Su nombre es Juan

Solemnidad de la Natividad de san Juan Bautista

  • Is 49, 1-6. Te hago luz de las naciones.
  • Sal 138. Te doy gracias porque me has escogido portentosamente.
  • Hch 13, 22-26. Juan predicó antes de que llegara Cristo.
  • Lc 1, 57-66.80. Juan es su nombre.

“San Juan Bautista es el precursor (cf. Hch 13, 24) inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino (cf. Mt 3, 3). «Profeta del Altísimo» (Lc 1, 76), sobrepasa a todos los profetas (cf. Lc 7, 26), de los que es el último (cf. Mt 11, 13), e inaugura el Evangelio (cf. Hch 1, 22;Lc 16, 16); desde el seno de su madre ( cf. Lc 1, 41) saluda la venida de Cristo y encuentra su alegría en ser «el amigo del esposo» (Jn 3, 29) a quien señala como «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1, 29). Precediendo a Jesús «con el espíritu y el poder de Elías» (Lc 1, 17), da testimonio de él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio (cf. Mc 6, 17  – 29)”

Catecismo de la Iglesia Católica n. 523

Celebramos en este día la solemnidad del nacimiento de san Juan Bautista quien tuviese la misión de ser el precursor de nuestro Señor Jesucristo. Él es el único santo junto con la santísima Virgen María del cual se celebra el nacimiento. Todo su vida está como iluminada por la vida divina que lo santifica desde el seno de su madre el día de la visitación. Las lecturas de este día acentúan el tono de la vocación personal del santo, su mismo nombre prepara ya el camino del que habrá de venir detrás de Él. Juan según algún comentarista actual significa “Dios es misericordioso”, san Beda el venerable decía que significaba “gracia de Dios”, como quiera que su nombre anuncia una intención de Dios en favor de los hombres para llenarlos de su bondad.

Nuestra celebración hoy está marcada por la alegría como todo cumpleaños, pero estamos hablando de una alegría en un sentido sobrenatural, y es que al escuchar el testimonio de la Escritura sobre los hechos que acompañaron la concepción y nacimiento de san Juan Bautista vemos que este alegría espiritual es lo que rodea todo el ambiente: en el anuncio que hace el ángel  le dice a su padre: “No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido escuchada, así que tu mujer Isabel te dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Juan. Será para ti gozo y alegría y muchos se alegrarán con su nacimiento” (Lc 1, 14-15), Isabel al darse cuenta de su embarazó diría: “Asú ha hecho conmigo el Señor, en estos días en lo que se ha dignado borrar mi oprobio entre los hombres” (Lc 1, 25), al momento del nacimiento del niño la gente se maravillaría por la obra hecha en la familia de Juan, dice el evangelio que “sus vecinos y parientes oyeron la gran misericordia que el Señor le había mostrado y se congratulaban con ella” (Lc 1, 58) pero quizás la expresión más grande de este gozo que desborda en alabanza es el hecho que el silencio de Zacarías y se rompería para entonar el cántico del Benedictus dando gloria al Señor.

Ciertamente son admirables los hechos que se suscitan para el nacimiento de san Juan Bautista pero, será más admirable la misión que habría de desarrollar, sería él quien prepararía el camino del Señor, toda su misión esta resumida en aquella expresión que habría de proclamar un día según nos lo cuenta el cuarto evangelista cuando dice “He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.

Toda la vida de Juan el Bautista es un acto de humildad, desde el vientre de su madre se llena del Espíritu Santo para anunciar que Jesús habita en el seno de María santísima, más tarde su vida austera será una señal profética de lo pasajero de este mundo y lo importante que es prepararse para la eternidad viviendo una vida en justicia, él dirigirá a los demás para que sigan a Cristo como lo hizo con Andrés y Juan cuando señalándoles donde estaba Jesús les invitaba a seguirlo.

