Imagen y Semejanza del Dios de la Misericordia

Ayer meditábamos en la primera parte del relato de la Creación, hoy llegamos a su punto central, la creación del hombre, que vaya precedida por la de los animales, las plantas y los astros ciertamente quiere revelarnos cómo todo ha sido creado por Dios en atención al hombre, siguiendo esa misma lógica al considerar el día séptimo como el día consagrado del Señor, se nos muestra como el fin último es el mismo Dios, su gloria, su honra y alabanza por cuanto ha hecho.

Entre las notas importantes que podemos considerar al momento de meditar la creación del hombre, hemos de recordar, primero, ningún hombre es casualidad, todos hemos sido queridos y amados por Dios, no somos productos del azar, la sabiduría infinita de Dios ha querido manifestar su grandeza en la creación de todo cuanto existe. Segundo, gozamos todos y cada uno de una dignidad altísima ya que somos imagen y semejanza de nuestro Creador, hemos sido dotados de inteligencia y libertad pero también hemos sido hechos capaces de entrar en una relación con Él y entre nosotros, y por tanto capaces de establecer pactos, de formar alianzas, hecho que se manifestará de modo especial en la Encarnación del Hijo de Dios, ahí donde nuestra humanidad ha sido asumida por la divinidad. Tercero y derivado de lo anterior, podemos ver como en la complementariedad y diferenciación que existe entre el hombre y la mujer se manifiestan las perfecciones de Dios.

«El hecho de que el ser humano, creado como hombre y mujer, sea imagen de Dios, no significa solamente que cada uno de ellos individualmente es imagen de Dios como ser racional y libre; significa además que el hombre y la mujer, creados como “unidad de dos” en su común humanidad, están llamados a vivir una comunión de amor y, de este modo, reflejar en el mundo la comunión de amor que se da en Dios, por la que las tres Personas se aman en el íntimo misterio de la única vida divina. (…) Esta “unidad de los dos” que es signo de la comunión interpersonal, indica que en la creación del hombre se da también una cierta semejanza con la comunión divina (communio). Esta semejanza se da como cualidad del ser personal de ambos, del hombre y de la mujer, y al mismo tiempo como una llamada y tarea» 

San Juan Pablo II, Mulieris dignitatem, n. 7

En el santo Evangelio contemplamos nuevamente a los fariseos escandalizados por las conductas de los discípulos de Jesús, recordemos criticarles a ellos era al mismo tiempo criticar al Señor. Aquellos que era tenidos por expertos en la Ley corrían el error de quedarse en la formalidad, en la superficialidad, en el cumplir por cumplir, y no iban a lo profundidad de las cosas, no servían a la Palabra sino que se servían de ella como lo manifiesta el ejemplo de Jesús acerca del modo en que algunos evitaban ayudar a sus propios padres. 

La misericordia del Señor se manifiesta en la corrección que les hace, Él, quiere llevar a ver más allá del gesto exterior, el cual es vacío si no va acompañado de la recta intención del corazón. Los maestros de vida espiritual constantemente nos invitan a remediar esta tentación de principiantes que se la llevan de justicieros de un modo sencillo y concreto, hay que tener presente frente a sí primero el propio pecado. De este modo el falso celo es purificado y la misericordia comienza a ocupar el lugar que le corresponde, solo desde el amor se es capaz de entrar en la conversión sincera del corazón, sólo desde el amor podemos pasar de la palabra vacía a la obra concreta.

“A veces nos damos cuenta de nuestra gran ceguera. Obramos mal y presentamos mil excusas. A menudo nos mueven las pasiones e intentamos hacer pasar nuestro actuar por obra de buen celo. Corregimos las pequeñas faltas de los demás y nos permitimos caer en faltas grandes. Estamos prontos para juzgar y condenar los yerros de los otros pero no tenemos cuidado en no serles molestos. El que se juzgara a si mismo con rectitud no tendría ya coraje para juzgar severamente a los demás…Un cristiano presta atención a su propia vida ante todo, y el que vigila sus propias acciones se guarda bien de criticar la conducta de los demás…Descansarás plácidamente, si tu corazón no te reprende. No te alegres sino cuando obrares bien. Los malos nunca tienen alegría verdadera ni sienten paz interior; porque dice el Señor: No tienen paz los malos. (Is 57,21)… Fácilmente estará contento y sosegado el que tiene la conciencia limpia. No eres más santo porque te alaben, ni más vil porque te desprecien. Lo que eres, eso eres; y por más que te estimen los hombres, no puedes ser, ante Dios, más grande de lo que eres. Si miras lo que eres dentro de ti, no tendrás cuidado de lo que de ti hablen los hombres. El hombre ve lo de fuera, mas Dios ve el corazón. (1Sam 16,7).”

Imitación de Cristo, II, Cap 5 y 6

Roguemos al Señor nos conceda la gracia de saber descubrir su presencia misericordiosa en nuestras vidas para que con un corazón agradecido sepamos descubrir el don de su amor en nuestros hermanos procurando siempre hacer el bien con pureza de intención. 

Gn 1, 20—2,4. Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza
Sal 8. Señor; Dios nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Mc 7, 1-13. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres 

IMG: Detalle de la creación de Adán en el fresco del «Juicio Final» de Miguel Ángel