La hermosísima lectura de la carta a los hebreos que se nos propone a meditar en este día nos hace lanzar nuestra mirada a uno de los dones más grandes de Dios a la humanidad: el sacerdocio de Cristo. Dice la carta: “todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está constituido en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados” (Hb 5, 1). Ciertamente este ministro del Señor es un servidor que funge como mediador entre el mundo terreno y el divino, entre Dios y los hombres. Visto en clave cristiana se dice que el sacerdocio levítico del Antiguo Testamento, así como aquel de las religiones paganas tenían como propósito ser figura del verdadero sumo y eterno sacerdote, nuestro Señor Jesucristo.
Él, al ser Verbo de Dios encarnado, verdadero Dios y verdadero hombre, engendrado antes de todos los siglos y nacido de María virgen, es el perfecto mediador entre Dios y los hombres. De Él se derivará el sacerdocio del Nuevo Testamento, de modo que los ministro consagrados del Señor en su santa Iglesia son partícipes del sacerdocio de Jesús. Todo varón que ha recibido el sacramento del orden puede decir que ha sido hecho uno con Cristo sacerdote, por eso se dice cuando preside las celebraciones del culto divino actúa in persona Christi capitis, en la persona de Cristo cabeza de la Iglesia.
«El oficio propio del sacerdote es el de ser mediador entre Dios y el pueblo, en cuanto que, por un lado, entrega al pueblo las cosas divinas, de donde le viene el nombre de “sacerdote”, esto es, “el que da las cosas sagradas”; (…) y, por otro, ofrece a Dios las oraciones del pueblo, e igualmente satisface a Dios por los pecados de ese mismo pueblo»
Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae 3,22,1.
En el santo evangelio de hoy encontramos como se plantea una pregunta a Jesús acerca del ayuno “Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?” (Mc 1, 18). Como punto de partida vemos que se trata de una pregunta que lleva una intención viciada, por el contexto del pasaje anterior (Jesús que come con los pecadores) y las siguientes en las cuales Jesús cura en sábado, notaremos que los “celosos” de la Ley comienzan a cuestionar el obrar del Señor.
Podemos apuntar dos cosas muy importantes, en primer lugar el Señor retoma la imagen del esposo. En el Antiguo Testamento, vemos que la imagen del matrimonio era frecuentemente utilizada para describir la alianza entre Dios y el Pueblo de israel, de hecho el modo en que utiliza Jesús la palabra “esposo” corresponde al modo en que otras lenguas se utiliza aún hoy en día para esta palabra es propio para describir al hombre que contrae nupcias en el día de la boda. Jesús está por establecer la nueva alianza con el nuevo Pueblo de Israel. La alegría de la boda inaugura el nuevo tiempo de la ley del amor.
«”¿Por qué nosotros ayunamos, y tus discípulos no?” ¿Por qué? Porque para vosotros el ayuno es un asunto de ley. No es un don espontáneo. El ayuno en sí mismo no tiene valor; lo que cuenta es el deseo del que ayuna. ¿Qué provecho pensáis sacar de vuestro ayuno, si ayunáis contrariados y forzados por una ley? El ayuno es un arado maravilloso para labrar el campo de la santidad. Pero los discípulos de Cristo están situados de lleno en el corazón del campo ya maduro de la santidad; comen el pan de la cosecha nueva. ¿Cómo se verían obligados a practicar ayunos que ya son caducados? “¿Pueden, acaso, ayunar los amigos del Esposo mientras el Esposo está con ellos?”
El que se casa se entrega por completo a la alegría y participa en el banquete; se muestra afable y alegre con los invitados; hace todo lo que le inspira su amor por la esposa. Cristo celebra sus bodas con la Iglesia mientras vive sobre tierra. Por eso, acepta participar en las comidas a donde se le invita, no se niega. Lleno de benevolencia y de amor, se muestra humano, asequible y amable. ¿No viene para unir al hombre con Dios y hacer de sus compañeros los miembros de la familia de Dios?»
San Pedro Crisólogo, Sermón sobre Marcos 2: PL 52, 287
En segundo lugar también el Señor deja entrever su pasión cuando afirma que el tiempo de alegría terminará cuando se lleven al esposo. La cruz que sabemos está presente a lo largo de la vida de Cristo se manifiesta aún en esta ocasión ante la pregunta viciada que se le plantea.
También resultar interesante una lectura espiritual que san Beda el venerable en la edad media hacía del vino nuevo y del odre nuevo para motivarnos a vivir siempre con mayor plenitud este pasaje de la Sagrada Escritura
“Si uno busca la diferencia espiritual que hay entre el vino nuevo y el vestido nuevo, encontrará con facilidad que con el vino reparamos las fuerzas y nos embriagamos, mientras que con el vestido nos cubrimos externamente. No obstante, ambos tienen un significado que concierne la vida espiritual : con el vestido se da a entender nuestras buenas obras externas y que hacemos delante de los hombres; por el contrario con el vino nuevo se insta al fervor de la fe, la esperanza y la caridad que nos transforma interiormente delante de nuestro Creador”
Exposición al Ev. De Marcos 1, 2, 22
Que podamos vivir en este día esta novedad de nuestra vida cristiana con la alegría de aquellos que se saben viven la presencia del Esposo amado, siendo fieles a Él, imitandole y alabándole confiando en que a la derecha del Padre sigue intercediendo por nosotros como verdadero Sumo y Eterno sacerdote.
Lecturas
Hb 5, 1-10. Siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer
Sal 109. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec
Mc 2, 18-22. El esposo está con ellos.
IMG: Icono de Cristo Sumo Sacerdote con Sergey Radonezhsky and Evfimy of Suzdal