Martes – X semana del TO
- 1R 17, 7-16. La tinaja de harina no se vació, según la palabra que había pronunciado el Señor por boca de Elías.
- Sal 4. Haz brillar sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro.
- Mt 5, 13-16. Vosotros sois la luz del mundo.
En el episodio que contemplamos en la primera lectura vemos como Dios no abandona al profeta, felizmente le hace encontrar su bendición en aquella viuda de la que nos habla el texto, es más él mismo será bendición para ella puesto que será ocasión para gozar de un milagro especial del Señor. Sabemos que este texto fue citado por Jesús para mostrarnos como Dios da sus gracias a quien quiere, ya que aunque esta mujer no era parte del Pueblo de Israel, Él le concedió la gracia del milagro de la harina que no se terminaba. Ciertamente, aquella pobre viuda de alguna manera reconoció que Elías era un hombre de Dios, y se fió de la palabra que éste le dirigió, su fe fue recompensada con este milagro y aún más porque sabemos que más tarde el hijo de esta mujer morirá y el profeta será el instrumento de Dios para darle de nuevo la vida.
Ambos, tanto el profeta como la viuda, son para nosotros modelos de confianza en el Señor, en un mundo que parte de la premisa “dudo luego veo si me convencen y creo” la palabra de Dios nos enseña que el fundamento de la fe no es que su demostrabilidad, sino la autoridad de Dios que revela, el Dios que sabemos que nos ha mostrado de tantos modos que nos ama, nos ha comunicado su palabra, sabemos que Él no miente ni nos engaña, es por su autoridad que creemos y creyendo buscamos profundizar nuestro conocimiento de Él para creer mejor, porque queremos amarlo mejor.
La fe alimenta nuestra esperanza, recordemos no estamos ante un conjunto de verdades abstractas, estamos en presencia de Dios Padre que nos ama a cada uno de forma personal, que nos ama al punto de enviar a su Hijo único por nosotros y que por la fuerza del Espíritu Santo nos continúa a guiar por los caminos de la vida. Hemos creído en su palabra y por eso esperamos que se cumplirá. Ante le mundo podremos pasar como unos tristes mendigos abandonados a su suerte, como eran el profeta perseguido y la viuda con su hijo faltos de alimento, seremos menospreciados a causa de nuestra fe, sin embargo nosotros decimos con el salmista cuando vemos a los que nos atacan y critican: “¿hasta cuando ultrajarán mi honor? ¿Hasta cuando amarán lo que es engaño y se irán tras lo falso con ardor?” y contemplando la bendición del Señor diremos “Admirable en bondad ha sido el Señor para conmigo y siempre que lo invoco me ha escuchado, por eso en el Él confío.”
Escribe san Efrén “Ella fue y actuó según la palabra de Elías. Date cuenta de la fe de esta mujer, de su obediencia y caridad. Además considera también la recompensa que él le pagó, pues de hecho se dice La harina del cuenco no se acabó ni el aceite de la alcuza se vació. También poco disminuyó la familia pues a cambio del alimento dado al profeta su hijo muerto fue resucitado” Sobre el libro primero de los Reyes 17, 2
En el santo Evangelio continuamos nuestra meditación del Sermón de la Montaña, el día de ayer meditábamos con este mensaje estaba dirigido a todos, como ellas nos anuncian a Cristo pues es el primero en vivir las bienaventuranzas, asimismo recordamos que ellas nos anuncian nuestro fin, nuestra meta, más que decirnos lo que el hombre ha de hacer, nos anuncian lo que Dios cumple en favor de aquellos que le siguen.
Inmediatamente después de la promesa de felicidad hecha a aquellos que son perseguidos por causa del nombre de Cristo encontramos el texto de hoy, en él se nos presentan dos imágenes: la sal que “en la cultura de Oriente Medio, evoca varios valores como la alianza, la solidaridad, la vida y la sabiduría” (Benedicto XVI, 06/02/2011) y la luz “es la primera obra de Dios creador y es fuente de la vida; la misma Palabra de Dios es comparada con la luz” (Benedicto XVI, 06/02/2011), aquí se nos anuncia como pueden reaccionar los discípulos de Cristo ante la persecución pueden llegar a rechazar el ser sus testigos, abandonar el camino de la vida y las enseñanzas del Divino Maestro adecuándose al mundo que les rodea, y así convertirse en sal que ha perdido su sabor y en luz que se ha escondido en el celemín.
