Caminando hacia el Monte del Señor

“No contristen el Espíritu Santo”, son estas unas palabras llenas de una hondura maravillosa con las que san Pablo busca llevarnos a vivir coherentemente la vida nueva que nos ha sido dada en el bautismo, es la vida del hombre nuevo en Cristo Jesús, es la vida que se goza en la novedad del Evangelio que transforma y purifica nuestro ser y por ende también nuestras formas de pensar y actuar de modo que vivamos de la fe que la Iglesia nos ha transmitido según la misión que le fue encomendada por el Señor.

En lo ordinario del día a día hay muchos que tienden a reducir la vida cristiana a una especie de moralismo, en la que aquel que no se apega a la norma debe ser condenado, reina un espíritu justiciero bajo el lema de que las cosas o “son negras” o “son blancas” restando el espacio para el gris, no damos ocasión a que el ser humano pueda crecer y superar las propias debilidades poco a poco, e incluso uno mismo se hace esclavo de ese sistema, cuando vemos que fallamos y no damos la talla, no escandalizamos, nos decepcionamos de nosotros mismos y decidimos abandonar la vida de la gracia y por ende también todo esfuerzo que podríamos realizar. Y esto es caldo de cultivo para el espíritu de división, contienda, afán de imponerse, egoísmo y soberbia que muchas veces domina nuestros ánimos y que genera un ambiente tóxico en la vida comunitaria, sea en la familia, en el vecindario, en los movimientos y comunidades, etc. Reina la agresividad como un mecanismo de defensa que se manifiesta en indirectas, rencillas, actitudes como andarle contestando de mala manera a la gente, siendo pesados y groseros o rayar en la indolencia e indiferencia frente al otro.  Es esto lo que contrista al Espíritu Santo ¿por qué? Porque Él es fundamentalmente el amor que brota del seno de la Santísima Trinidad, es el amor de Dios, que es radicalmente opuesto a esto.

En este sentido la invitación del apóstol de ser imitadores suyos como lo es él de Cristo, es una invitación a acoger una vida en el amor, en primer lugar, acudiendo a las fuentes de la gracia en los sacramentos y la santa Palabra de Dios, sin embargo, es necesario que nosotros colaboremos al don de Dios desde nuestra libertad, a través del ejercicio de una vida virtuosa, buscando con actitudes y comportamientos concretos formar en nosotros un corazón amoroso a través de la bondad, de la comprensión y del perdón, teniéndonos paciencia unos a otros, fomentando una espíritu de comunión, de amor y armonía, sabiendo acoger los ritmos de cada uno. En el camino de conversión y santificación del cristiano, es importante ciertamente tener clara la meta que es el Reino de los Cielos, pero también hemos de recordar que para alcanzarla es prioritario comenzar procesos que nos ayuden a caminar, y el camino se hace poco a poco, y cada quien lleva su propio paso, por eso antes que encolerizarnos por la falla de alguien (incluso de nosotros mismos) hemos de tenerle compasión, porque todos sabemos que la lucha es ardua, con nuestras quejas y reclamos no hacemos el caminar más fácil sino que agregamos una carga más, corriendo el riesgo de exasperar al hermano (y también exasperarnos nosotros mismos). Ojo, esto no significa llamar al bien, mal o al mal, bien; sino recordar que la conversión hacia el bien es un camino por recorrer.

Asimismo hemos de recordar que la vida en el amor, la vivimos en la comunidad cristiana, es decir la vivimos como Iglesia, discerniendo lo que el Espíritu Santo nos va pidiendo a cada paso del camino, junto al Papa y los obispos en comunión con Él, por ello también es importante recordar como nuestra unión se manifiesta de un modo especial en la oración por ellos y sus intenciones, pero también los sacerdotes y las comunidades parroquiales vamos buscando responder a los signos de los tiempos asumiendo las actitudes y comportamientos a las que ellos nos van invitando en el amor del Señor, así por ejemplo hoy en día se nos invita a revalorizar el papel del diálogo en la comunidad sin desdecir la autoridad de aquel al cual se le ha encargado el servicio de Pastor, se nos invita a ser comunidades de puertas abiertas a los hermanos manteniendo un espíritu de acogida particularmente hacia aquel que se encuentra en la debilidad, sea por la miseria material por la falta de recursos o la miseria moral por un pasado complicado, se nos invita a mantener aún en medio de la pandemia ese espíritu misionero capaz de proponer el evangelio a los demás y de llevarlos a una unión cada vez más plena con la Iglesia,  se nos invita a revalorizar el rol de los laicos en esta misión recordando que también son Iglesia y que pueden y deben colaborar de diferentes maneras en ella en razón de su bautismo, aun en medio de la pandemia con la cautela y prudencia del caso, no podemos dejar de anunciar el Evangelio, es ahora cuando el amor por Cristo manifiesta su creatividad de diferentes maneras para continuar la misión.

Todos vamos en camino, así como Elías iba en camino al Monte del Señor, como se nos decía en la primera lectura, ese Monte es el símbolo del lugar de encuentro con Dios. El profeta estaba siendo perseguido mientras se dirigía ahí por eso iba agotadisímo porque iba huyendo de Jezabel que buscaba asesinarlo. Dicha persecución se actualiza en los cristianos muchas veces de una manera sosegada a través del ambiente mal sano que nos quiere llevar a alejarnos de Dios y contristar su Santo Espíritu. Para no desfallecer, para no dejarnos llevar por el hombre viejo, el Señor nos da el pan para el camino que partimos en la Mesa de la Palabra en este momento y que luego partiremos en la Mesa de la Eucaristía, ahí se nos da el alimento del hombre nuevo, también hoy a ti y a mí se nos dice como a Elías “Levántate y come”, también hoy a ti y a mí Jesús nos invita a comer de este pan que es Él mismo que se nos da, Él es “el pan de la vida” el pan vivo que baja del cielo para que el hombre no muera sino que viva para siempre.

Roguemos al Señor nos conceda la gracia de que alimentados con el pan de la vida podamos permanecer y perseverar en este camino de unión cada vez más plena con Él.

• 1R 19, 4-8. Con la fuerza de aquella comida, caminó hasta el monte de Dios.

• Sal 33. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

• Ef 4, 30-5, 2. Vivid en el amor como Cristo.

• Jn 6, 41-51. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.

IMG: «El profeta Elías recibe agua y pan de un ángel» de Peter Paul Rubens