La primera lectura de esta mañana es una continuación del texto ya proclamado el día de ayer, como fin busca el profeta llevar al pueblo a la reflexión acerca del modo en que se está viviendo la fe. Las manifestaciones exteriores de la religión ciertamente pueden verse muchas veces reducidas simplemente a una cuestión de forma, de cumplimiento superficial, sin embargo, el Señor Dios por boca de Isaías quiere recordar al Pueblo de Israel que los gestos visibles deben estar en coherencia con la relación que se vive con Él, es más una relación justa con los propios hermanos es un signo de cómo es de sincera la oración. Y es que al hablar del ayuno y otras prácticas de piedad, se están hablando de actos propios de la virtud de la religión, que en sentido estricto es la vivencia de la justicia en relación a Dios, tributándole el honor que a Él se debe, ahora bien ¿cómo un hombre podrá llamarse justo si sólo concede aquello que le corresponde a unos y no a otros? La justicia para ser reconocida como virtud debe ser hacia todos. Por tanto, no se puede ser justo con Dios e injusto con los demás. Además, al considerar la relación con el otro, se está pensando en alguien que es semejante a sí mismo, que es parte también del Pueblo de Dios, es un hermano. ¿cómo ser indiferente ante este cuando pasa dificultad?
La particularidad que vemos en la conclusión del oráculo divino en que nos centramos hoy estriba en la fidelidad del Señor a su alianza, si uno es justo con el hermano, su corazón será recto, y este será indicio también de un culto sincero al Señor, por lo que su voz es escuchada. Sin embargo, el Señor va más allá, Él no se dejará ganar en generosidad si uno actúa con justicia con el prójimo que pasa necesidad, es Él no dejará de bendecir a los que hacen un bien a los miembros de su Pueblo, de ahí también podemos deducir el amor particular con el que el Señor vela por aquellos que pasan necesidad e indigencia.
Abandonar las conductas contrarias a la voluntad del Señor no es imposible, el ejemplo de Levi (Mateo) que encontramos en el Evangelio, es un ejemplo de como un hombre que vivía de un oficio malsano, egoísta e injusto es capaz de dejarlo todo para seguir a Cristo, y que grande la alegría que llega la vida a aquel que al escuchar la voz del Señor entra en la conversión, ya que cuando Él pasa no llega sólo a una persona, sino que llega a su vida, y entra en contacto con todo la esfera de relaciones con quien la persona pueda tener contacto. Así la conversión de uno se vuelve ocasión de vida para muchos más.
La Palabra de Dios en este día es luz en nuestro camino de conversión, nos impulsa con el ejemplo de aquel que habrá de convertirse en un apóstol de Cristo a rectificar nuestros caminos y vivir según la verdadera justicia, un justicia que no es un simple cumplimiento formal y exterior de una norma, sino que se encuentra animada por el amor, y es que al ver la bondad de Dios en favor de aquellos que sufren y pasan necesidad, al descubrir la generosidad de bendiciones del Creador de cielos y tierra para quien se muestra fiel a su alianza, al contemplar la misericordia encarnada que se manifiesta en Cristo Jesús al llamar a Mateo no obstante su condición de pecador, no podemos sino experimentar como la Palabra de Dios ilumina nuestro interior, disipa las tinieblas de nuestro corazón y éste, embargado por el amor divino, no puede sino corresponderle con una conversión que brota desde lo más profundo de nuestro ser y que se manifiesta en actitudes y comportamientos concretos.
«Lo vio más con la mirada interna de su amor que con los ojos corporales. Jesús vio al publicano y, porque lo amó, lo eligió, y le dijo: Sígueme. Sígueme, que quiere decir: “Imítame” (…). Se levantó y lo siguió. No hay que extrañarse del hecho de que aquel recaudador de impuestos, a la primera indicación imperativa del Señor, abandonase su preocupación por las ganancias terrenas y, dejando de lado todas sus riquezas, se adhiriese al grupo que acompañaba a aquel que él veía carecer en absoluto de bienes. Es que el Señor, que lo llamaba por fuera con su voz, lo iluminaba de un modo interior e invisible para que le siguiera, infundiendo en su mente la luz de la gracia espiritual, para que comprendiese que aquel que aquí en la tierra lo invitaba a dejar sus negocios temporales era capaz de darle en el cielo un tesoro incorruptible» (San Beda el venerable, Homiliae 1,22).
Lecturas – Sábado después de Ceniza
Is 58, 9-14. Cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo, brillará tu luz en las tinieblas
Sal 85. Enséñame, Señor tu camino, para que siga tu verdad.
Lc 5, 27-32. No he venido a llamar los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.
IMG: «Llamada de san Mateo» de Vittore Carpaccio.