XXXIII – Domingo Tiempo Ordinario – Ciclo B
La Liturgia de la Palabra en este domingo conforme nos acercamos al final del año litúrgico nos va presentando temas de carácter escatológico, es decir relativos al fin de los tiempos, las realidades como la resurrección de los muertos y el juicio final.
Por un lado, sabemos que en la fe de la Iglesia, profesamos que un día nuestros cuerpos habrán de resucitar, la resurrección en la gracia de Cristo implica la participación de nuestro cuerpo en la vida nueva a la que nuestra alma ha renacido por el bautismo. Por otro lado, profesamos también que Cristo habrá de venir de nuevo con gloria y majestad para juzgar a vivos y muertos.
“La resurrección de todos los muertos, «de los justos y de los pecadores» (Hch 24, 15), precederá al Juicio final. Esta será «la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación» (Jn 5, 28 – 29). Entonces, Cristo vendrá «en su gloria acompañado de todos sus ángeles, … Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda… E irán estos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna. » (Mt 25, 31. 32. 46).
Frente a Cristo, que es la Verdad, será puesta al desnudo definitivamente la verdad de la relación de cada hombre con Dios (cf. Jn 12, 49). El Juicio final revelará hasta sus últimas consecuencias lo que cada uno haya hecho de bien o haya dejado de hacer durante su vida terrena… El Juicio final sucederá cuando vuelva Cristo glorioso. Sólo el Padre conoce el día y la hora en que tendrá lugar; sólo El decidirá su advenimiento. Entonces, El pronunciará por medio de su Hijo Jesucristo, su palabra definitiva sobre toda la historia. Nosotros conoceremos el sentido último de toda la obra de la creación y de toda la economía de la salvación, y comprenderemos los caminos admirables por los que Su Providencia habrá conducido todas las cosas a su fin último. El juicio final revelará que la justicia de Dios triunfa de todas las injusticias cometidas por sus criaturas y que su amor es más fuerte que la muerte (cf. Ct 8, 6).” (Catecismo de la Iglesia Católica 1038-1040)
Las palabra del Señor en el Evangelio con su tono apocalíptico antes que sembrar el sensacionalismo, o dar origen a teorías conspiracionistas o alimentar la vana curiosidad deben llevarnos a ser ocasión de un camino de conversión. Y es que al final de la historia recordemos lo más importante no es que nos encontraremos con algo, sino con alguien, no se trata de los grandes sucesos cósmicos sino del encuentro con Jesús. ¿Vivo de cara a ese encuentro definitivo con Aquel que por amor dio su vida por mí?
Esta es la interpretación que desde la antigüedad los Padres han dado a las palabras de Jesús: “Para impedir toda pregunta indiscreta sobre cuál será el momento de su venida, declara nadie, ni siquiera el Hijo, conoce qué hora será esta; y en otra parte: No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas. Nos lo ha escondido a fin de que cada uno de nosotros pueda pensar que este acontecimiento ocurrirá durante su vida…Él ha repetido que vendrá, pero no ha precisado en qué momento, por eso todas las generaciones tienen sed de Él. Es cierto que Él ha dado a conocer los signos que acompañarán su venida, pero no se ve cuando será. En los constantes cambios en que vivimos, estos signos ya se han dado, han pasado e incluso duran todavía. Su última venida es, en efecto, semejante a la primera: los justos y los profetas la desearon, pensaron que aparecería en su tiempo. Igualmente hoy, cada uno de los fieles desea acogerlo en su propio tiempo, y más porque Jesús no ha dicho con claridad el día en que aparecerá de nuevo. De esta manera, nadie podrá nunca pensar que Cristo esté sometido a una ley temporal, a una hora cualquiera, Él, que domina los nombres y los tiempos” San Efrén el sirio, Comentario al Evangelio o Diatessaron, 18, 15
El Papa Francisco nos recuerda que el Señor: “Quiere sustraer a sus discípulos de cada época de la curiosidad por las fechas, las previsiones, los horóscopos, y concentra nuestra atención en el hoy de la historia. Yo tendría ganas de preguntaros –pero no respondáis, cada uno responda interiormente–: ¿cuántos de vosotros leéis el horóscopo del día? Cada uno que se responda.. Y cuando tengas de leer el horóscopo, mira a Jesús, que está contigo. Es mejor, te hará mejor. Esta presencia de Jesús nos llama a la espera y la vigilancia, que excluyen tanto la impaciencia como el adormecimiento, tanto las huidas hacia delante como el permanecer encarcelados en el momento actual y en lo mundano.” (Angelus, 15 de noviembre de 2015)
Roguemos al Señor nos conceda la gracia de saber reconocer su paso misericordioso aquí ahora de modo que aquel día final sea el día en que nuestro corazón con toda reverencia y alegría salga al encuentro del Amado de nuestra vida.
Lecturas:
• Dn 12, 1-3. Entonces se salvará tu pueblo.
• Sal 15. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
• Hb 10, 11-14.18. Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados.
• Mc 13, 24-32. Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos.
IMG: «Juicio Final» Stefan Lochner