Montaña vemos presente a la «muchedumbre» que seguía a Jesús, aunque serán sus discípulos quienes se acercan de un modo especial, en el hecho de que san Mateo tenga presente a todos los que iban detrás de Él se nos enseña que la palabra que Cristo enseñará será dirigida a todos. El itinerario de santidad de vida está dirigido a todos los hombres.
Jesús subió al monte como Moisés cuando sube al Sinaí, se presenta así como el nuevo Moisés dicen algunos, pero debemos precisar que desde el Monte no habló Moisés sino Dios, y aquí quien habla es Jesús, el que habla siempre es Dios, que se comunica a los hombres.
Dice la Escritura que Jesús se sentó, la cual es la postura del que enseña, es aquella posición en reposo que muestra que su autoridad está firme.
Cada Bienaventuranza que escuchamos tiene tres partes, primero la proclamación de un estado humano, el ser feliz (eso quiere decir la palabra «bienaventurado»), la segunda es la característica del comportamiento de los hombres a los que se hace referencia, la tercera es el premio del que Dios les hace gozar ya o que gozarán en el futuro. Sabemos también que Jesús pronunció otras bienaventuranzas en el evangelio por ejemplo cuando Pedro confiesa el origen divino de Jesús, Él le responde «Bienventurado tu, hijo de Juan, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre…»
La palabra «macarioi» que se traduce por bienaventurado expresaba en el griego de la época la felicidad suprema propia del mundo divino, también se utilizaba para designar a los héroes de la antigüedad, más que un contentarse que quiere dar a entender una cosa interna al hombre, quiere transmitir la ide ade exultancia, una alegría que prorrumpe hacia fuera. La felicidad no viene del hecho de que las cosas ocurran sin problema en el presente, de que vayan bien diríamos humanamente hablando, sino que viene de aquello que se espera, se trata de un gozo real fundamentado en Dios, pues Él es el que dará la felicidad.
Dicen algunos teólogos como el P. Antonio Royo Marín que las Bienaventuranzas “Señalan el punto culminante y el coronamiento deifnitivo -acá en la tierra – de toda la vida cristiana…son actos…(que) proceden de las virtudes y de los dones del Espíritu Santo. Pero son actos tan perfectos, que hay que atribuirlos a los dones más que a las virtudes. En virtud de las recompensas inefables que las acompañan, son ya en esta vida como un anticipo de la bienaventuranza eterna” (Teología de la perfección cristiana p. 180)
“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt 5, 3). La pobreza de espíritu, puede indicar dos cosas, tanto el desapego a las riquezas o como el menosprecio de honores aniquilando el espíritu soberbio, en ambos casos es un vaciarse de sí mismo para llenarse de Dios, es uno uno que se sabe necesitado, y eso lo hace apto para recibir el Reino, para poseer el poder real de Dios, pues Él está de su parte,
“Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados” (Mt 5, 5) la palabra que se traduce por llanto quiere dar a entender la tristeza o aflicción que se experimenta cuando alguien hace luto por otro, la situación de pecado propia o ajena le hace entrar en el luto por la muerte del alma, así el hombre justo llora sus pecados pasados pues descubre cuan mal ha estimado las cosas, cuan erróneamente ha servido a las criaturas en lugar de servir al Creador, lo cual yo lleva a volverse al camino del Señor, poniéndolo a Él por primero, con los ojos lavados por las lágrimas ahora es capaz de ver al hermano que pasa necesidad y no ser indiferente ante su sufrimiento y se hace capaz de llorar con él y por él, y lanzarse a su auxilio para encaminarlo a Dios.
“Bienaventurados los mansos porque poseerán la tierra” el hombre manso es feliz porque ha sabido dominarse a sí mismo por la gracia de Dios, vence la ira y la indignación diría santo Tomás de Aquino, y por ellos es capaz de gozar la tierra prometida, aquella tierra donde ya no se combate sino que se goza de la paz eterna donde se entra en el descanso del Señor, donde hay una armonía perenne.
