Lunes – III semana de Adviento
Nm 24, 2-7. 15-17. Avanza una estrella de Jacob
Sal 24. Señor instrúyeme en tus sendas.
+Mt 21, 23-27. El bautismo de Juan ¿de dónde venía?
Es común que los niños pequeños hagan experiencia de cierto temor cuando se encuentran a oscuras, algunos incluso tienen en sus habitaciones pequeñas luces nocturnas que les sirven de consuelo en un ambiente dominado por la tiniebla.
Así el hombre al hacer experiencia de su debilidad, cuando se descubre flaco en el combate espiritual o cae presa del pecado, entra como en un ambiente de oscuridad en el que va sintiendo temor, tal como los niños, y lo ordinario sería que en medio de la tiniebla, en su corazón resonará una alarma que le advirtiera que va andando por un camino sombrío en el que podría tropezar, la conciencia juega ese rol importante de movernos hacia lo que el espíritu bueno busca inclinarnos para salir de esa situación de tinieblas.
Pero puede suceder que los hombres por una conveniencia aparente se acostumbren a esa oscuridad tropezando y cayendo constantemente, todo por temor a la luz, tal parece ser el caso de los sumos sacerdotes y ancianos que menciona el Evangelio y que buscan poner una trampa a Jesús. Porque así como cuando uno percibe cierto dolor e incomodidad cuando ha pasado mucho tiempo en un cuarto oscuro y sale de presto a un ambiente luminoso, el hombre que es descubierto por la luz la del bien y la verdad experimenta cierta incomodidad al inicio hasta que su visión se ajusta y descubre la vida auténtica y verdadera a la que está llamado.
Mientras nos acercamos a la Navidad la profecía de Balaam nos recuerda que aquel que ha nacido en Belén es un Rey, Él es la luz que ilumina el pregrinar de los hombres por el camino de la vida, como decía el salmo “…el Señor indica a los pecadores el sendero…” Sin embargo para entrar en la luz, hace falta entrar en la conversión, se requiere docilidad para de dejarse iluminar, Dios, “guía por la senda recta a los humildes y descubre sus caminos a los pobres”
Ante los momentos arduos en el combate espiritual, ante los momentos en que experimentamos el desaliento, ante los momentos en el que la santidad nos parece una utopía puesto que descubrimos nuestras múltiples caídas, recordemos: Cristo se hizo hombre como nosotros, semejante en todo menos el pecado, conoce la debilidad humana y nació para morir en la cruz y liberarnos de las ataduras del pecado y sus consecuencias, el disipa toda tiniebla, ya no hay que temer, por eso la antífona de entrada de la Misa de hoy nos dice “He aquí que vendrá el Salvador, ya no tengan miedo”.
IMG: Vitral De la Iglesia del Sagrado Corazón en Sopramonte