¿Qué es el Adviento?

Al comenzar este domingo el tiempo de adviento, se nos abre un nuevo panorama desde la fe, puesto que sabemos que con este tiempo comenzamos el año litúrgico, sí, hoy es año nuevo en la Iglesia, la celebraciones de los misterios de nuestra fe han sido organizadas y ordenadas por la sabiduría de nuestra santa madre Iglesia a través de diferentes períodos de tiempo de manera que podamos meditarlos, contemplarlos y hacerlos vida a lo largo del año a través de la Sagrada Liturgia, ella por definición, es el culto de adoración y alabanza que como Pueblo elegido le damos a nuestro Dios, unidos a Cristo Sumo y Eterno sacerdote, como el cuerpo místico se une a su cabeza.

Celebramos de este modo los misterios de nuestra fe, es más, no hacemos un mero ejercicio intelectual como quien aprende un libro y reflexiona sobre él, sino que vamos más allá, ya que nos unimos de un modo sobrenatural a ellos y entonces podemos gozar del tesoro abundante de la gracia de Dios, por eso decimos que “los cristianos no sólo conmemoran y meditan los misterios de la Redención, sino que están en contacto y comunión con ellos y por ellos tienen vida” (Ceremonial de los Obispos)   

De hecho, la Iglesia, nuestra Madre y Maestra, nos enseña que hemos de reproducir en nosotros los misterios de la vida de Cristo según nuestra vocación particular.

«Toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo: Él es el hombre perfecto que nos invita a ser sus discípulos y a seguirle: con su anonadamiento, nos ha dado un ejemplo que imitar; con su oración atrae a la oración; con su pobreza, llama a aceptar libremente la privación y las persecuciones.

Todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en Él y que Él lo viva en nosotros. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre. Estamos llamados a no ser más que una sola cosa con Él; nos hace comulgar en cuanto miembros de su Cuerpo en lo que él vivió en su carne por nosotros y como modelo nuestro:

“Debemos continuar y cumplir en nosotros los estados y Misterios de Jesús, y pedirle con frecuencia que los realice y lleve a plenitud en nosotros y en toda su Iglesia … Porque el Hijo de Dios tiene el designio de hacer participar y de extender y continuar sus Misterios en nosotros y en toda su Iglesia por las gracias que él quiere comunicarnos y por los efectos que quiere obrar en nosotros gracias a estos Misterios. Y por este medio quiere cumplirlos en nosotros” (S. Juan Eudes, regn.)» (Catecismo de la Iglesia Católica n.520-521)

El Tiempo de Adviento en la Iglesia es una período del año litúrgico que se extiende por cuatro semanas antes de la navidad, la palabra adviento, viene del latín ad venire, que hace referencia a la llegada de algo que está por venir. Se trata de un tiempo de preparación a la navidad, a la celebración del nacimiento del Hijo de Dios en la carne, al nacimiento de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, justo de esto nos hablaba la profecía de Jeremías, Él es el “vástago santo, que ejercerá la justicia y el derecho en la tierra” (Jr 33, 15) . Pero al imbuirnos en el ambiente de la llegada de Jesús, podríamos decir de su primera venida como un niño recién nacido en Belén, también nos abre el horizonte a la parusía del Señor, es decir a su segunda venida, cuando vendrá de nuevo con gloria y majestad para juzgar a vivos y muertos, como profesamos en el Credo; de ellos se nos ha hablado en la segunda lectura cuando san Pablo habla de “el día en que venga nuestro Señor Jesús, en compañía de todos sus santos” (1 Tes 3, 13) y en las descripciones que el Señor hace de aquel día en el Evangelio.

Las oraciones de la Iglesia en la santa Misa, nos lo recuerdan también, por ejemplo uno de los prefacios de la Misa reza así: “Quien al venir por primera vez en la humildad de nuestra carne, dio cumplimiento al antiguo designio y nos abrió el sendero de la salvación. Y así cuando venga por segunda vez en el esplendor de su grandeza, revelando su obra plenamente realizada alcanzaremos los bienes prometidos”.