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados”, recordemos justicia era entendida por los antiguos como el hecho de entrar en la voluntad de Dios, justo es aquel que cuida en todo momento de secundarla, sea en su relación con el Señor como en su relación con el prójimo, este caso se trata de las almas que tienen un deseo insaciable de hacer y de sufrir grandes con tal que Dios sea amado, conocido y servido. Sus anhelos serán colmados puesto que este es el fin de todo el Universo dar gloria a Dios.
“Bienaventurados los misericordiosos porque alcanzarán misericordia” (Mt 5, 7) En esta bienaventuranza concurren tres elementos, el involucrarse incluso de modo afectivo (compasión) en la ayuda eficaz a uno que se encuentra una situación de debilidad. La misericordia recordemos estriba no sólo en la tristeza por la ausencia de una perfección o un bien debido, sea propio o ajeno, sino que también busca ponerse en camino para satisfacer esa necesidad. Jesucristo prometió la recompensa de esto también en el capítulo 25, “cuando lo hicisteis con uno de estos más pequeños, conmigo lo hicisteis”
“Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8). Se dice que hay dos clases de limpieza: aquella por la cual se expelen todos los pecados y afectos desordenados de nuestro interior, lo cual se realiza a través del ejercicio de las virtudes y la acción de los dones del Espíritu Santo; y aquella que se realiza al depurar la mente de la memoria de las cosas pecaminosas del pasado y de los errores contra la fe. En cuanto a la visión de Dios se puede entender de dos maneras: “una perfecta, por la que se ve la misma esencia de Dios, y ésta es propia del cielo; y otra imperfecta, que es propia del don de entendimiento, por la que, aunque no veamos qué cosa sea Dios, vemos qué cosa no es y tanto más perfectamente conocemos a Dios en esta vida cuanto mejor entendemos que excede todo cuanto el entendimiento puede comprender” (Teología de la perfección cristiana, p.485). La pureza del corazón previene del fariseísmo pues implica al hombre incluso en su dimensión interna, en la pureza de intención, si Dios es su motivación en todo lo que hace, es y siente, su sola presencia será su saciedad, el puro de corazón, busca ver a Dios en todo y todo a la luz de Dios.
“Bienaventurados los pacíficos porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5, 9) es famosa la definición de san Agustín de que la paz es la “tranquilidad en el orden”, el hombre pacífico o que busca la paz, busca vivir y hacer vivir el recto orden respecto a Dios, respecto al prójimo y respecto a sí mismo, de alguna manera busca en todo hacer la voluntad de Dios, al ejemplo del Hijo Único del Padre, por eso puede llamarse con él hijo de Dios, es el hombre que ha aprendido de Jesús la Sabiduría, el arte de vivir.
“Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.” En las anteriores se decía lo que el hombre hacía de bueno, aquí se anuncia lo que sufre de los otros por ser bueno; de los hombres se recibe persecución mientras que Dios se recibe pura bondad, se trata de aquellos que son perseguidos por vivir según la voluntad de Dios a imitación del justo, Jesucristo. Por eso inmediatamente se anuncia la última “Bienaventurados ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía…” Hay quien descubre en las bienaventuranzas una progresión en la perfección cristiana, es decir como cada una lleva a un momento más alto que la otra, así esta última nos hace reflexionar como la mayor santidad de vida se alcanza cuando nos hemos configurado tan profundamente con Cristo, al punto que somos crucificados con Él, parafraseando a santa Teresita, en este mundo nunca estamos más unidos a Jesús como cuando estamos en la cruz, y sabemos que este no es el final del camino puesto que como dice san Pablo “sin con el morimos, viviremos con Él”
Que el Señor nos conceda la gracia en este día de interiorizar con mayor profundidad su palabra para que contemplando el fin hacia el cual peregrinamos podamos recorrer el camino como aquel que está escondido en Dios, confiado totalmente en el hecho de que Él es fiel a su palabra.
IMG: «Sermón de la Montaña» vitral de Emil Gerster of Basel