Martes – I semana de adviento
• Is 11, 1-10. Sobre él se posará el espíritu del Señor.
• Sal 71. En sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
• Lc 10, 21-24. Jesús, lleno de alegría en el Espíritu Santo
En la palabra profética de Isaías podemos encontrar un doble misterio que se nos anuncia, por un lado, de modo inmediato nos presenta el nacimiento de un rey para el Pueblo de Israel y las características que le adornarán, será justo, se apidará de los pobres y temerá a Dios. Por otro lado, también nos habla de la paz paradisíaca de los tiempos mesiánicos, en la que resalta de modo particular la figura de un niño.
La Tradición de la Iglesia ha visto en todo esto la llegada de Jesucristo al mundo ese niño rey que nacerá en Belén, un rey que tiene por trono la cruz y por corona espinas, Él es el rey de la gloria, el que reinará sobre los corazones de los hombres. Este es el gran prodigio que celebramos en el adviento, del cielo baja al vientre de María, del vientre de María al leño del pesebre, del leño del pesebre – el hijo del carpintero irá – al leño de la cruz, de la cruz al sepulcro, del sepulcro -resucitará – vendrá de nuevo a los suyos y aunque cuarenta días después sube al cielo nos prometió que regresará un día.
El texto también nos habla de la acción del Espíritu Santo dentro la historia de la salvación y su vinculación estrecha con el Niño nacido en Belén. El Padre unge con el Espíritu Santo a su Hijo Único, ya lo decía el profeta “Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor” (Is 7, 2)
El Divino Niño inaugura los tiempos mesiánicos, inaugura una era de misericordia y paz, puesto que reconcilia al mundo entero con el Padre, y aunque aún esta realidad se hará plena al final de los tiempos con los cielos nuevos y la tierra nueva, se vislumbra la acción de la gracia de Dios desde ya.
«Se restablece la paz que Isaías anuncia para los tiempos del Mesías: «Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito…» (Is 11, 6). Donde el pecado es vencido, donde se restablece la armonía del hombre con Dios, se produce la reconciliación de la creación; la creación desgarrada vuelve a ser un lugar de paz, como dirá Pablo, que habla de los gemidos de la creación que, «expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios» (Rm 8, 19).»
Joseph Ratzinger, Jesús de Nazaret I
En el Evangelio vemos como el mismo Señor manifiesta su gozo exultante, dice la Palabra “En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien” (Lc 10, 21). Se nos revela el cumplimiento de las promesas antiguas en Él, pues el tiempo ha llegado y los más pequeños han sido aquellos capaces de reconocerlos. Él nos ha revelado al Padre, Jesús nos ha abierto el camino a la plena comunión con Él, nos ha concedido la gracia por la cual podemos ser hijos amados por adopción, por ello decimos somos hijos en el Hijo. Lo que Jesús es por naturaleza nosotros podemos vivirlo por gracia. Por ello se nos invita a la pequeñez, la humildad y a la sencillez, algo se dice pequeño solo en relación a otra cosa que es de mayor tamaño, sólo aquel que es capaz de abajarse y renunciar a sus propios criterios es capaz de reconocer a Cristo como el Hijo de Dios, quien está lleno de sí mismo no tiene espacio en su corazón para acoger a otro y menos al Otro.
Para mostrarnos como hemos de salir de nosotros mismos, y abajarnos, el Hijo de Dios, se hizo uno de nosotros, para podernos elevar hasta el Padre, santa Teresa de Liseux decía por ello “que es propio del amor abajarse”, pero el Señor no sólo se hizo hombre, sino que nos divinizó con su Vida divina, Él nos ha elevado.
«Y reveló estas cosas a los pequeños. ¿A qué pequeños? No a los que son pequeños en edad, sino a los que son pequeños respecto al pecado y la malicia. A estos es a los que reveló como buscar los bienes del paraíso y las cosas futuras del reino de los cielos»
Epifanio el Latino, Interpretación de los evangelios, 26
Roguemos al Señor nos ayude a abajarnos para poder reconocerle y ser elevados por Él hacia esas alturas para las que nos ha pensado, para vivir como hombres llenos del Espíritu Santo, llevando su Amor por los caminos de este mundo.
IMG: Mosaico de la Virgen María con el Niño en la Basilica de sant’Apolinare en Ravenna