Cuando pensamos habitualmente en la palabra oración, por lo general se nos viene a la mente la idea de fórmulas concretas que conocemos como rezos o también el diálogo con el Señor para contarle como estamos y buscar escuchar su voz que nos habla al corazón, pero creo que por lo general nunca nos hemos detenido a pensar en la oración como una virtud. Reflexionemos un segundo qué es una virtud, es una disposición firme y estable para realizar un acto bueno, esta disposición nos permite realizar dicho acto de una manera fácil y agradable, de ordinario para adquirir una virtud es necesario ejercitarse con constancia, repitiendo el acto bueno varias veces de modo que este se arraige en nosotros, es muy parecido al hacer ejercicio físico, entre más veces se repite una rutina para trabajar determinado músculo, más fácil se vuelve de realizar porque el músculo se fortalece mientras trabaja. Ahora bien, las virtudes no sólo crecen por el mayor número de veces que se ejercitan sino también por la mayor intensidad con que se hagan, de modo especial esto aplica para la caridad, por intensidad en el ejercicio de una virtud podemos entender la mayor rectitud y pureza de intención con que se haga y en un nuestra fe cristiana ¿cuál es nuestra intención? La de amar a Dios y darle gloria.
Teniendo presente esto volvamos al tema de la oración. Santo Tomás de Aquino meditando en la oración como virtud nos recuerda que ésta es una hija de la virtud de la religión, que por definición es aquella disposición firme y estable a dar a Dios lo que le es debido, lo que la justicia es para nuestra relación con el prójimo, lo es la religión-en cuanto virtud- para con Dios, otros actos de la virtud de la religión son los sacrificios, las ofrendas, los votos, los diezmos, etc.
Ahora bien, qué es oración, escuchemos a algunos santos:
“tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” Santa Teresa
“La oración es hablar con Dios” san Juan Crisóstomo
“la oración es elevar la mente a Dios” “es pedir a Dios lo que nos conviene” san Juan Damasceno
La oración puede verse desde diferentes ópticas, el catecismo nos habla de la adoración, la acción de gracias, la súplica y la expiación. Otros maestro de vida espiritual como santa Teresa la clasifican en diferentes grados como la oración vocal, mental o y diversos grados de contemplación. Otros según el ámbito la clasifican como pública o comunitaria (como la celebración de la Sagrada Liturgia) y privada o individual.
Teniendo en cuenta lo anterior y que una virtud sólo se puede adquirir a través de su ejercicio tenemos que decir que la a orar sólo se aprende orando, es decir con el ejercicio constante de la misma, preparándonos para ese momento poniendonos en gracia de Dios, haciendo silencio y recogiendonos en nuestro interior para considerar un texto de la Biblia, de la vida de un santo, un misterio de la vida de Cristo, para descubrir que puedo conocer de Él, como puedo imitarle, como puedo amarle viviendo según lo que me pide, como puedo cada vez mejor servirle. Y haciendo un propósito concreto para que esa oración tenga su fruto concreto.
También hemos de considerar el factor psicológico de cada uno en la oración.
«Conforme a los temperamentos, este trato de amistad adoptará una forma intelectual, afectiva, o incluso, sensible.» Beato María Eugenio del Niño Jesús
Una persona habituada a la reflexión y a análisis profundos debido a su profesión posiblemente ponga su énfasis en el discurrir de su pensamiento encontrando gran consuelo cuando da con la verdad que está considerando la grandeza del Dios del que procede toda la verdad. Una madre a su niño pequeño le enseña a tratar con Dios poniéndose de rodillas al pie de la cama y juntando las manos y repitiendo junto con él el Padre Nuestro, o quizás lo llevará el día navidad frente al pesebre y cantará una canción de cuna para arrullar a Jesús y mostrar su amor. Un joven adolescente buscará entrar en la oración a través de canciones y ritmos juveniles que tocan su sensibilidad y evocan sus grandes ilusiones de ser mejor anhelando aquella amistad profunda que encontrará en Cristo que no defrauda. Un hombre o una mujer adultos que se encaminan antes que salga el sol a sus trabajos para llevar el pan de cada día a sus hogares elevaran súplicas quizás breves mientras van manejando o en el autobús, a veces incluso harán el esfuerzo de acercarse a una iglesia o capilla para recogerse unos minutos en oración y pedir luces al Señor sobre cómo llevar su hogar. Una anciana quizás ya muy mayor probablemente tomará las cuentas de su rosario y comenzará a pasarlas entre padrenuestros y avemarías para elevar una súplica fervorosa y llena de confianza por sus familiares, vivos y difuntos, a los que se une por el lazo de amor que nos une en el Corazón de Jesús.
Fray Antonio de Estrada nos da un testimonio de como san Martín participaba de la oración litúrgica de la comunidad en el canto de los salmos de Maitines
«Dijo que siempre vio que este testigo era un buen cristiano, porque asiduamente hacía oración de día y de noche, hincado de rodillas. Y que sabe que fray Martín asistía a lo largo de todo el año a Maitines, sin faltar ninguna noche. Y que en todo el tiempo que le conoció, nunca faltó a tocar la campana al Alba, muestra evidente de que siempre estaba en oración»
Sobre su oración privada el señor Francisco Pérez Quinteros nos dice:
«En el tiempo en el que este testigo estuvo enfermo en la celda de fray Martín, que le parece que fueron unos quince días, poco más o menos, vio este testigo que todas las noches se recogía como a eso de la una de la noche, o poco más, y luego se ponía en oración delante de una imagen de santa Verónica que él tenía, y así estaba más de una hora. Y luego, en unos cajones altos que había en su celda, en los que él guardaba la ropa de la enfermería, el siervo de Dios cruzaba los brazos y metía la mitad superior del cuerpo dentro de ellos, quedando la otra mitad fuera, colgando. Y estaba en esta postura durante un larguísimo rato»
Y sobre los períodos especiales de retiros nos dice Fray Antonio Estrada:
«En tiempo de vacaciones, cuando los frailes tenían permiso para divertirse y entretenerse, el venerable hermano se iba al convento de la recoleta de la Magdalena para pasar dichas vacaciones en soledad y oración continua. Y otras veces iba a una hacienda que tiene el convento del Rosario, llamada Limatambo, en la cual podía hacer con más comodidad sus ejercicios ascéticos»
Así pues hermanos san Martín nos da ejemplo de cómo hemos de vivir con diligencia, amor y constancia la vida de oración, sabiendo que su fruto no es otro sino un anticipo del cielo, pues en ella nos unimos a Dios por amor. ¿qué estoy dispuesto a hacer hoy para desarrollar la oración como un ejercicio aislado sino para llevar una vida de oración?
*Las citas son tomadas de “El buen religioso. La espiritualidad de san Martín de Porres a partir de las fuentes documentales” de Fran Julia de Cos, O.P.
Img: “Glorificación de san Martín de Porres” de Fausto Conti