Dulce Nombre de María

Ga 4, 4-7. Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer
Lc 1, 46-47.48-49.50-51.52-53.54-55. El Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
su Nombre es santo.
+Lc 1, 39-47. Bienaventurada la que ha creído

«El evangelista dice: “Y el nombre de la Virgen era María”. Digamos algo a propósito de este nombre que, según dicen, significa “estrella del mar” y que resulta tan adecuado a la Virgen Madre. De manera muy adecuada es comparada con una estrella, porque, así como la estrella emite su rayo sin corromperse, la Virgen también dio a luz al Hijo sin que ella sufriera merma alguna. Ni el rayo disminuyó la luz de la estrella, ni el Hijo la integridad de la Virgen. Ella es la noble estrella nacida de Jacob, cuyo rayo ilumina todo el universo, cuyo esplendor brilla en los cielos, penetra en los infiernos, ilumina la tierra, caldea las mentes más que los cuerpos, fomenta la virtud y quema los vicios. Ella es la preclara y eximia estrella que necesariamente se levanta sobre este mar grande y espacioso: brilla por sus méritos, ilumina con sus ejemplos.»

San Bernardo, Homilía 2, 17, 1-33: SCh 390, 1993, 168-170

El nombre para el israelita es signo de su vocación, que altísima sería la de aquella que habría de convertirse en la madre del Redentor y madre de la Iglesia, sin duda el texto de san Bernardo está inspirado en las más tierna y confiada devoción a nuestra Buena Madre, y como no invocar como niños a la que fue constituida Reina de los cielos y tierra, cuando faltan las palabras, cuando sentimos que no podemos más, porque no desgranar un rosario invocando el auxilio de aquella que es nuestro refugio en el camino, a ella clamamos con oraciones sencillas, lágrimas en los ojos y nudos en la garganta, con gemidos como el niño que desde la cuna llama a su madre suplicando venga a socorrerle.

San Antonio de Padua la comparaba a las ciudades de refugio de las cuales nos habla el Antiguo Testamento dirá «Así como antiguamente, según cuenta el libro de los Números, señaló Dios tres ciudades de refugio, a las cuales pudiera acogerse todo aquel que cometiese un homicidio involuntario, así ahora la misericordia divina provee de un refugio seguro incluso para los homicidas voluntarios: el nombre de María. Torre fortísima es el nombre de Nuestra Señora. El pecador se refugiará en ella y se salvará. Es nombre dulce, nombre que conforta, nombre de consoladora esperanza, nombre tesoro del alma. Nombre amable a los ángeles, terrible a los demonios, saludable a los pecadores y suave a los justos» (12 de septiembre, Santoral de Juan Esteban Grossez).

María, es el nombre que consuela, da fortaleza, anima y nos recuerda las grandezas que Dios ha hecho en aquellos que se dejan tocar por su gracia. Ella es aquel árbol que ha producido el mejor del frutos, pues como Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, ha sido el fruto bendito de su vientre. Ella nos enseña que significa construir la casa sobre la roca, dio un sí felicísimo y definitivo que secundo con sus acciones como fiel discípula del Señor, y aunque azotaron con fuerza las tormentas en su vida, ella como casa sobre la roca no sucumbió.

¿Acaso no podríamos llamar tormentas a su pobreza, la falta de un sitio donde dar a luz, la migración en medio de la persecución, la incomprensión de ver que su hijo era cuestionado y calumniado o los dolores que su corazón inmaculado compadecería al ver los sufrimientos de la pasión y muerte de su Hijo? No obstante todo esto, ella fue fiel permaneciendo de pie junto a la Cruz, y no sólo ahí en espera de Pentecostés perseveró junto a los apóstoles en oración. Gran vocación de María santísima, madre y modelo de la Iglesia. Su fidelidad a la gracia ciertamente recibió su premio ¿de qué otro modo podríamos contemplar el misterio de su Asunción en cuerpo y alma a los cielos?

Con razón los santos no dudarán en invitarnos a que fijemos nuestra mirada en esta dulce estrella del mar en medio de las tempestades del día a día, clamemos a este Dulce Nombre que nos alcanzará beneficios sin iguales puesto que ella fue el medio que Dios se valió para llegar a nuestra vida.

Continuando el texto de san Bernardo:

«Tú, que piensas estar en el flujo de este mundo entre tormentas y tempestades en lugar de caminar sobre tierra firme, no apartes los ojos del brillo de esta estrella si no quieres naufragar en las tormentas. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si te precipitas en los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella, llama a María. Si eres zarandeado por las olas de la soberbia o de la ambición o del robo o de la envidia, mira a la estrella, llama a María. Si la ira o la avaricia o los halagos de la carne acuden a la navecilla de tu mente, mira a María. Si, turbado por la enormidad de tus pecados, confundido por la suciedad de tu conciencia, aterrado por el horror del juicio, comienzas a ser tragado por el abismo de la tristeza, por el precipicio de la desesperación, piensa en María.

En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No la apartes de tu boca, no la apartes de tu corazón y, para conseguir la ayuda de su oración, no te separes del ejemplo de su vida. Si la sigues, no te extraviarás; si la suplicas, no te desesperarás; si piensas en ella, no te equivocarás; si te coges a ella, no te derrumbarás; si te protege, no tendrás miedo; si te guía, no te cansarás; si te es favorable, alcanzarás la meta, y así experimentarás que con razón se dijo: “Y el nombre de la Virgen era María”.»

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