Jueves – XII semana del Tiempo Ordinario – Año par
- 2R 24, 8-17. Llevó deportados a Babilonia a Joaquín y a todos los hombres pudientes.
- Sal 78. Por el honor de tu nombre, Señor, líbranos.
- Mt 7, 21-29. La casa edificada sobre roca y la casa edificada sobre arena
La Liturgia de la Palabra nos presenta como siempre una serie de ricos tesoros que nos interpelan e invitan a entrar en la conversión. En la primera lectura nos habla de la deportación de los habitantes de Jerusalén. El salmo expresa los sentimientos de los deportados y claman la intervención de Dios ante la calamidad. Y el Evangelio nos pone en guardia acerca de cómo hemos de tratar la palabra que Jesús nos ha dirigido en el Sermón de la Montaña en los últimos días. Toda ella pareciese llevarnos a considerar como hemos de aprender a vivir coherentemente la fe. «Mira que no es ser buen cristiano solamente rezar y ayunar y oír Misa, sino que te halle Dios fiel, como a otro Job y otro Abrahán, en el tiempo de la tribulación» (Fray Luis de Granada, Guía de pecadores 1,2,21).
Hace pocos días escuchábamos en la primera lectura como el reino del norte, Israel, había sido llevado al exilio por los Asirios, la Sagrada Escritura leyendo todos los eventos históricos a la luz de la historia de la salvación nos recuerda como aquel acontecimiento fue fruto de haberse alejado del Señor, dando culto a los ídolos y cayendo en el sincretismo religioso fueron víctima de sus propios planes puesto que se olvidaron de la Palabra que el Señor les había dirigido, olvidaron la sabiduría que el Señor les había revelado. Aquella debió haber sido una lección para los hombres del Reino del Sur, Judá, sin embargo, la historia nos narra lo contrario, y aunque entre los reyes que sucedieron a David hubo algunos como Josías que buscaron ser fieles al Señor, ésta situación no sería una constante, los monarcas continuarán el camino de alejamiento de Dios y presa del temor se abandonarán en las manos del Nabuconodosor, emperador de Babilonia, quien no sólo llevará al cautiverio a los habitantes ilustres de Jerusalén, sino que incluso impondrá un rey títere que finalmente acabará mal.
Aunque la Palabra de este día pueda parecernos dura, hemos de meditar hoy como estamos viviendo nuestras vidas de cara a los mandatos del Señor ¿estamos siendo fieles? ¿estamos haciendo experiencia de su Palabra como una palabra liberadora? ¿asumimos sus intervenciones en nuestra historia como un momento de gracia y salvación? Si fallamos ¿cómo reaccionamos? Nos olvidamos del Señor y buscamos soluciones de compromiso cayendo en la mundanidad pensando en vivir una vida mediocre o hacemos de aquellos momentos una ocasión de conversión y afianzamiento de nuestra fe. Que gran enseñanza nos dan los salmos en estos sentidos, el orante no oculta su aflicción y su congoja frente a la situación difícil que atraviesa sino que antes bien clama al cielo “Que tu amor venga pronto a socorrernos, porque estamos totalmente abatidos” es más hace de aquel momento duro una ocasión para expiar por sus pecados y para dar a conocer a Dios “Para que sepan quién eres, socórrenos, Dios y salvador nuestro. Para que sepan quién eres sálvanos y perdona nuestros pecados”
En el santo Evangelio hemos escuchado las palabras de Jesús que se nos presentan como una advertencia para aprovechar aquello que ha venido exponiendo largo y tendido, nuestro Divino Maestro nos dice que hemos de poner por obra aquello que hemos escuchado de su voz, que ahí esta nuestra seguridad, no vale el decirnos cristianos si no vivimos a la altura de ese nombre, el Señor sabe que no trata con ángeles de luz, conoce nuestra humanidad y la debilidad, el asumió nuestra naturaleza y padeció como nosotros dándonos un ejemplo de como se viven esas palabras que pronunció y dándonos la gracia para poderlo vivir de modo que podríamos escuchar de su boca aquellas palabras del Antiguo Testamento “Porque este precepto que yo te mando hoy no excede tus fuerzas, ni es inalcanzable. No está en el cielo, para poder decir: ¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?. Ni está más allá del mar, para poder decir: ¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?. El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas.” (Dt 30, 11-14)
La autoridad de Cristo fue palpable a las multitudes quienes le admiraban aún más porque miraban como vivía lo que decía. Los grandes maestros de espiritualidad cristiana nos exhortarán a seguir el ejemplo de Jesús, quien nos ha enseñado a vivir de manera que con nuestras actitudes y comportamientos, pensamientos y sentimientos demos testimonio como una lámpara que alumbra para que viendo nuestro modo de vivir los hombres den gloria al Padre.
