Vigilantes

Miércoles – XXI semana del Tiempo Ordinario – Año par

• 1Co 1, 1-9. En él habéis sido enriquecidos en todo.
• Sal 144. Bendeciré tu Nombre por siempre, Señor.
• Mt 24, 42-51. Estad preparados.

Comenzamos en este día la meditación de la primera carta de san Pablo a los Corintios, uno de los textos más antiguos del cristianismo. Sabemos que desde el principio este texto ha sido considerado de suma importancia entre los cristianos, sea por ser una comunidad fundada por el apóstol, sea por la variedad de temas que trata, sea por la importancia de la que gozaba la ciudad dentro del Imperio de la época, de hecho era una de las más importantes gozaba de dos puertos, constituía la capital de provincia y tenía una población de alrededor de 100,000 hab. En la época de Pablo. Aunque también sabemos que su fama no siempre fue por razones buenas, pues a nadie era desconocida la fama de inmoralidad que se vivía en la región. Estamos ante uno de los textos más antiguos del cristianismo habiendo sido escrita a menos de 30 años de la resurrección del Señor Jesús.

El punto de partida está constituído por el saludo y un himno de acción de gracias. En las primeras palabras Pablo presenta su carta de identidad, apóstol de Cristo Jesús, llamado, elegido y enviado por Él, ahí descansa su autoridad. Pablo se presenta a sí mismo a la luz de la fe y habla movido por ella pues presenta a Sóstenes no sólo como compañero de viaje, aliado o amigo, utiliza una palabra profunda “hermano”, es decir hijos de un mismo Padre. Las categorías también con la que describirá a su destinatario es hermosa, la “Iglesia de Dios en Corinto” nos da entender la concepción de la Iglesia en todo el orbe es una sola, que camina en diferentes comunidades, como diría san Juan Crisóstomo “la palabra Iglesia no es la designación del cisma, sino de la unidad, de la armonía, de la concordia” (In 1 Corinthios, 1, ad loc.). los llama también los “santificados en Cristo….llamados a ser santos” altísima vocación del bautizado, alguno podría ver aquí una redundancia sin embargo deberíamos verla quizás como una interpelación, pues la gracia recibida en el bautismo que nos ha hecho miembros de la familia de Dios, de los santos, está llamada a desarrollarse a crecer hasta colmar la medida que el Señor ha dispuesto para cada uno.

La acción de gracias, que es una característica típica de san Pablo, recordará como Dios es la fuente de todos los beneficios que han recibido, particularmente la sabiduría de la que gozan de su “palabra y ciencia” y de como todos los carismas concurren para el bien de la comunidad, asimismo les recuerda que su vida se encuentra marcada por una esperanza en la vuelta victoriosa de Cristo. Les invita a vivir irreprochablemente, es decir a no tenerse por seguros, sino perseverar en una vida moral recta, les invita de alguna manera a la fidelidad a la vez que les recuerda que Dios es fiel a su palabra, es decir sus promesas habrán de cumplirse.

En este punto podríamos entroncar con el Evangelio proclamado hoy tomado de una sección del Discurso escatológico de san Mateo (recordemos el primer evangelio tiene 5 discursos el sermón de la montaña, el discurso de la misión, el discurso de las parábolas, el discurso de la Iglesia y el discurso escatológico).

Jesús anuncia su regreso triunfal, sabemos que como cristianos aguardamos con alegre esperanza la segunda venida del Señor, lo que se ha conocido con el nombre de “Parusía” cuando venga con gloria y majestad para juzgar a vivos y muertos. Por san Pablo sabemos que desde el inicio este tema en algunos causó una cierta relajación, sin embargo por la palabra de Cristo, tal y como hemos escuchado hoy, el apóstol recordará que la actitud a tomar no podría ser más diferente, la perspectiva del fin no nos lleva al laxismo sino a una vida más comprometida, dichosos nosotros si el Señor nos encuentra haciendo lo que Él nos ha llamado a hacer.

Por eso se nos llama a la vigilancia, a estar atentos, despiertos, en medio de la oscuridad que muchas veces se presenta en este mundo, los salmos lo ilustran como “el centinela que espera la aurora”, precioso queridos hermanos, nuestra vivencia de la fe, con entereza, magnanimidad, constancia, nuestra vida de amor en la caridad hacia los demás, se mueve con la misma esperanza de este vigilante nocturno, que sabe que cuanto más oscura está la noche sólo puede significar una cosa, que el amanecer está por llegar, y dichosos nosotros si atentos a ese amanecer supimos perseverar, porque entonces entraremos en el descanso de nuestro Señor.

El ejemplo de la madre san Agustín es aleccionador, el mismo santo nos cuenta como esta santa mujer pasaba noches en oración, a veces rogando con sus labios otras con sus lágrimas por la conversión de su hijo. Habiendo llegado ella al fin de su vida, contemplando a su hijo como un bautizado, decía haber cumplido su misión y como mujer de fe que era, no temía la muerte, al contrario, anhelaba ya el encuentro definitivo con Cristo. El encuentro definitivo con Dios es el gozo que anhela todo bautizado, contemplarle cara a cara, vivir en unión plena y perfecta con Él. Es esto lo que nos lleva a vivir con rectitud nuestra vida de fe, santa Mónica hizo de su maternidad una ocasión propicia para dar gloria a Dios, sus oraciones por su hijo y su profundo deseo de verlo cristiano católico, son un signo que nos revela la vida de santidad de aquella mujer.

Roguemos al Señor nos conceda la gracia de saber descubrir en la ordinario de la vida los modos en que Dios quiere santificarnos, de modo que correspondiendo con fidelidad a la acción de su gracia sepamos vivir fieles a su Palabra.