Dicha y misión en el corazón Inmaculado de María

“Me gusta mucho decirle a Jesús que lo amo. Cuando se lo digo muchas veces, parece que tengo un fuego en el pecho, pero no me quema” Santa Jacinta Marto (Memórias da Irmā Lúcia, I, 40) 

¡Qué hermoso es formar parte de la gran familia de Dios! ¡Qué hermoso es poder entrar en el amor de la Santísima Trinidad!, ¡Qué hermoso es poder llegarnos hasta Él por medio del Corazón Inmaculado de Nuestra Buena Madre! Ella con tanta suavidad y dulzura nos conduce hasta al Corazón de Cristo para vivir con coherencia y plenitud la alegría de la vida nueva del Resucitado. 

Al meditar la memoria de nuestra Señora de Fátima, nuestro corazón se enciende en amor, puesto que la presencia de María santísima en nuestra historia es siempre una ocasión para recordar el gran amor que el Padre eterno ha tenido por nosotros al haberla elegido para ser Madre de su Hijo único. 

En su obediencia a la palabra de Dios que le fue anunciada por san Gabriel tiene fundamento no sólo su dicha sino también la dicha de la humanidad entera. Las palabras con que Jesús responde a aquella mujer que de entre el gentío le lanzó un gran elogio por medio de su Madre, encontramos como Él nos revela que la gran virtud por la que María es dichosa es esta obediencia humilde y sencilla. 

Por eso san Agustín no titubea al decir que: “Hizo sin duda Santa María la voluntad del Padre; por eso más es para María ser discípula de Cristo que haber sido madre de Cristo. Más dicha le aporta el haber sido discípula de Cristo que el haber sido su madre. Por eso era María bienaventurada, pues antes de dar a luz llevó en su seno al maestro…Por eso era bienaventurada María, porque oyó la palabra de Dios y la guardó” (Sermón 72 A, 7)

Las palabras del profeta Isaías nos anuncian la dicha de la descendencia de espiritual de María, decía el profeta “los que los vean reconocerán que son la estirpe que el bendijo el Señor”, sí, puesto que nuestra Buena Madre es la portadora de la bendición por excelencia, pues llevó en su seno al mismo Hijo de Dios. Ella nos enseña a acoger la voluntad de Dios en nuestra vida para que se encarne en nosotros Jesús también hoy. 

Ella no trae a Aquel que es fuente de toda gracia, de todo don, de toda bendición, ella nos trae a Aquel que es la fuente de la verdadera alegría del corazón tal y como lo hizo con santa Isabel quien fue contagiada del gozo que san Juan Bautista que saltó en su vientre ante la presencia de Jesús en María. 

Ella también nos invita a llevar a Cristo a nuestros hermanos para que experiementen esa alegría que no conoce el fin. Ella siempre nos conduce a Jesús porque ella nos trajo a Jesús. Con razón decía san Francisco Marto sobre las visiones que les hizo vivir la santísima Virgen: “Lo que más me ha gustado de todo, fue ver a Nuestro Señor en aquella luz que Nuestra Madre puso en nuestro pecho. Quiero muchísimo a Dios”. (Memórias da Irmā Lúcia, I, 127)

La Iglesia entera junto a María puede alegrarse en el Señor, gozarse en Él, que hace grandezas en su vida, el salmo refleja esto mismo al decir “Ya entra la princesa, bellísima, vestida de perlas y brocado, la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes, la siguen sus compañeras, las traen entre alegría y algazara” (Sal 44, 14-16b). La Tradición ha visto en la princesa la figura de María y de la Iglesia, es más, en sus vestiduras hermosas y adornadas se ha contemplado  un símbolo de las virtudes, dones y gracias con las que el Señor bendice las vidas de aquellos que entran en su voluntad.