Pero el Señor les descubre que éste no es su plan sino antes bien espera que ellos en medio de esa situación sean fieles y perseveren, convirtiéndose en el elemento que le haga presente en medio del mundo, cuan humilde es la imagen de la sal que aunque no se ve en la comida su presencia es perceptible en toda ella y cómo se evidencia rápidamente cuando ella hace falta; la imagen de la luz es sugestiva, sabemos que la llama no sólo ilumina disipando tinieblas sino que también da calor, Cristo es la luz de la verdad que ilumina al hombre, y no es una verdad fría sino que está dotada también del elemento afectivo del amor.
Escribía santa Teresita: «Me parece que esta antorcha representa la caridad que debe iluminar y alegrar no sólo a aquellos que más quiero, sino a todos los que están en la casa» (Sta. Teresa de Lisieux, Manuscritos autobiográficos 9).
La vida según el espíritu de las bienaventuranzas, todo el itinerario de vida del cristiano, todo su buen obrar tiene una meta bien clara: la glorificación de nuestro Padre celestial. Cristo nos dio este ejemplo, todas sus palabras y obras fueron pronunciadas y hechas para gloria del Padre, con razón decía santo Tomas de Aquino retomando la gran tradición de la Iglesia “Christi actio nostra instructio” que podríamos traducir libremente como Las acciones de Cristo son instrucciones para nosotros, todo su obrar es una regla de vida que hemos de seguir. San Agustín nos recuerda que las buenas obras las hacemos no para “aparecer” o “figurar” frente a los hombres, sino que hemos de rectificar siempre nuestra intención para gloria de Dios dirá “Al hacer el bien para que sea visto por los hombres, el hombre debe tener en su interior como intención el obrar bien; la intención, en cambio de darlo a conocer debe tenerla solamente para alabanza de Dios, pensando en aquellos a quienes los da a conocer” Sermones, 54, 3
Por eso más de algún maestro de vida espiritual diría que en todo lo que hagamos y digamos nuestra intención debería hacer todo para gloria de Dios, este jornada de trabajo que voy iniciar que sea para gloria de Dios, este paseo con mis amigos que sea para gloria de Dios, esta reunión de familia que sea para gloria de Dios, este estar en cuarentena junto a mi padre o mi madre que sea para gloria de Dios, ello nos llevará rápidamente a rectificar nuestras intenciones y a purificar nuestros afectos, es así como seremos lámpara encendida y sal que da sabor.
“Es posible que no sea capaz de fijar mi atención totalmente en Dios durante mi trabajo. Dios no me lo pide de ninguna manera. Con todo, yo puedo desear plenamente y procurar cumplir mi trabajo con Jesús y por Jesús. Hermosa tarea. Ésta es la que Dios quiere. Quiere que nuestra voluntad y nuestro deseo se dirijan a él, a nuestra familia, a nuestros hijos, a nuestros hermanos y a los pobres.
Cada uno de nosotros somos un instrumento pobre. Si observas la composición de un aparato eléctrico, encontrarás un ensamblaje de hilos grandes y pequeños, nuevos y gastados, caros y baratos. Si la corriente eléctrica no pasa a través de todo ello, no habrá luz. Estos hilos somos tú y yo. Dios es la corriente. Tenemos poder para dejar pasar la corriente a través de nosotros, dejarnos utilizar por Dios, dejar que se produzca luz en el mundo o bien rehusar ser instrumentos y dejar que las tinieblas se extiendan.”
Santa Teresa de Calcuta, El amor más grande
Que el Señor nos conceda la gracia en este día de creer cada vez más firmemente en su Palabra, y obrar conforme a ella siendo verdaderos discípulos y misioneros suyos
IMG: «Adoración de los pastores» de Matthias Stormer