Entonces, por un lado, el adviento es un tiempo en el que nos preparamos a celebrar con gozo el misterio de la Encarnación y nacimiento del Hijo de Dios, Él siendo de condición divina, se hizo uno de nosotros, asumió nuestra humanidad, para redimirla y salvarla, es más, haciéndose hombre como nosotros nos ha enseñado la altura y grandeza de la vocación para la cual fuimos creados, lo diría san Juan Pablo II “Cristo Redentor…revela plenamente el hombre al mismo hombre”. Él nos enseña lo que significa ser seres humanos salidos de la mano del Padre con la altísima vocación de haber sido creados para ser hijos de Dios. En cuanto preparación a la navidad, se nos presenta el adviento como un tiempo de dulce espera del niño Dios, se nos invita a meditar con el profeta Isaías, san Juan Bautista y con nuestra Buena Madre, la santísima Virgen María, la llegada de este niño, que habrá de transformar la historia de la humanidad.

Ella desde su humildad, silencio, sencillez, confianza y valentía, nos enseñará el modo de acoger a Jesús en nuestro corazón, es un tiempo de caminar con ella, la Madre de la esperanza, y aprender con aquella que meditaba en su corazón los acontecimientos que vivía por y con su Hijo, como hemos también nosotros de aprender a llevar la oración el paso de Dios por nuestra historia, ella nos enseña como vivir el “Velen y oren continuamente” (Lc 21, 36) como un entrar en el amor misericordioso de Dios. Él no pasa como un bárbaro saqueando y violentando todo cuanto se encuentra en el camino, tampoco pasa como un nómada que una vez ha terminado su tiempo en un lugar se muda al próximo, no, Dios llega a nuestras vidas para quedarse.

Por otro lado, el adviento es un tiempo en el que recordamos que el Señor, que ha subido a los cielos después de pentecostés, habrá de volver con gloria y majestad para un juicio. Si por el nacimiento de Cristo recordamos un acontecimiento del pasado, por su segunda venida, se nos abre una perspectiva de futuro, esta es una verdad de fe que no podemos olvidar, lo decimos todos los domingos en el Credo, lo proclamamos anhelantes luego de la consagración en la Santa Misa “anunciamos tu muerte y proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús” y lo pedimos al Padre eterno antes de la comunión “Venga a nosotros tu Reino”. Ciertamente la idea del juicio final, podría sembrar en algunos cierta angustia, pero como dice el refrán popular “el que nada debe, nada teme”.

La segunda venida de Jesús nos debería llenar de alegría, puesto que aquel día, “Nosotros conoceremos el sentido último de toda la obra de la creación y de toda la economía de la salvación, y comprenderemos los caminos admirables por los que Su Providencia habrá conducido todas las cosas a su fin último. El juicio final revelará que la justicia de Dios triunfa de todas las injusticias cometidas por sus criaturas y que su amor es más fuerte que la muerte (cf. Ct 8, 6).” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1040).

Aquel día será el día en que podremos reencontrarnos con nuestro Amado, presentarnos ante Él con frutos de amor, en este sentido podemos decir que la segunda venida del amor de nuestras vidas nos invita a la vigilancia, los profetas nos lo recordarán constantemente en estos días,  de tal manera que perseveremos en el bien, que perseveremos en el amor, la materia del juicio ya nos fue anunciada en el capítulo 25 de san Mateo, y Jesús nos invita en el Evangelio de hoy a no dejarnos llevar por los “vicios, el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida” de tal manera que entorpezcan nuestra mente y nos encuentre desprevenidos. Por eso el sacerdote en la oración colecta de la Misa del domingo pedía por nosotros “para que mediante la práctica de las buenas obras, colocados un día a su derecha (del Señor) merezcamos poseer el reino celestial”.

