La venganza de los santos

Lunes – XI semana del TO

  • 1R 21, 1-16. Nabot ha sido lapidado y está muerto.
  • Sal 5. Atiende a mis gemidos, Señor.
  • Mt 5, 38-42. Yo os digo que no hagáis frente al que os agravia.

En este día meditamos en la primera lectura la puesta en escena de unos de los crímenes que tipifican el reinado de Ajab. El Rey estaba interesado en adquirir una viña que se encontraba próxima a sus terrenos con lo cual extendería su propiedad, ante la negativa de Nabot entra una profunda tristeza, aquel que es rey de Israel, que tiene a su disposición palacios y otras posesiones, que es el soberano en el territorio, se conturba al punto de no comer porque alguien le dijo que no podía hacer lo que quería. ¿Por qué Nabot se niega a vender la viña?

En primer lugar podríamos decir que la malicia de Ajab era conocida ¿cómo estar seguros que cumpliría su palabra? Segundo la ley prohibía la enajenación de la herencia dice el libro de los Números “Y así la propiedad de los hijos de Israel no irá dando vueltas de una tribu a otra, pues cada uno de los hijos de Israel quedará ligado a la propiedad de su tribu paterna.” (Nm 36, 7), tercero, habitualmente los familiares se enterraban en las propiedades de la familia, por ejemplo del profeta Samuel se dice “Samuel murió y todos los israelitas se congregaron para llorarle, y lo enterraron en su casa, en Ramá.” (1 Sam 25, 1)

Jezabel tramará un acto cruel violentando gravemente la ley del Señor, tramará un falsa acusación, es tan bien elaborado el plan que nos expresa la astucia malévola que animaba su interior. Manda a declarar un ayuno, lo cual se hacía cuando se vislumbraba una grave calamidad, busca dos cómplices, los hijos de Belial, que literalmente quiere decir hijos de la iniquidad o del mal, y acusa a Nabot de cometer un crimen cuyo castigo fuese la muerte. El resultado es claro, un inocente fallece. Y el rey al enterarse no se pregunta ni cómo se dio la orden de un ayuno en su reino sin que el lo aprobara, ni cómo es que murió Nabot, ni siquiera se pregunta el porqué, su avaricia y su egoísmo lo ciegan al punto de no ver sino la oportunidad de hacer con su botín.

El Señor en su ley había prohibido a los israelitas tomar por esposa a una mujer que no fuese parte del pueblo de Israel, Ajab contravino esa ley, y tomo a Jezabel consigo, ella se ve como la típica persona manipuladora y perversa y mientras que el rey se queda evidencia como la figura de una persona débil pero corrupta que no sólo ve el mal sino que se desentiende de él si con ello satisface sus deseos. La historia nos recuerda cuanto daño produce el vicio de la avaricia, pues revela como el corazón del hombre cuando no es colmado por Dios simplemente es un vacío sin fin.

“La historia de Nabot es antigua en cuanto al tiempo, pero respecto a la práctica es cotidiana. En efecto ¿qué rico no desea siempre los bienes de los demás? ¿Qué persona acaudalada no trata de cazar al pobre en su pequeño campo y alejarlo para que no pueda recibir la herencia de sus antepasados? ¿Quién se contenta con lo que posee?¿Qué rico no alimenta el deseo de poseer lo del vecino? Así pues, no existe un solo Ajab, sino, lo que es peor, cada día nace un Ajab y nunca muere en este mundo. Y cuando uno muere, surge otros muchos, ya que son más numerosos los que roban que los que perdonan. Ni un solo Nabot pobre ha sido asesinado; cada día un Nabot es oprimido, cada día un pobre es asesinado. Atemorizada la humanidad abandona sus tierras, el pobre emigra con su familia, llevando lo imprescindible bajo el brazo; la esposa continúa llorando, como si acompañase al marido a la tumba. De hecho, es menor el dolor de aquella que llora la muerte de los suyos, pues aunque haya perdido al marido que la sostenía, posee su tumba, aunque no le queden hijos, no tiene que sufrir ni por el exilio, ni afligirse por el hambre de sus hijos todavía pequeños, algo que es más insoportable que la muerte misma.”

San Ambrosio, Sobre Nabot, 1, 1

En el santo Evangelio seguimos meditando el Sermón de la Montaña, concluimos en esta ocasión la sección de las antítesis que buscan ilustrarnos la profundidad de una vida según la voluntad de Dios, la superjusticia no es cumplimiento formal, sino la transformación del corazón del hombre hasta adquirir las categorías del amor de Dios.

Así hoy se nos invita a ver más allá de la visión limitada de la ley del talión, ciertamente aquella representaba ya un avance en el campo de la justicia en cuanto que evitaba los excesos de la venganza, sin embargo Jesús nos invita a poner la mirada más allá, no se trata sólo de refrenarnos en el mal sino sobre todo de llevarnos a la práctica del bien.

