Homilía – I domingo de adviento
El Tiempo de Adviento en la Iglesia es una período del año litúrgico que se extiende por cuatro semanas antes de la navidad, la palabra adviento, viene del latín ad venire, que hace referencia a la llegada de algo que está por venir. Así, por un lado, se trata de un tiempo de preparación a la navidad, a la celebración del nacimiento del Hijo de Dios en la carne, al nacimiento de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Por otro lado, el adviento, al imbuirnos en el ambiente de la llegada del Señor, podríamos decir de su primera venida como un niño recién nacido en Belén, también nos abre el horizonte a la parusía del Señor, es decir a su segunda venida, cuando vendrá de nuevo con gloria y majestad para juzgar a vivos y muertos, como profesamos en el Credo. Adviento es un tiempo en el que recordamos que el Señor, que ha subido a los cielos después de pentecostés, habrá de volver con gloria y majestad para un juicio. Si por el nacimiento de Cristo recordamos un acontecimiento del pasado, por su segunda venida, se nos abre una perspectiva de futuro, esta es una verdad de fe que no podemos olvidar, lo decimos todos los domingos en el Credo, lo proclamamos anhelantes luego de la consagración en la Santa Misa “anunciamos tu muerte y proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús” y lo pedimos al Padre eterno antes de la comunión “Venga a nosotros tu Reino”.
La palabra que nos es dada en el Evangelio de este día justamente apunta a que vivamos expectantes a la llegada del Señor, Él nos dice que hemos de estar alejados de todo vicio y preocupación excesiva pues estas cosas embotan nuestra mente, nos hacen caer en lo que el Papa Francisco llama la autorreferencialidad, sólo nos miramos a nosotros mismos y nos encerramos en los fantasmas que formulamos en nuestra cabeza, perdemos de vista la realidad, perdemos de vista al hermano, perdemos de vista a Dios y su paso por nuestra historia, por eso también se nos dice que alcemos la cabeza porque llega nuestra liberación, esto se concretiza en el “velen y oren” que nos pide el Señor. Estar en vela es una actitud de vigilancia, no es estar pasivamente sentados aguardando que las cosas sucedan, sino que se nos invita a una espera activa viviendo rectamente, obedeciendo los mandamientos del Señor y realizando obras de misericordia, en pocas palabras el cristiano está en vela cuando ama, pero también se nos pide oración, diálogo íntimo con el Señor, trato asiduo y confiado con Él, así salvaremos nuestras vidas y permaneceremos en Él.
Para que este adviento sea diferente te invito a hacerte un propósito concreto para vivirlo con intensidad, piensa que es un regalo al niño Jesús que nace en Belén: puedes proponerte hacer la lectio divina todos los días temprano por la mañana, meditar el santo Rosario todos los días de adviento, visitar la capilla del Santísimo individualmente todos los días o una vez por semana con tus hermanos de comunidad, participar de la Misa diaria, rezar el oficio de lectura de la Liturgia de las Horas, hacer una obra buena por día, etc. Una cosa que no debería pasarnos por alto es acudir al sacramento de la Reconciliación en este tiempo, esa es una preparación muy oportuna para la Navidad, recordemos no somos paganos, para nosotros la Navidad es Jesús, al Señor que viene al Señor que se acerca ¡venid, adorémosle!
Lecturas:
• Jr 33, 14-16. Yo haré nacer del tronco de David un vástago santo.
• Sal 24. Descúbrenos, Señor, tus caminos.
• 1Ts 3, 12-4, 2. Que el Señor los fortalezca hasta que Jesús vuelva
• Lc 21, 25-28.34-36. Se acerca su liberación.
IMG: Tiziano «El ángel de la anunciación»