Todo encuentro con el Señor y su Palabra suscita una reacción, nadie es indiferente a ella, exige una respuesta, hay quienes acogen el mensaje y viven de sus frutos, otros simplemente lo rechazarán activamente o serán simplemente indiferentes ante él.
Al escuchar el santo Evangelio en este domingo vemos como el Señor respeta la libertad de los hombres, no impone la fe, pero ciertamente se admira de ver la incredulidad de aquellos que habitaban en su lugar de origen. ¿Qué es lo que dicen estos? “Es el hijo del carpintero”, “su madre es tal”, “vive en tal parte”, etc. La humanidad de Jesús, aquello que es más sencillo y familiar sobre Él, es justamente el elemento por el cual lo quieren desautorizar. Salen a ver si todo lo que se decía sobre los milagros que realizaba y su predicación era cierto y se iban decepcionado de encontrar en Jesús un rostro tan humano. Dejaron que aquello de lo cual Dios se había valido para anunciar su Buena Nueva y llevar la salvación a todos los hombres, la humanidad de Cristo, se convirtiera en un medio para justificar su falta de fe.
Los hombres habitualmente andan detrás de lo grandioso, lo fascinante, lo llamativo, de aquello que hace ruido y opaca lo demás, van en busca de los milagros como signos de ostentación, y sin embargo Jesús nos presenta otra realidad, Él es el Hijo de Dios que asume nuestra naturaleza humana, nace en el seno de una familia pobre y humilde, en el silencio de la noche, llama a los más pequeños de la sociedad sus hermanos, he ahí el porque de la confusión de muchos. Los milagros de Jesús, aunque ciertamente manifiestan su poder divino, son, en primer lugar, signos del amor de Dios que ha tenido misericordia de los hombres.
Si meditamos en nuestra experiencia de fe nos daremos cuenta que muchas veces ésta nos ha sido transmitida en medio de los acontecimientos más comunes y que ha muchos pasarían de largo: un abuelito que nos enseñó a persignarnos; una mamá que pacientemente antes de irnos a dormir nos enseñó a ponernos de rodillas junto a la cama e invocar el ángel de la guarda; un catequista que nos enseñó desde los 10 mandamientos pasando por qué es la confesión hasta cómo prepararnos para recibir la comunión; un hermano involucrado en un movimiento pastoral que me invitó a integrarme en la parroquia a algo de esto para vivir una experiencia cada vez más intensa de la comunidad cristiana; un joven que invita a otro joven a la pastoral juvenil o unos esposos que frecuentan a una pareja no casada y que les habla de las bondades del sacramento del matrimonio; los misioneros que llegaron un día a nuestra casa y nos evangelizaron o a veces el hermano que nos invita a tener una estación para los viacrucis; y qué decir de los sacerdotes que nos han escuchado en confesión absolviendo nuestros pecados y dándonos una palabra de vida, o de aquellos que todos los días nos predican la palabra de Dios dentro y fuera de la santa Misa. Ellos, los cristianos de la puerta del lado, son los profetas de los que Dios se ha valido para llegar hasta cada uno de nosotros, son tantos los medios por los que el humilde hijo del carpintero de Nazaret sigue llegando hasta cada uno de nosotros hoy ¿Cuál es tu respuesta frente a esa Palabra? ¿La aceptas? ¿La acoges? ¿La vives?
Por otro lado, hay que estar muy vigilantes, discernir bien lo que viene del Espíritu del Señor que vemos obra en lo sencillo y humilde siempre de la mano de la Iglesia. Atentos cuando vengan algunos con mensajes en apariencia fascinantes de milagros a fuerzas de cadenas de oraciones o ciertos rituales que rayan en la brujería; atentos cuando vengan aquellos que dicen “fulano tuvo tal visión aquí” “mengano escucho tales voces allá” “a sultano se le apareció no sé quien en no sé donde”; atentos cuando alguno te predique el falso evangelio de la prosperidad “si Ud. hace tal cosa el Señor lo bendecirá con dinero y bienes” “a Ud. le va mal porque no le pide la bendición al Señor” “Ud. vive en la pobreza porque no se congrega con nosotros” etc.
Recordemos aquellas palabras de un gran maestro de vida espiritual y Doctor de la Iglesia como san Juan de la Cruz:
«…el que ahora quisiese preguntar a Dios o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en Él, porque en Él te lo tengo dicho todo y revelado, y hallarás en Él aún más de lo que pides y deseas. Porque tú pides locuciones y revelaciones en parte, y si pones en Él los ojos, lo hallarás en todo; porque Él es toda mi palabra y mi respuesta, y es toda mi visión y toda mi revelación. Lo cual os he ya hablado, respondido, manifestado y revelado, dándoosle por Hermano, Compañero y Maestro, Precio y Premio. Porque desde aquel día que bajé con mi Espíritu sobre Él en el monte Tabor diciendo: «Este es mi amado Hijo, en quien me he complacido; escuchadle», ya alcé Yo la mano de todas esas maneras de enseñanzas y respuestas y se la di a El. Oídle a Él, porque ya no tengo más fe que revelar, ni más cosas que manifestar» (Subida al Monte Carmelo, Libro II, Cap. 22, n.5)
Benedicto XVI lo sintetizaría con unas hermosas palabras “el hombre Jesús de Nazaret es la transparencia de Dios, en él Dios habita plenamente. Y mientras nosotros siempre buscamos otros signos, otros prodigios, no nos damos cuenta de que el verdadero Signo es Él, Dios hecho carne; Él es el milagro más grande del universo: todo el amor de Dios contenido en un corazón humano, en el rostro de un hombre.” (Angelus 8 de julio de 2012)
Que hermoso reflexionar en estas realidades hermanos, Dios se nos ha hecho cercano, se ha hecho pequeño, sencillo y humilde, Dios se hizo hombre como nosotros para que pudiésemos gozar de una eternidad en su amor y en la dicha de estar en su presencia. Roguémosle nos conceda la gracia de saberle descubrir en esas experiencias de encuentro con el hermano en nuestro día a día, para que escuchando su voz nos volvamos a Él de todo corazón.
IMG: Detalle de la pintura «Jesús y el joven rico» de Heinrich Hoffman
Lecturas:
• Ez 2, 2-5. Son un pueblo rebelde y reconocerán que hubo un profeta en medio de ellos.
• Sal 122. Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.
• 2Co 12, 7b-10. Me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo.
• Mc 6, 1-6. No desprecian a un profeta más que en su tierra.