El poner la otra mejilla es uno de los grandes ejemplos de Cristo, el mismo en su pasión fue abofeatado, incluso el modo en que se describe aquí nos da a entender que este golpe en el rostro tiene un sentido despectivo puesto que si una persona habitualmente es diestra y golpea el lado diestro del rostro del otro lo hace con el reverso de la mano. Ante una gran ofensa hace falta poner la cara de pedernal, con ello realmente lo que estoy haciendo es que el ejercicio del mal se detenga en mí como una muralla, al no buscar la venganza y ofrecer la otra mejilla bloqueo su propagación, para entrar en pleito hacen falta dos. Una antiguo escritor, Orígenes, hacía otra interpretación en sentido espiritual decía: “al que golpea en la mejilla derecha, esto es, las doctrinas racionales, el creyente le ofrecerá también las éticas, avergonzándolo y haciéndole cesar en su acusación, y el progreso en las cosas divinas escandalizará a los que no consideran la palabra”. (Fragmentos sobre el Ev. De Mateo 108) Cuando nos ataquen nuestra fe con argumentos elaborados y que parecen tener sentido bajo una mascara de racionalidad cerrándose al anuncio de la Buena Nueva, entonces no prediquemos con nuestras palabras, sino que como quien presenta la otra mejilla, presentemos nuestras buenas obras, para que viendo el buen testimonio se vea la realidad y la verdad de lo que anunciamos.

Despreciando incluso las cosas terrenas como el manto, aquel que es pobre de espíritu muestra al mundo su dicha incluso abandonando los bienes materiales como el manto mostrando que es lo que de verdad vale un antiguo autor del cristianismo explicaba como “Así c omo José dejo su manto en la mano de la prostituta (se refiere a la mujer de Putifar) y huyó con un manto mejor, el de la casitad, así arroja tú el manto en manos de los caluminadores y huye con una capa mejor, la de la justicia. Si no mientras quieres reclamar los vestidos de tu cuerpo, puedes despilfarrar, el del alma. Pero si los infieles ven que tú, un cristiano, ante las injurias responden con injurias mayores hasta la perdición del alma. ¿cómo van a creer en la verdad de la esperanza del reino de los cielos que los cristianos predican? Fácilmente desprecian las cosas terrenas quienes esperan las celestiales. Mas quienes se abrazan con insistencia a las cosas terrenas, dudo si creen firmemente en las promesas celestiales.” (Anónimo, Obra incompleta sobre el Ev. De Mateo 12 -PG 65, 700)

Es más Jesús no invita sólo a vencer el mal a fuerza de bien, sino a ser generosos en la práctica del bien, caminar una milla de más o no cerrar la mano es expresión de no cerrar el corazón ante el prójimo que pasa necesidad. Porque ¿quién es el que nos pide caminar una milla más sino aquel que necesita compañía a causa de la dureza del viaje, a causa de los peligros que piensa encontrar adelante, o causa de la propia debilidad? Pensemos cuantas veces nuestros hermanos hoy en día nos piden pasar algo de tiempo juntos para “platicar”, cuantas veces alguien en la familia simplemente quiere ayuda con una pequeña labor, cuantas veces nos han pedido simplemente escuchar, todas son maneras de caminar una milla más en el camino, implica un salir de mí mismo para reconocer que el otro es importante.

Sobre dar al que pide o que pide prestado algo, si lo hace y yo puedo ayudarle ¿cómo ser indiferente? Es más debería considerarlo un acto de justicia puesto que sé que los bienes tienen un destino universal, como nos enseña la doctrina social de la Iglesia, el criterio de discernimiento es sencillo, los bienes sirven para resolver males, y si con esto puedo satisfacer una necesidad que me ha sido manifestada ¿por que no socorrerla? ¿no es acaso esto propio el efecto de la misericordia la cual busca restituir una perfección donde esta hace falta? ¿No fue lo que Dios hizo con la humanidad entera que sufriendo bajo el peso del pecado clamaba al Señor como los Israelitas que sufrían la opresión del faraón?

Jesús va más allá, la generosidad del que busca hacer el bien en todo momento en el fondo es un imitar el amor del Corazón de Dios hacia la humanidad. Esta es la dicha de aquel que tiene hambre y sed de justicia porque será saciado, esta la dicha del misericordioso porque encontrará misericordia, este la dicha del pobre de espíritu porque en el Reino de los cielos encontrará la verdadera riqueza que cubrirá su indigencia.

Que el Señor nos conceda la gracia de saber salir de nosotros mismos para ir al encuentro del hermano y ser promotores de un clima de justicia y misericordia según nos ha enseñado Jesús.

IMG: Miniatura que ilustra la «Lapidación de Nabot» de Rudolf von Ems