Caminando hacia la plenitud

Miércoles – X semana del TO

  • 1R 18, 20-39. Que este pueblo sepa que tú eres Dios y que has convertido sus corazones.
  • Sal 15. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
  • Mt 5, 17-19. No he venido a abolir, sino a dar plenitud.

En esta ocasión nos encontramos con el profeta Elías que luego de haber permanecido escondido por un tiempo, tres años, se presenta ante el rey Ajab y el pueblo para invitarles a la conversión, la interpelación comienza al pedirles que sienten una postura, están con Dios o con baal, a quien sirven, la perplejidad de los israelitas expresa no sólo la confusión sino el error en el que se encontraban, podría decirse de ellos que no eran ni fríos ni calientes, sino tibios, querían tener un pie a cada lado, en el fondo con su mediocridad manifiestan su desconfianza en el Señor Dios.

Es entonces que Elías reta a los profetas de baal a ofrecer un sacrificio en el monte Carmelo, el desenlace es abrumador, aquellos hombres cayeron en la locura y perdieron la vida por quedarse detrás del ídolo, mientas que la oración del profeta de Dios se ganó su favor, el Señor consume la ofrenda entera con su fuego. Elías le reconoce como el Dios que puede cambiar los corazones, y en efecto el Pueblo reconoce al Señor como el único Dios.

“Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la Vida dada en el Espíritu Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El profeta Elías que «surgió como el fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha» (Si 48, 1), con su oración, atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte Carmelo (cf. 1R 18, 38 – 39), figura del fuego del Espíritu Santo que transforma lo que toca. Juan Bautista, «que precede al Señor con el espíritu y el poder de Elías» (Lc 1, 17), anuncia a Cristo como el que «bautizará en el Espíritu Santo y el fuego» (Lc 3, 16), Espíritu del cual Jesús dirá: «He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese encendido!» (Lc 12, 49). Bajo la forma de lenguas «como de fuego», como el Espíritu Santo se posó sobre los discípulos la mañana de Pentecostés y los llenó de él (Hch 2, 3 – 4). La tradición espiritual conservará este simbolismo del fuego como uno de los más expresivos de la acción del Espíritu Santo (cf. San Juan de la Cruz, Llama de amor viva). «No extingáis el Espíritu»(1Ts 5, 19).”

Catecismo de la Iglesia Católica 696

El Espíritu Santo es quien nos purifica y consume, nos purifica de todas nuestras iniquidades, nos purifica de todas las idolatrías en que podamos haber caído, nos renueva en la fe, nos recuerda quien es el Señor Dios, tanto cuando hemos andado descarriados como cuando estamos en sus senderos de modo que podamos vivir de cara a Él, el Espíritu Santo nos consume en el celo por vivir según su voluntad, “Si somos lo que debemos ser, prenderemos fuego al mundo entero” decía santa Catalina de Siena. El fuego del Espíritu Santo nos hace entrar en la conversión del corazón.

Por otro lado en el santo Evangelio proseguimos en la meditación del Sermón de la Montaña, en esta ocasión comenzamos a meditar la relación entre Jesús y la Ley, recordemos que una de las causas del proceso que llevó a la crucifixión de Jesús fue el hecho de que le acusaran de ser un opositor de la Ley, pero sabemos que no es así, es más será Él quien la llevará a su cumplimiento interiorizando su contenido.

La Ley habría de ser observado en todos sus detalles, sin embargo ninguno era capaz de hacerlo, de hecho existía la fiesta de la Expiación para reparar por las faltas que se cometían contra ella.

“El cumplimiento perfecto de la Ley no podía ser sino obra del divino Legislador que nació sometido a la Ley en la persona del Hijo (cf Ga 4, 4). En Jesús la Ley ya no aparece grabada en tablas de piedra sino «en el fondo del corazón» (Jr 31, 33) del Siervo, quien, por «aportar fielmente el derecho» (Is 42, 3), se ha convertido en «la Alianza del pueblo» (Is 42, 6). Jesús cumplió la Ley hasta tomar sobre sí mismo «la maldición de la Ley» (Ga 3, 13) en la que habían incurrido los que no «practican todos los preceptos de la Ley» (Ga 3, 10) porque, ha intervenido su muerte para remisión de las transgresiones de la Primera Alianza» (Hb 9, 15).”

Catecismo de la Iglesia Católica 580

Jesús es el verdadero Maestro, el verdadero Rabbí que daría una interpretación auténtica de la Ley, Dios nos ha llevado de modo progresivo hasta llegar a la plenitud de la revelación de Sí mismo en Cristo Jesús, en ese caminar Él dio la Ley a su Pueblo con una función pedagógica, para encaminarlo por el camino del bien, pero una vez llega Cristo Jesús, ya no hay necesidad del pedagogo porque el Maestro que inscribirá su sabiduría en los corazones nos llevará a conocer la verdad de las cosas y en Él Dios nos revela lo que ha pensado para el hombre, “Cristo revela el hombre al hombre mismo” (Redemptor Hominis 10)

“Cuando leo el evangelio y encuentro testimonios de la Ley y de los profetas, no considero en ello otra cosa que a Cristo. Cuando contemplo a Moisés, cuando leo a los profetas es para comprender lo que dicen de Cristo. El día que habré llegado a entrar en el resplandor de la luz de Cristo y brille en mis ojos como la luz del sol, ya no seré capaz de mirar la luz de una lámpara. Si alguien enciende una lámpara en pleno día, la luz de la lámpara se desvanece. Del mismo modo, cuando uno goza de la presencia de Cristo, la Ley y los profetas desaparecen. No quito nada a la gloria de la Ley y de los profetas; al contrario, los enaltezco como mensajeros de Cristo. Porque cuando leo la Ley y los profetas, mi meta no es la Ley y los profetas sino, por la Ley y los profetas quiero llegar a Cristo.”

San Jerónimo, Sobre el evangelio de Marcos 9-8

Jesús nos revela por tanto cual es la relación entre la Ley antigua y la Nueva, no hay anulación sino plenitud, porque lo que Moisés y los profetas anunciaron, llegó a su cumplimiento en Cristo, lo inferior no es anulado por lo superior, al contrario lo superior enaltece a lo inferior al darle su sentido último. Por eso los cristianos desde el inicio han buscado leer el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo. Muestra de ello ha sido la reflexión que anteriormente tomamos del Catecismo de la Iglesia respecto al fuego del sacrificio en el Monte Carmelo como anuncio de la acción del Espíritu Santo en la vida del hombre.

Roguemos al Señor nos conceda la luz de la fe para que iluminando nuestras mentes y haciendo arder en un amor más ferviente nuestros corazones podamos profundizar su palabra de vida, y así purificados de todo afecto desordenado y de las tinieblas del error podamos llegar a descubrir la plenitud de vida que nos ha sido dada por su gracia y que estamos llamados a hacer crecer en correspondencia tan grande acto de amor.

IMG: Bajo relieve que muestra el sacrificio en el Monte Carmelo, se encuentra en el Monasterio Carmelita que está en el Monte Carmelo.