San Martín de Porres y la virtud de la caridad

En nuestra fe cristiana nosotros sabemos que somos hijos del Dios del amor, de aquel Padre celestial que tanto amó a la humanidad que envió a su Hijo Único que por amor asumió nuestra condición humana compartiendo nuestro gozos y sufrimientos, nuestros anhelos y deseos en el fuego del Espíritu Santo que es amor divino. De ahí que toda nuestra existencia se mueve bajo este lógica, de hecho nuestra participación por la gracia de Dios en ese amor sobrenatural, ese amor que brota del seno de Dios Uno y Trino da origen a una virtud que llamamos caridad, cada vez que amamos en el Señor ejercitamos esa dichosa virtud que nos hace tan semejantes a Él. Por ello el Papa Francisco dirá en es su Encíclica “Hermanos Todos” que:

“La altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor, que es «el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de una vida humana»[71]. Sin embargo, hay creyentes que piensan que su grandeza está en la imposición de sus ideologías al resto, o en la defensa violenta de la verdad, o en grandes demostraciones de fortaleza. Todos los creyentes necesitamos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar (cf. 1 Co 13,1-13).” FT 92

Y profundizando en qué significa esto nos dira que:

“En un intento de precisar en qué consiste la experiencia de amar que Dios hace posible con su gracia, santo Tomás de Aquino la explicaba como un movimiento que centra la atención en el otro «considerándolo como uno consigo». La atención afectiva que se presta al otro, provoca una orientación a buscar su bien gratuitamente. Todo esto parte de un aprecio, de una valoración, que en definitiva es lo que está detrás de la palabra “caridad”: el ser amado es “caro” para mí, es decir, «es estimado como de alto valor». Y «del amor por el cual a uno le es grata la otra persona depende que le dé algo gratis».” FT 93

Por ello el santo Padre no duda en decir:

“El amor implica entonces algo más que una serie de acciones benéficas. Las acciones brotan de una unión que inclina más y más hacia el otro considerándolo valioso, digno, grato y bello, más allá de las apariencias físicas o morales. El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Sólo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos.” FT 94

La relación entre el amor a Dios y el amor al prójimo la explicaba santa Catalina diciendo que Dios viendo que nosotros no podemos devolverle nada que Él no posea ya pues el mismo es el Bien supremo y la fuente de todo bien, nos ha dejado a nuestro prójimo para satisface esa deuda de amor.

San Martín de Porres, que el día de su canonización fue llamado por el Papa san Juan XXIII, “Martín de la caridad” ciertamente supo vivir en lo ordinario de su día a día esta grandiosa y sagrada virtud, así nos lo cuentan los testigos que le conocieron:

Fray Gonzalo García nos dice lo siguiente:

«Hablando de la gran caridad que siempre tuvo el hermano fray Martín de Porres con las personas, tanto espiritual como corporal, este testigo afirmó que las socorría con consejos espirituales. Y a muchos les daba limosnas para el socorro de sus necesidades. Y cuando no tenía nada para dar a los que le pedían, fray Martín se afligía espiritual y corporalmente. Y con ayunos, ejercicios ascéticos y oraciones pedía a Dios Nuestro Señor que le diese con qué ayudarles»

Y Fray Antonio Gutiérrez:

«Dijo que sabe este testigo, por haberlo visto y experimentado en todo el tiempo que conoció al venerable hermano fray Martín de Porres, que fue un hombre de grandísima caridad. Y que en su oficio de enfermero usaba tanto de ella con los frailes enfermos que, además de asistirles con el mayor amor del mundo, le tenían todos por padre y amparo, llamándole “padre de pobres”.

Y que, además de éstos, acudían de fuera otros muchos laicos de toda condición para que les curase de sus dolencias, llagas, infecciones de piel y de otros achaques, tratándoles y curándoles él mismo, y dándoles de comer. Y así, acudían a él muchísimos, y todos hallaban remedio en él: los enfermos alivio, los afligidos consuelo y todos los demás amparo. Y hacía todo esto con mucho agrado, con el semblante alegre y risueño. Y además de hacer esta caridad con las personas, con todas en general, sin hacer distinción entre ellas, lo hacía también con los animales. Y en particular con los perros, pues, hallándolos en las calles llagados o heridos, los llevaba a su celda y los curaba como si fuesen seres humanos. Y les daba de comer y les cuidaba hasta estar curados, como si fueran personas, y luego les decía que se fuesen. Y hasta se portó caritativamente con unos ratones que, habiéndole dañado la ropa de los enfermos, por no matarlos, les mandó que se fuesen a un lugar que les señaló y allí les llevaba el sustento necesario»

También el señor Gaspar Calderón nos comenta:

«Dijo que siempre vio que el venerable hermano fray Martín de Porres fue muy pacífico y amoroso con todos sus hermanos frailes, y con los laicos que le hablaban, procurando con obras y palabras encaminar a todos al servicio de Dios Nuestro Señor y hacia el bien espiritual de sus almas.

Y que sabe asimismo que a los pobres que a él acudían con necesidades, les daba de comer y les socorría con otras limosnas, quitándoselo a sí mismo por dárselo a ellos, ya que les amaba sobre manera. Como en algunas ocasiones también lo hizo con este testigo, estando recién llegado a esta ciudad. Y a todos consolaba y les pedía en todas sus conversaciones que no ofendiesen a su Divina Majestad y que le amasen sobre todas las cosas y a sus prójimos como a sí mismos»

A la luz de la vida de san Martín también nosotros hemos de recordar que estamos llamados a vivir la virtud de la caridad:

En nuestro servicio a Dios podríamos pensar en cómo estamos cultivando nuestro amor por Él atendiendo a su santa Palabra y lo que ella nos comunica meditándola a diario en la oración ¿Por qué no comenzar con quince minutos al día?; disponiendonos con prontitud, alegría y diligencia en los apostolados que realizamos en las diversas pastorales; quizás asumir un turno de custodia en la Capilla del Santísimo, ser solícitos en la colaboración las necesidad de la Iglesia, etc.

Más aún san Martín nos recuerda que hemos de buscar cultivar nuestro amor a Dios también en el trato con los demás quizás proponerme colaborar con la pastoral de enfermos o con la pastoral social en sus diversas actividades, ver en mi familia alguien que viva solo y estar pendiente de llamarle al menos una vez por semana para ver como está, reservar una parte de mi salario – por pequeña que sea- para asistir a alguna persona sin hogar, buscar ayudar a los enfermos de mi casa sin quejarme, servir en casa ayudando con alguna tarea doméstica sin protestar y con prontitud (arreglar mi cama, lavar los platos, sacudir el polvo, limpiar ventanas), escuchar pacientemente a alguien que este pasando alguna dificultad, etc.

*Las citas son tomadas de «El buen religioso. La espiritualidad de san Martín de Porres a partir de las fuentes documentales» de Fran Julia de Cos, O.P.

Img: «Glorificación de san Martín de Porres» de Fausto Conti