Si ayer comentabamos la triste caída de Adán y Eva, ahora contemplamos en medio de la narración de las consecuencias del pecado original el anuncio de la salvación. Sí, en medio de la caída se alza una luz de esperanza, en Gn 3, 15 – el llamado protoevangelio- Dios dice a la serpiente “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te herirá en la cabeza, mientras tú le herirás en el talón.” Esta es una Palabra que el Señor dirige a la humanidad para mostrarle que no le abandona a la muerte, que no lo dejará en aquella situación de pecado, es la manifestación del amor misericordioso de Dios en la historia. En aquella descendencia vemos el anuncio de la llegada del Mesías salvador. Así ante las preguntas “¿Dónde estás?…¿por qué lo has hecho? que el Señor dirigía Adán mientras éste se escondía, en Cristo Salvador escucharemos la respuesta del Nuevo Adán que dice “He aquí que vengo para hacer Tu Voluntad”.
“Pero, ¿por qué Dios no impidió que el primer hombre pecara? San León Magno responde: «La gracia inefable de Cristo nos ha dado bienes mejores que los que nos quitó la envidia del demonio» (Sermones, 73,4: PL 54, 396). Y santo Tomás de Aquino: «Nada se opone a que la naturaleza humana haya sido destinada a un fin más alto después de pecado. Dios, en efecto, permite que los males se hagan para sacar de ellos un mayor bien. De ahí las palabras de san Pablo: «Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Rm 5,20). Y en la bendición del Cirio Pascual: «¡Oh feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!»» (S.Th., 3, q.1, a.3, ad 3: en el Pregón Pascual «Exultet» se recogen textos de santo Tomas de esta cita).”
Catecismo de la Iglesia Católica n. 412
Por otro lado en el santo Evangelio vemos las entrañas de misericordia de Jesús, san Marcos nos presenta a menudo la profunda compasión que el Hijo de Dios tiene por aquellos que le siguen, después de varias jornadas de camino sea para aprender de Él, sea porque agradecidos por alguna curación no quería separarse de su lado, sea la razón que fuere, aquellas multitudes habían descubierto en Cristo a Aquel que realmente podía satisfacer los deseos de su corazón. Este amor que persevera al lado del Amado ciertamente conmueve su Corazón y busca saciar incluso con el pan material a aquellos a los que ya alimentaba con el pan de su palabra. En medio de un mundo en el que muchas veces vamos tras sustitutos temporales o meras compensaciones afectivas, contemplar a Jesús que aliemnta a las multitudes nos hace recordar que sólo Él puede colmar los anhelos de nuestros corazones, ¿por qué mendigar afectos cuando la fuente del amor está frente a nosotros? Una antigua oración atribuída a san Clemente que se rezaba como acción de gracias después de la santa Misa recoge el anhelo de nuestra alma ante la palabra que hemos escuchado hoy:
Señor “que aprenda de ti cuan pequeño es lo terreno y cuan grande es lo divino; cuan breve lo temporal y cuan durable lo eterno”
Sábado – V semana de TO – Año I
Gn 3, 9-24. El Señor Dios lo expulsó del jardín del Edén, para que labrase el suelo
Sal 89. Señor, Tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Mc 8, 1-10. La gente comió hasta quedar saciada
Img: «Multiplicación de los panes y peces» de Giambattista Pittoni