La presencia de Nuestra Buena Madre nos invita a entrar en la voluntad de Dios, saliendo de nosotros mismos, de nuestras comodidades, de nuestra indolencia ante al sufrimiento ajeno, de nuestra indiferencia, de nuestra tibieza, ella nos recuerda siempre cuan preciso es vivir con coherencia la fe y elevar suplicas y oraciones por la conversión de los pecadores, esto también forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia. 

A la vez ella nos invita a la penitencia, “Haced penitencia, haced oración, por los pecadores, implorad perdón” dice el canto tradicional. Recordemos que la penitencia debe ser vivida no como una práctica aislada sino como un verdadero ejercicio espiritual habitual en el que expiamos por nuestros pecados y los del mundo entero, así como purificamos nuestro modo de pensar, de sentir y de obrar de modo que todas nuestras aspiraciones y obras sean siempre dirigidas hacia las cosas del cielo.

El Papa Benedicto XVI en una visita hecha al santuario de Fátima nos invita a recordar la actualidad del mensaje de Nuestra Buena Madre, dice: “Se equivoca quien piensa que la misión profética de Fátima está acabada. Aquí resurge aquel plan de Dios que interpela a la humanidad desde sus inicios: 

“¿Dónde está Abel, tu hermano? […] La sangre de tu hermano me está gritando desde la tierra” (Gn 4,9). El hombre ha sido capaz de desencadenar una corriente de muerte y de terror, que no logra interrumpirla… En la Sagrada Escritura se muestra a menudo que Dios se pone a buscar a los justos para salvar la ciudad de los hombres y lo mismo hace aquí, en Fátima, cuando Nuestra Señora pregunta: “¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quiera mandaros, como acto de reparación por los pecados por los cuales Él es ofendido, y como súplica por la conversión de los pecadores?” (Memórias da Irmā Lúcia, I, 162).

Con la familia humana dispuesta a sacrificar sus lazos más sagrados en el altar de los mezquinos egoísmos de nación, raza, ideología, grupo, individuo, nuestra Madre bendita ha venido desde el Cielo ofreciendo la posibilidad de sembrar en el corazón de todos los que se acogen a ella el Amor de Dios que arde en el suyo. Al principio fueron sólo tres, pero el ejemplo de sus vidas se ha difundido y multiplicado en numerosos grupos por toda la faz de la tierra, dedicados a la causa de la solidaridad fraterna, en especial al paso de la Virgen Peregrina.” (Homilía, 13 de mayo de 2010)

El camino de la dicha que provoca el encuentro con Cristo vivo y presente en nuestra historia por medio de María santísima ciertamente implicará esta dimensión penitencial, y es que la Cruz forma parte de nuestro camino de salvación y santificación, pero recordemos en medio del sufrimiento y dolor que pueda significar el vivir con coherencia nuestra fe, la alegría del cristiano estará en haber hecho la voluntad de Dios, que es fuente de paz y felicidad. En este peregrinaje no vamos solos, nuestra Buena Madre camina con la Iglesia, camina con cada comunidad, camina con cada cristiano, ella nos cuida y nos muestra a Jesús.

“Según las palabras de Lucía, los tres privilegiados se encontraban dentro de la Luz de Dios que la Virgen irradiaba. Ella los rodeaba con el manto de Luz que Dios le había dado. Según el creer y el sentir de muchos peregrinos —por no decir de todos—, Fátima es sobre todo este manto de Luz que nos cubre, tanto aquí como en cualquier otra parte de la tierra, cuando nos refugiamos bajo la protección de la Virgen Madre para pedirle, como enseña la Salve Regina, «muéstranos a Jesús».” Papa Francisco 13 de mayo de 2017

Al meditar en este día la visita de nuestra Buena Padre en las apariciones de Fátima, roguemos por su intercesión que nos sea concedida la gracia de permanecer y perseverar en la voluntad de Dios, para que por medio de la penitencia y la oración podamos colaborar con Jesús a la obra de la salvación.

Lecturas:
Is 61, 9-11. Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios
Sal 45. Escucha, hija, mira: inclina el oído
Lc 11, 27-28. Bienaventurado el vientre que te llevó