Un corazón dócil y abierto

• 1Co 12, 31-13, 13. Quedan la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor.
• Sal 32. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
• Lc 7, 31-35. Hemos tocado y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado.

«La caridad es el lazo que une a los hermanos, el cimiento de la paz, la trabazón que da firmeza a la unidad…la que sobrepuja a la limosna y al martirio, la que quedará con nosotros para siempre en el cielo» San Cipriano

Nos encontramos en este día con san Pablo un himno precioso hecho a la caridad, este es un tipo amor excelentísimo, recordemos por definición por caridad entendemos aquella disposición firme y estable que Dios ha infundido en nuestra alma, por la cual lo amamos a Él por sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismo por amor a Dios, la caridad se dice es una participación en el mismo amor de Dios, puesto que ella nos lleva a amarle como hijos al modo de Jesús y amar a nuestro prójimo como hermanos, hijos del mismo Padre. San Pablo nos da noticia de tres puntos: en primer lugar nos habla de la superioridad del amor, luego nos pone ejemplos concretos de cómo se manifiesta y concluye afirmándonos su permanencia en la eternidad.

Los maestros de vida espiritual en varias ocasiones se han detenido a comentar este pasaje de la Sagrada Escritura para mostrarnos el modo en que hemos de vivir nuestra fe en Cristo Jesús, pues sabemos nuestra condición ciudadanos del Reino de los Cielos nos hace tener por norma suprema la del amor. San Gregorio Magno, por ejemplo, comentaba estos versículos diciendo:

«El amor es paciente, porque lleva con ecuanimidad los males que le infligen. Es benigno porque devuelve bienes por males. No es envidioso porque como no apetece nada en este mundo, no sabe lo que es envidiar las prosperidades terrenas. No obra con soberbia, porque anhela con ansiedad el premio de la retribución interior y no se exalta por los bienes exteriores. No se jacta, porque sólo se dilata por el amor de Dios y del prójimo e ignora cuanto se aparta de la rectitud. No es ambicioso, porque, mientras con todo ardor anda solícito de sus propios asuntos internos, no sale fuera de sí para desear los bienes ajenos. No busca lo suyo, porque desprecia, como ajenas, cuantas cosas posee transitoriamente aquí abajo, ya que no reconoce como propio más que lo permanente. No se irrita, y, aunque las injurias vengan a provocarle, no se deja conmover por la venganza, ya que por pesados que sean los trabajos de aquí espera, para después, premios mayores. No toma en cuenta el mal, porque ha afincado su pensamiento en el amor de la pureza, y mientras que ha arrancado de raíz todo odio, es incapaz de alimentar en su corazón ninguna aversión. No se alegra por la injusticia, ya que no alimenta hacia todos sino afecto y no disfruta con la ruina de sus adversarios. Se complace con la verdad, porque amando a los demás como a sí mismo, cuanto encuentra de bueno en ellos le agrada como si se tratara de un aumento de su propio provecho»

San Gregorio Magno, Moralia 10,7-8.10

En el santo Evangelio por otra parte nos topamos con la reacción de Jesús ante la incredulidad de sus oyentes, denuncia la dureza de su corazón con este ejemplo tomado de un juego de niños, es como si les dijese no hay peor sordo que el que no quiere oír ni peor ciego que aquel que no quiere ver. Y es que en el fondo se pone en evidencia que no están dispuestos a entrar en la conversión, porque sea como sea que se les predicase no atienden a la Palabra. Sin embargo no todos tienen esta reacción, con el versículo final que dice la sabiduría queda atestiguada por sus hijos, nos revela que hay quienes sí estuvieron dispuestos escuchar su voz, aquellos que buscan sinceramente a Dios saben reconocer su paso, bien lo dice el libro de la sabiduría “Amad la justicia, gobernantes de la tierra, pensad correctamente del Señor y buscadlo con sencillez de corazón. Porque se manifiesta a los que no le exigen pruebas y se revela a los que no desconfían de Él” Sb 1, 1-2

Así vemos en este día contrapuestas dos expresiones la de aquellos que endurecen su corazón y no atienden el paso del Señor por su historia, y la de aquellos que no sólo saben descubrir su paso sino que sabe percibir el buen perfume del amor divino que supera y transforma todo lo que toca.

Roguemos al Señor nos conceda la gracia en este día de tener un corazón dócil y un oído atento a su palabra, que sepamos acogerle con amor según el modo en que se manifieste, con la confianza de que Aquel que nos amó primero nos llevará al gozo eterno en su presencia.

IMG: «Virtud de la Caridad» de Matteo Bonechi