“El mensaje del Juicio final llama a la conversión mientras Dios da a los hombres todavía «el tiempo favorable, el tiempo de salvación» (2Co 6, 2). Inspira el santo temor de Dios. Compromete para la justicia del Reino de Dios. Anuncia la «bienaventurada esperanza» (Tt 2, 13) de la vuelta del Señor que «vendrá para ser glorificado en sus santos y admirado en todos los que hayan creído» (2Ts 1, 10).” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1041)

Entre las dos venidas visibles de Cristo en la historia la Iglesia contempla una venida invisible, de esto nos habla en la Liturgia de las Horas por boca de san Carlos Borromeo:

“La Iglesia celebra cada año el misterio de este amor tan grande hacia nosotros, exhortándonos a tenerlo siempre presente. A la vez nos enseña que la venida de Cristo no sólo aprovechó a los que vivían en el tiempo del Salvador, sino que su eficacia continúa y aún hoy se nos comunica si queremos recibir, mediante la fe y los sacramentos, la gracia que él nos prometió, y si ordenamos nuestra conducta conforme a sus mandamientos.” (Oficio de lectura, Lunes I semana de Adviento)

Precioso misterio que vivimos en este tiempo, Dios se nos hace compañero de camino, transforma nuestra historia y busca que vivamos en fidelidad, una fidelidad que es oración, que es vigilancia y a la vez también dulce espera de su segunda venida. Por ello nosotros sabemos que en este mundo somos extranjeros, puesto que nuestra patria, es la Jerusalén celeste, ahí donde esta Cristo y desde donde Cristo reina, donde la única ley es el amor, y la condición de los cristianos, la de hombres libres porque han sido comprados con la sangre del cordero de Dios.

  • ¿Qué aprendí en esta catequesis?
  • ¿Cómo suelo vivir los tiempos litúrgicos en la vida de la Iglesia? ¿me doy cuenta que son tiempos de gracia y encuentro con Dios?
  • ¿Cómo suelo vivir el tiempo adviento? ¿tenemos algunas tradiciones en familia? ¿qué hago para prepararme a la navidad?
  • Para hacer de este tiempo de adviento un tiempo diferente hagamonos un propósito para ofrecer como regalo a Jesús en navidad, puede ser personal como participar en la misa diaria, puede ser familiar como visitar juntos a algun pariente anciano, puede ser en comunidad, como hacer una visita como hermanos al Santísimo en la Capilla de Adoración.
  • ¿Cómo preparo para la segunda venida? ¿me he dejado llevar por las cosas que menciona Jesús en el Evangelio (vicios, el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida)? ¿Qué obras buenas he practicado y que son signos de estar vigilante? ¿cómo esta mi vida de oración? ¿cómo oro? ¿cuánto tiempo dedico? ¿En qué momento lo hago? ¿En qué lugar? ¿Tengo un libro para apoyarme? ¿Cómo esta mi meditación diaria de la palabra de Dios? ¿Hago jaculatorias a lo largo de la jornada? ¿qué hago para remandar mi atención hacia el Señor con frecuencia? ¿qué estoy dispuesto a hacer para mejorar?

Podemos concluir con la siguiente oración tomada del diario de santa Faustina Kowalska:

No sé, oh Señor, a qué hora vendrás,

por eso vigilo continuamente y preso atención.

Yo tu esposa por ti escogida.

Porque sé que te gusta venir inadvertidamente

pero el corazón puro desde lejos te sentirá, Señor.

Te espero, Señor, entre la quietud y el silencio,

Con gran añoranza en el corazón,

Con un deseo irresistible,

Siento que mi amor hacia ti se vuelve fuego

y como una llama ascenderá al cielo al final de la vida

y entonces se realizarán todos mis deseos.

Ven ya, mi dulcísimo Señor y lleva mi corazón sediento,

allí, donde estás Tú, a las regiones excelsas del cielo

donde tu vida dura eternamente.

La vida en la tierra es una agonía continua,

mientras mi corazón siente que está creado para grandes alturas

y no lo atraen nada las llanuras de esta vida.

Porque mi patria es el cielo. Esta es mi fe inquebrantable.

IMG: «El ángel de la anunciación» de Tiziano