Frutos de vida eterna

XXVII  Domingo del TO – Ciclo A

• Is 5, 1-7. La viña del Señor del universo es la casa de Israel.
• Sal 79. La viña del Señor es la casa de Israel.
• Flp 4, 6-9. Ponedlo por obra, y el Dios de la paz estará con vosotros.
• Mt 21, 33-43. Arrendará la viña a otros labradores.

El esfuerzo, los cuidados y atenciones de un agricultor son frecuentemente utilizados en la Sagrada Escritura para evocar el amor misericordioso con el que nuestro Dios providente busca cuidar a cada una de sus criaturas, cuanto más al hombre, a quien creo a su imagen y semejanza, y cuya naturaleza mortal asumió en Cristo Jesús.

La alegoría de la viña presente en la primera lectura es un cántico precioso que podríamos traducir al hoy de nuestra historia con una pregunta sencilla, es como si Dios nos interpelara diciéndonos “¿Qué hace falta que haga por ti para que seas feliz?” y ojo estamos hablando de la felicidad que es antesala de la felicidad eterna. Dios dispone en nuestra vida todo para que podamos realmente crecer y desarrollarnos para alcanzar nuestro fin último, ser una alabanza viva de su Gloria. A menudo la catequesis del mundo nos lleva a distraernos del paso del Señor por nuestra historia, es más, muchas veces parece que Él no está presente.

El mundo te dice serás feliz cuando tengas X carro, X casa en X colonia, X trabajo, X salario; serás feliz cuando hagas X viajes; serás feliz cuando tengas X éxitos profesionales, etc. Sin embargo, en medio de esta situación de pandemia ¿no hemos acaso aprendido a revalorizar estas cosas? Cuan agradecidos estamos de tener ese trabajito humilde y sencillo cuando muchas empresas han tenido que hacer recortes de personal, cuan agradecidos estamos de vivir modestamente en la casa que estamos, quien anda pensando en viajar en estos días cuando damos gracias por el simple hecho de haber vuelto del supermercado sin mayor contratiempo.

 Es interesante queridos hermanos como un pequeño virus pone en jaque y hace caer las falsedades de la catequesis mundana. Estas situaciones límite nos hacen abrir los ojos ante las bendiciones que ya hemos recibido del Señor. Entonces ¿eso significa que este mal que anhela superarme profesionalmente? ¿Es malo buscar una mejor condición socioeconómica? Para nada, el problema está cuando ponemos nuestra felicidad última en aquellas realidades, pues estás son contingentes, pasajeras y limitadas. Tú y yo hemos sido creados para algo más, hemos sido creados para la eternidad, por eso nunca satisfarán los anhelos de tu corazón esas cosas.

 Ahora bien, rectamente ordenado a la luz de la razón iluminada por la fe, podemos Dios ha dispuesto todo en nuestra vida para que alcancemos aquel gozo supremo que viene de una vida en la que buscamos conocerlo, amarlo y servirlo cada vez más, vemos que en nuestro peregrinaje por esta tierra el dispone toda suerte de bendiciones en nuestro camino, surge entonces la pregunta ¿cómo estoy acogiéndonos esos dones del Señor? ¿le doy gracias? ¿estoy haciendo de todas estas realidades una ocasión de provecho para la vida eterna? ¿sé tener una mirada sobrenatural de las cosas? ¿Estoy produciendo frutos de vida eterna?


«Jesús llama su viña a las almas humanas; a ellas las ha cercado, con una clausura, con la seguridad que dan sus mandamientos y la guarda que le proporcionan sus ángeles. Seguidamente plantó a nuestro alrededor como una barrera, poniendo en la Iglesia en el primer puesto a los apóstoles, en el segundo a los profetas, en el tercero a los maestros. Por el ejemplo de los hombres santos de todos tiempos, hace que se eleve nuestro pensamiento sin dejar que caiga en tierra donde sería pisado. Quiere que los ardores de la caridad, como los racimos de uva colgantes de una vid, nos aten a nuestro prójimo y nos hagan descansar en él. Así manteniendo constantemente nuestro deseo hacia el cielo, nos levantaremos como vides que trepan hasta las más altas cimas.

Nos pide también que consintamos en ser podados. Ahora bien, un alma está podada cuando aleja de ellas las preocupaciones del mundo, que no son más que una carga para nuestros corazones. Así, el que aleja de sí mismo el amor carnal y no está atado a las riquezas o que tiene por detestable y menospreciable la pasión por esta miserable y falsa gloria ha sido, por decirlo así, escardado, y respira de nuevo, desembarazo ya de la carga inútil de las preocupaciones de este mundo.

Pero para mantenernos en la misma línea de la parábola, es precios que no produzcamos únicamente madera, es decir que no vivamos con ostentación, ni que busquemos ansiosamente la alabanza de los de fuera. Es necesario que demos fruto reservando nuestras obras para ser mostradas tan solo al verdadero propietario de la viña.»

San Basilio Magno, Homilía 5 sobre el Hexamerón, 6


Ciertamente la parábola del santo Evangelio vista en este sentido también resulta iluminadora, más aún cuando tenemos responsabilidad sobre otros sea familiar, sea laboral o eclesial, así como obreros de su viña también a nosotros se nos pedirá fruto de cómo hemos colaborado con el dueño de la viña en el cuidado de aquellos que nos fueron confiados, cuando vengan sus enviados ¿podremos entregar frutos?

En este día roguemos al Señor nos conceda la gracia de saber vivir una vida según su Corazón, siendo fieles a su Palabra y dando frutos de vida eterna