«Hay tres cosas que manifiestan y distinguen la vida del cristiano: la acción, la manera de hablar y el pensamiento. De ellas, ocupa el primer lugar el pensamiento; viene en segundo lugar la manera de hablar, que descubre y expresa con palabras el interior de nuestro pensamiento; en este orden de cosas, al pensamiento y a la manera de hablar sigue la acción, con la cual se pone por obra lo que antes se ha pensado. Siempre, pues, que nos sintamos impulsados a obrar, a pensar o a hablar, debemos procurar que todas nuestras palabras, obras y pensamientos tiendan a conformarse con la norma divina del conocimiento de Cristo, de manera que no pensemos, digamos ni hagamos cosa alguna que se aparte de esta regla suprema.
Todo aquel que tiene el honor de llevar el nombre de Cristo debe necesariamente examinar con diligencia sus pensamientos, palabras y obras, y ver si tienden hacia Cristo o se apartan de Él…En efecto, es la misma y única nitidez la que hay en Cristo y en nuestras almas. Pero con la diferencia de que Cristo es la fuente de donde nace esta nitidez, y nosotros la tenemos derivada de esta fuente. Es Cristo quien nos comunica el adorable conocimiento de sí mismo, para que el hombre, tanto en lo interno como en lo externo, se ajuste y adapte, por la moderación y rectitud de su vida, a este conocimiento que proviene del Señor, dejándose guiar y mover por Él. En esto consiste (a mi parecer) la perfección de la vida cristiana: en que, hechos partícipes del nombre de Cristo por nuestro apelativo de cristianos, pongamos de manifiesto, con nuestros sentimientos, con la oración y con nuestro género de vida, la virtualidad de este nombre»
San Gregorio de Nisa, Sobre el perfecto modelo de cristiano, PG 43, 283-286
De esta manera finalizamos la meditación del Sermón de la Montaña aquel Jesús que subió al monte para enseñarnos el nuevo estilo de vida del cristiano ahora al recordarnos que hemos de poner su palabra por obra nos invita a bajar del monte y caminar con Él, el peregrinaje concluirá cuando todo haya sido consumado y entremos en la gloria del cielo hacia la cual nos dirigimos. Ir de la mano de Jesús nos enseña la altura de nuestra vocación y el gozo que anima el espíritu de una vida según las bienaventuranzas, que aunque de momento toque pasar momentos de Cruz, también pasamos momentos de alegría en esta vida, los primeros son la purificación necesaria para librarnos de las ataduras del pecado y de la muerte, los segundos son la antesala de lo que aún esta por venir.
“Todo lo hasta ahora dicho por el Señor lo había referido a lo por venir: el reino de los cielos, la recompensa inexplicable, el consuelo a los que lloran y todo lo demás; mas ahora nos quiere dar los frutos que aún acá hemos de cosechar, nos quiere mostrar cuán grande es, aun para la presente vida, la fuerza de la virtud. ¿Cuál es, pues, la fuerza de la virtud? El vivir con seguridad, el no ser presa fácil de ninguna desgracia, el estar por encima de cuanto pudiera dañarnos. ¿Puede haber bien comparable con ése? Ni el mismo que se ciñe la diadema puede adquirirlo para sí mismo. Ése es privilegio del que practica la virtud. Sólo éste lo posee con creces; sólo el goza de calma en medio del Euripo y el mar revuelto de las cosas humanas. Porque eso es justamente lo maravilloso, que no habiendo bonanza en el mar, sino tormenta deshecha y grande agitación y tentaciones sin cuento, nada puede turbar lo más mínimo al hombre virtuoso…llama aquí el Señor figuradamente lluvias, ríos y vientos a las desgracias y calamidades humanas, como calumnias, insidias, tristezas, muertes, pérdidas en lo propio daños de los extraños y todo, en fin, cuanto puede llamarse males de la vida presente. Mas un alma así – nos dice el Señor- a ninguno de estos males se abate; y la razón es porque está cimentado sobre roca viva. Y sobre roca viva llama a la firmeza de su doctrina. A la verdad, más firmes que una roca son estos preceptos de Cristo, que nos levantan por encima de los oleajes humanos. El que con perfección los guardare, no sólo saldrá triunfador de los hombres que pretenden ofenderlo, sino de los mismo demonios que le tienden asechanzas”
San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. De Mateo¸ 24, 2.
Que el Señor nos conceda la gracia en este día de aprender a vivir la palabra que salió aquel día de su boca, palabra que es vida eterna para quien se fía de ella. Así sea.
IMG: «Sermón de la Montaña» de Jan Brughel