Perseverando en la persecución

Viernes – XXXIII semana del TO – Año par

• Ap 10, 8-11. Tomé el librito y lo devoré.
• Sal 118. ¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!
• Lc 19, 45-48. Habéis hecho de la casa de Dios una «cueva de bandidos».

Continuando nuestra meditación sobre el libro del apocalipsis nos encontramos con este breve texto en el cual vemos como el vidente de patmos come un pequeño libro, los efectos en el paladar son dulces y suaves, sin embargo más tarde se vuelve amargo para el estómago. Esto evoca un pasaje del profeta Ezequiel en el Antiguo Testamento, Juan no sólo es un vidente sino a la vez un profeta, pues aquello que ve habrá de comunicarlo, de ese modo se le da a conocer como la Palabra de Dios que recibe es en sí misma suave y agradable pues viene de lo Alto y contiene una buena noticia, sin embargo también será ocasión de tribulación y dificultad para otros puesto que implicará anunciar la cruz, pero también denunciar el pecado para sacar a algunos de su falsa seguridad y llevarlos a la conversión.  Recordemos que el apocalipsis es un libro que estaba dirigido a la Iglesia que sufre persecución de modo que al recordar la dulzura de la Palabra recibida se encomienda a Juan anunciar el triunfo definitivo de la Iglesia y la liberación de los cristianos de sus opresores, sin embargo la amargura recordará los sufrimientos que habrán de pasarse mientras llega aquel momento.

La persecución es propia de la existencia terrena de la Iglesia mientras dirige a sus hijos camino al cielo, porque la Buena Nueva de Jesús es una luz que disipa tinieblas, es fuego que hacer arder lo que se encuentra frío, es fuerza que mueve lo que esta inerte, es firmeza que robustece lo débil.

Como decían los obispos en el Concilio Vaticano II

«La Iglesia, «va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios», anunciando la cruz y la muerte del Señor, hasta que El venga (cf. 1Co 11, 26). Se vigoriza con la fuerza del Señor resucitado, para vencer con paciencia y con caridad sus propios sufrimientos y dificultades internas y externas, y descubre fielmente en el mundo el misterio de Cristo, aunque entre penumbras, hasta que al fin de los tiempos se descubra con todo esplendor» Lumen Gentium 8

Este es el mismo ejemplo que Cristo nos di con su vida, tal y como lo encontramos hoy en el santo Evangelio, este pasaje ha sido conocido por alguno como “la expulsión de los vendedores del Templo” aunque más propiamente vistos con ojos de fe sabemos que su nombre es “La purificación del Templo”. Ciertamente dada la afluencia de abundantes peregrinos que se acercaban a Jerusalén a ofrecer sacrificios, algunos fueron facilitando el poder adquirir el animal para el sacrificio en las cercanías del Templo, pero aquello se desvirtuó y en vez de convertirse en un auxilio para el que venía de lejos se terminó haciendo negocio.

Jesús busca recordar cual es la verdadera razón de ser del Templo, es la morada de Dios, es el lugar del encuentro con el Señor, es casa de oración. El gesto de Jesús resultará incomodo y san Lucas enfatizará ciertamente el aspecto de persecución en contra del Señor. Sin embargo podemos enriquecer esto también a la luz de los otros Evangelios que nos recuerdan el carácter profético sobre la resurrección que tendría este episodio.

No es poco común escuchar tres tipos de enseñanza respecto a este texto del Evangelio, una en sentido literal, con la cual nos unimos a los apóstoles que luego de la resurrección recordaron este evento y cayeron en la cuenta de que cuando Él hablaba de levantar en el Templo en tres días estaba hablando de su resurrección. En un segundo momento se nos recuerda también la importancia que tienen nuestras iglesias o templos en la vida de cada cristiano, es el lugar del encuentro con el Señor, sobre todo cuando sabemos que ahí se encuentra Jesús presente en el Sagrario. Una tercera enseñanza es recordar que nuestro cuerpo también es templo del Espíritu Santo, por tanto hemos de cuidarlo y preservarlo de toda profanación evitando hacerlo ocasión de pecado, recordemos cuando hablamos que la “carne” es débil no estamos haciendo una consigna contra nuestro cuerpo, sino que nos referimos a que llevamos en nuestro interior una inclinación a aborrecer el sufrimiento y al deseo inmoderado de placer, nuestro cuerpo lejos de ser nuestro peor enemigo en la vida espiritual, puede llegar a ser nuestro mejor aliado en el combate contra el pecado y la construcción de una vida virtuosa, toda mortificación o penitencia corporal, por ejemplo, apunta no a maltratarnos sino a liberar nuestro cuerpo de las cadenas de esas tendencias negativas que podamos encontrar. A esta tercera enseñanza podríamos recordar una cuarta, y es que todo cristiano es parte del Cuerpo Místico de Cristo, es también Templo del Señor, por tanto toda obra de misericordia que realizamos con aquel que pasa necesidad es un acto de honra al Señor, de ahí que el Papa Francisco nos recuerde que el contacto con el pobre es tocar la carne de Cristo.

Roguemos al Señor nos conceda la gracia de sabernos fortalecer en la escucha de su Palabra y en la comunión del Pan eucarístico de modo que no obstante las persecuciones que podamos llegar a padecer por Cristo, recordemos siempre que si con Él sufrimos reinaremos con Él.

IMG: Pintura de Carl Heinrich Bloch