La mirada de Jesús

Jueves – XXIV semana del TO- Año par

• 1Co 15, 1-11. Predicamos así, y así lo creísteis vosotros.
• Sal 117. Dad gracias al Señor porque es bueno.
• Lc 7, 36-50. Sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho.

Los destinatarios de san Pablo ciertamente se movían en un entorno eminentemente griego, los corintios al igual que muchos de su época no había escuchado hablar sobre resurrección de los muertos, de ahí que debe haber sido uno de los problemas de fe que pudiesen haber tenido. San Pablo al hacer una exposición sintética y a la vez enfática sobre la resurrección de Jesucristo busca iluminar el punto central de nuestra fe, poniéndose él mismo como testigo del Señor resucitado. El texto es precioso no sólo nos refleja una tradición recibida, sino que es también una confesión de fe de uno que se encontró con el Señor. Este texto de hecho, es el más antiguo que existe sobre la resurrección de Jesús, siendo escrito incluso antes que los evangelios, unos 20 o 30 años después de los acontecimientos de aquel día de Pascua. Frente a las dificultades que podrían haber vivido aquellos cristianos en medio de un ambiente que cuestionaba fuertemente el hecho, san Pablo les invita a afianzarse cada vez más en núcleo del Evangelio, debería ser también para nosotros un ejemplo en tiempos en que muchos cuestionan nuestra fe, hemos de beber de la fuente, de la tradición de tantos hombres y mujeres que nos han precedido y que nos han dejado una herencia riquísima que nos impulsa a vivir de una manera diferente.

Por otro lado en el santo Evangelio nos encontramos con un pasaje que nos muestra el modo en que Jesús se abre a lo demás, no obstante las insidias de los fariseos el Señor acepta comer en casa de uno de ellos. La invitación parece no revestir de ningún matiz especial puesto que no se le dan atenciones a Jesús de un huésped distinguido. Entra en acto una mujer, cuya mala fama le precedía, sin embargo aquella que no había recibido a Jesús en su casa lo vino a recibir en su corazón, la hospitalidad más grande se manifiesta con los actos de manifiestan su contrición. El Señor busca purificar la mirada del fariseo que le invito. En primer lugar Jesús se muestra más que un profeta porque no sólo conoce el corazón de la mujer que la ungido los pies, sino también el corazón de fariseo que juzga. La acusación parece seguir el principio el pecador contamina al justo, lo hace impuro, indigno etc. Sin embargo el Señor con su absolución demuestra como Él es más grande que nuestro pecado, porque nosotros no podemos contaminarle al contrario Él nos purifica. Las lágrimas de aquella mujer finalmente fueron enjugadas, llegando a vivir aquel “bienaventurados los que lloran porque serán consolados”.

«El Señor amó no el ungüento, sino el cariño; agradeció la fe, alabó la humildad. Y tú también, si deseas la gracia, aumenta tu amor; derrama sobre el cuerpo de Jesús tu fe en la Resurrección, el perfume de la Iglesia santa y el ungüento de la caridad fraterna»

San Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucam, ad loc.

Roguemos al Señor nos conceda la gracia en este día de aprender a ver con su mirada de misericordia la realidad del hermano que tenemos a nuestro lado,  y que purificando nuestro corazón con un sincero arrepentimiento podamos gozar plenamente de la vida nueva de la gracia.

IMG: «Cristo en casa del fariseo» de Rubens