Lo que de palabra hiciera con otros lo hará de obra cuando Jesús se presenta ante él para ser bautizado, con toda reverencia reconoce que está ante el Ungido del Señor, y se rehusaba a bautizarlo reconociendo su pequeñez puesto que él era el que había de ser bautizado por el fuego de lo Alto, sin embargo ante la respuesta de Cristo supera el estupor y entra en la obediencia de la fe, santificándose así las aguas que habrían luego de dar la vida eterna a todos los bautizados, y ello le mereció ser el testigo de la paloma que desciende sobre el Hijo y de la voz que se oye desde el cielo y dice “Éste es mi hijo amado en quien me complazco”

La vida humilde de san Juan nos enseña muchas cosas, entre ellas por ejemplo, nos presenta como la fuerza de una predicación auténtica no radica en lo elaborado del discurso, ni en la retórica empleada en su pronunciación, ni siquiera de las novedades que se pueda anunciar como especialista en marketing, no, él nos enseña que el triunfo de la predicación viene en primer lugar de saber reconocer el propio lugar evitando las trampas que nos pueden llenar de vanidad, nos enseña que el verdadero predicador, podríamos decir más ampliamente, el verdadero misionero, es el que no se anuncia a sí mismo sino que anuncia a Cristo Jesús. No es el aplauso el que lo mueve, no busca tanto la complacencia de la audiencia por su astucia, sino que busca preparar sus palabras a través del estudio y su corazón a través de la oración y la vida virtuosa, de modo que los hombres conozcan al Señor y le sigan.

«Juan es «más que un profeta» (Lc 7, 26). En él, el Espíritu Santo consuma el «hablar por los profetas». Juan termina el ciclo de los profetas inaugurado por Elías (cf. Mt 11, 13 – 14). Anuncia la inminencia de la consolación de Israel, es la «voz» del Consolador que llega (Jn 1, 23; cf. Is 40, 1 – 3). Como lo hará el Espíritu de Verdad, «vino como testigo para dar testimonio de la luz» (Jn 1, 7;cf. Jn 15, 26; Jn 5, 33). Con respecto a Juan, el Espíritu colma así las «indagaciones de los profetas» y la ansiedad de los ángeles (1P 1, 10 – 12): «Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo … Y yo lo he visto y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios … He ahí el Cordero de Dios» (Jn 1, 33 – 36).»

Catecismo de la Iglesia Católica n.719

Este día es un día de alegría y gozo, el nacimiento de Juan es la antesala del nacimiento de uno que es mucho más grande, la llegada de Juan nos debería movernos a reflexionar en cómo preparo el camino del Señor que viene a mi vida, no pensemos que este es un tema navideño de diciembre no más, Jesús viene de muchos modos todos los días a nuestro corazón, como nos preparamos para recibirlo, sea en la santa Misa, sea la oración, sea la práctica de la penitencia, sea la atención a los pobres, ¿cómo me preparo yo para el encuentro con Cristo?

También deberíamos reflexionar sobre el cómo anunciamos a Cristo, lo hago procurando que sea el quien brille y no yo, lo hago hablando de las maravillas de su amor y su misericordia, qué hace falta para que a mí se me suelte la lengua y bendiga al Señor como Zacarías, en qué ocasiones el Señor me ha manifestado su misericordia tal como lo hizo con santa Isabel.

Concluyo con breve comentario de San Efrén  que podría sintetizarnos el mensaje de esta celebración:

«La anciana Isabel trajo al mundo al último de los profetas, mientras que María, una muchcacha joven, dio a luz al Señor de los ángeles. La hija de Aarón trajo al mundo la voz que clama en el desierto, mientras que la hija del rey David al Verbo del Rey de los cielos… La estéril trajo al mundo al que perdona los pecados y la Virgen al que los quita, Isabel trajo al mundo al que reconcilia a los hombres mediante la penitencia, y María al que purifica la tierra de sus manchas. La anciana enciende una lámpara en la casa de su padre Jacob, pues esa lámpara es Juan; la muchacha joven alumbra al sol de justicia para todas las naciones. El ángel anunció el ministerio de Juan a Zacarías: el que habría de ser decapitado anunciaría al que sería crucificado; el que sería odiado proclamaría al que sería enviado; el que bautizaría en agua al que bautizaría en fuego y en el Espíritu Santo; la luz brillante proclamaría al sol de justicia; el que estaba lleno del espíritu al que daría el Espíritu; el sacerdote que anuncia con la trompeta al que vendrá en el último día al son de trompeta; la voz al Verbo; el que ha visto la paloma a aquel sobre quien la paloma se posa; todo como el relámpago aparece antes del trueno.»

Comentario al Diatessaron 1, 31

 

Img: «Natividad de san Juan Bautista» de Jacopo da Portomo