Valentía y Esperanza

Un motivo constante en las cartas que componen el corpus paulinus es siempre contener invitaciones a llevar una vida de santidad, a no desfallecer en lo que san Pablo llamó el buen combate de la fe, y si aunque sabemos que el autor de la carta a los hebreos no es directamente el apóstol, si encontramos el mismo espíritu que animaba sus escritos en textos como el de hoy.

Nuestro corazón se siente interpelado ante las palabras que escuchamos en la carta cuando nos dice “Deseamos que cada uno de ustedes demuestre el mismo empeño hasta el final, para que se cumpla su esperanza y no sean indolentes, sino imiten a los que con fe y perseverancia, consiguen lo prometido” (Hb 6, 12)

Ciertamente en medio del discurso doctrinal que el autor de la carta a los hebreos viene realizando acerca del sacerdocio y el sacrificio de Cristo, incluye este apartado para invitarnos a vivir según las gracias que este don del Señor nos ha dejado, es una invitación a la valentía, la audacia, la firmeza en nuestro obrar conforme a la fe que hemos abrazado, es un lanzarnos a una vida según el evangelio realizando toda clase de obra buena para mayor gloria de Dios, es un caminar con la confianza puesta en la fidelidad del Señor a sus promesas. De hecho, podríamos decir la valentía del cristiano para lanzarse a combatir el buen combate de la fe tiene su fuente en la esperanza en su Señor. Esta virtud es un donde Dios que nos mantiene firmes en medio de las tempestades del día a día, por definición es la disposición firme y estable de nuestro corazón por la cual anhelamos el reino de los cielos como nuestra felicidad suprema y confiamos en que el Espíritu Santo nos dará los auxilios necesarios para alcanzarlo, por ello la antigüedad cristiana la simbolizado el con el ancla, que en medio de los vaivenes de las olas mantiene un barco firme en medio del mar.

Por otro lado en el santo Evangelio vemos una discusión de los fariseos con Jesús acerca del sábado. Recordemos, aquí esta en juego algo más que la observancia de un precepto formal, el descanso del séptimo día de la semana era una imitación del descanso de Dios al final de su obra creadora, el hombre debía hacer lo mismo al final de su participación en la obra creadora de Dios que se manifestaba en el trabajo, el señorío del hombre sobre el obrar de sus manos es un reflejo del señorío de Dios sobre todo cuanto existe. Más aún, Jesús al declararse Señor del sábado da a conocer su identidad, pues se pone en el lugar de Dios, de ese modo no sólo hace una interpretación del descanso sabático sino que lo redimensiona entorno a sí mismo, de modo que la razón de ser del descanso no estaría simplemente en el cumplimiento de un precepto formal, sino en la imitación del mismo Cristo, que en toda ocasión es libre de hacer el bien y obrar con misericordia.

Jesús como Mesías de Israel y Salvador del mundo se nos presenta como el modelo a seguir para todo hombre, su libertad es plena, por eso ante las insidias y normas pesadas de los fariseos Él continúa a hacer manifiesta en medio los hombres la voluntad de Dios. No teme a los fariseos que le critican por su buen obrar, Él, modelo acabado de toda humildad, no duda en decir a sus acusadores que Él es el Señor y Señor del sábado, y anuncia la verdad iluminando su camino al recordarles que el “sábado fue creado para el hombre” y no al revés, no hay que ponerse bozales ni atarse a cosas que son un medio y no un fin.

La libertad que da el vivir de cara a Dios supera el legalismo del que obra por un mero compromiso y supera el laxismo de aquel que no se toma en serio su progreso en la fe. Sobre esta libertad del espíritu escribiría san Francisco de Sales a la Baronesa de Chantal

«Es una liberación del corazón cristiano de todas las cosas, para poder seguir la voluntad de Dios reconocida. … Pedimos a Dios, ante todo, que su Nombre sea santificado, que venga su Reino, que se haga su voluntad en la tierra como en el cielo. Todo esto no es otra cosa sino libertad de espíritu porque, con tal que el nombre de Dios sea santificado, que su Majestad reine en nosotros, que se haga su voluntad, el espíritu ya no se preocupa de otra cosa.

El corazón que posee esta libertad, no pierde su alegría por ninguna privación, ni se entristece quien tiene su corazón desapegado de todo. No digo que a veces no sea así pero suele durarle poco.

Los efectos de esta libertad son: una gran suavidad de espíritu, gran dulzura y condescendencia a todo lo que no es pecado o peligro de pecado; es ese humor dulce y que se pliega a todo acto de virtud y caridad.»

San Francisco de Sales, Carta del 14 de octubre de 1604

Roguemos al Señor nos conceda crecer en esperanza cristiana para obrar con valentía y libertad de espíritu siempre en la búsqueda del bien, y así hacer presente su Reino en nuestro mundo.

Lecturas:
Hb 6, 10-20. La esperanza que tenemos delante es para nosotros como ancla segura y firme
Sal 110. El Señor recuerda siempre su alianza
Mc 2, 23-28. El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado

IMG: «Símbolo de la esperanza» de Monzio Compagnoni