Catequesis para Comunidades parroquiales – III Domingo de Tiempo Ordinario Ciclo C
1. Celebración de la Palabra
• Ne 8, 2-4a. 5-6. 8-10. Leían el libro de la Ley, explicando el sentido.
• Sal 18. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
• 1Co 12, 12-30. Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.
• Lc 1, 1-4; Lc 4, 14-21. Hoy se ha cumplido esta Escritura.
Dejamos un breve momento de silencio para la interiorización de la Palabra y compartimos nuestro eco.
- Al ver la reacción de los israelitas en la Asamblea ¿cómo es mi reacción ante la Palabra que se proclama en la comunidad o en la santa Misa?
- El salmista habla de las diferentes reacciones que la Palabra (ley, mandamiento, precepto) suscita en el hombre ¿me identifico con alguna en particular?
- ¿Experimento que formo un solo cuerpo con Cristo y con mis hermanos o los veo más bien como mis rivales?
- ¿Cuál ha sido me experiencia de cumplimiento de la Palabra de Dios en mi historia personal?
2. Catequesis
“Es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual” (Dei Verbum 21). Estas palabras que los obispos del mundo reunidos en el Concilio Vaticano II nos han dirigido hace más de cincuenta años continúan a resonar hoy en nuestros corazones, nos invitan a buscar profundizar cada vez más en la meditación de las Sagradas Escrituras, o quizás mejor deberíamos decir a que la Palabra de Dios penetre cada vez más profundamente en nuestros corazones, de modo que todo nuestro obrar esté dirigido por el mismo Espíritu Santo que inspiró el sagrado texto. Con este motivo desde el 2019 el Santo Padre ha querido que el tercer domingo del Tiempo Ordinario sea dedicado a la Palabra de Dios.
La primera lectura tomada de Nehemías nos muestra la actitud del Pueblo de Dios ante la proclamación de las Escrituras. Recordemos que este libro del Antiguo Testamento nos habla del retorno del pueblo que a la vuelta del exilio se dispone a reconstruir su ciudad, su nación, su identidad, su fe. Sucedió que por aquel entonces la ley era desconocida por muchos, el rollo leído en la asamblea reunida fue uno que se encontró en las ruinas del Templo, después de tanto tiempo fuera de su tierra, de tanto tiempo podríamos decir “en silencio” en medio de una nación que les era ajena, escuchan por primera vez la palabra de Dios, todos se reúnen, todos se conmueven, sus corazones se quebrantan en un llanto purificador, se abren a la acción de Dios que transforma su modo de ver la realidad mientras los levitas van poco a poco explicándoles el sentido de aquellas palabras pronunciadas. Este texto es una maravillosa puerta de entrada para reflexionar acerca del rol de la Palabra de Dios en nuestras vidas ¿aún nos conmueve como a aquellos israelitas?
“…La Iglesia ha venerado siempre las divinas Escrituras como venera también el Cuerpo del Señor. No cesa de presentar a los fieles el Pan de vida que se distribuye en la mes de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo. En la Sagrada Escritura, la Iglesia encuentra sin cesar su alimento y su fuerza, porque, en ella, no recibe solamente una palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de Dios. En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos” Catecismo de la Iglesia n.104
La Sagrada Escritura está conformada por un total de 73 libros (46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento) ellas nos anuncian la historia de la salvación, cómo Dios en su infinita misericordia habiendo creado al hombre y luego de su caída en el pecado no le abandonó a la desgracia sino que se eligió hombres y mujeres con los cuales habría de formarse un Pueblo en el que nacería Jesucristo, su único Hijo, verdadero Dios y verdadero hombre, quien por su Pasión, Muerte y Resurrección, salvaría a la humanidad, y cuya obra sería continuada por sus discípulos en la santa Iglesia. La Sagrada Escritura es un libro inspirado, por el Espíritu Santo el cual se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos, de modo que obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería, por lo cual creemos y confiamos que los libros sagrados “enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consigna en dichos libros para salvación nuestra” (Dei Verbum 11).
“La Palabra divina, por tanto, se expresa a lo largo de toda la historia de la salvación, y llega a su plenitud en el misterio de la encarnación, muerte y resurrección del Hijo de Dios. Además, la palabra predicada por los apóstoles, obedeciendo al mandato de Jesús resucitado: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16, 15), es Palabra de Dios. Por tanto, la Palabra de Dios se transmite en la Tradición viva de la Iglesia. La Sagrada Escritura, el Antiguo y el Nuevo Testamento, es la Palabra de Dios atestiguada y divinamente inspirada. Todo esto nos ayuda a entender por qué en la Iglesia se venera tanto la Sagrada Escritura, aunque la fe cristiana no es una «religión del Libro»: el cristianismo es la «religión de la Palabra de Dios», no de «una palabra escrita y muda, sino del Verbo encarnado y vivo». Por consiguiente, la Escritura ha de ser proclamada, escuchada, leída, acogida y vivida como Palabra de Dios, en el seno de la Tradición apostólica, de la que no se puede separar” (Benedicto XVI, Verbum Domini 7)
Y es que toda la Sagrada Escritura nos habla de Jesús, de ahí que si Nehemías era la puerta de entrada para contemplar el misterio de la Palabra, el Evangelio de Lucas nos recuerda que el centro de todo es Cristo “esta palabra se ha cumplido hoy”, Jesús es el cumplimiento de todo lo anunciado por el Antiguo Testamento, es la actualidad de los Evangelios, y el mensaje que continúa a pregonar la Iglesia desde el Nuevo Testamento. De hecho, la profecía de Isaías transmite dos noticias, por un lado, la llegada de la salvación que Dios obrará con su Pueblo y por otra, la llegada del hombre elegido, el ungido de Dios que la llevará a cabo, ambas realidades se cumplen en Jesús, porque como diría san Juan Pablo II con sus “hechos y palabras, Cristo hace presente al Padre entre los hombres”.
Toda la Biblia nos habla de Él, de su mensaje de salvación y de la vida nueva que vino a inaugurar, por ello su palabra es luz para nosotros, pero una luz que no sólo ilumina sino que transforma, que purifica, como una llama de fuego, el mismo Jesús lo dijo a sus discípulos hace siglos, “ustedes han sido purificados por la palabra que les he dado” (Jn 15, 3).
“Quien conoce la Palabra divina conoce también plenamente el sentido de cada criatura. En efecto, si todas las cosas «se mantienen» en aquel que es «anterior a todo» (Col 1, 17), quien construye la propia vida sobre su Palabra edifica verdaderamente de manera sólida y duradera. La Palabra de Dios nos impulsa a cambiar nuestro concepto de realismo: realista es quien reconoce en el Verbo de Dios el fundamento de todo. De esto tenemos especial necesidad en nuestros días, en los que muchas cosas en las que se confía para construir la vida, en las que se siente la tentación de poner la propia esperanza, se demuestran efímeras. Antes o después, el tener, el placer y el poder se manifiestan incapaces de colmar las aspiraciones más profundas del corazón humano. En efecto, necesita construir su propia vida sobre cimientos sólidos, que permanezcan incluso cuando las certezas humanas se debilitan. En realidad, puesto que «tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el cielo» y la fidelidad del Señor dura «de generación en generación» (Sal 119, 89-90), quien construye sobre esta palabra edifica la casa de la propia vida sobre roca (cf. Mt 7, 24). Que nuestro corazón diga cada día a Dios: «Tú eres mi refugio y mi escudo, yo espero en tu palabra» (Sal 119, 114) y, como san Pedro, actuemos cada día confiando en el Señor Jesús: «Por tu palabra, echaré las redes» (Lc 5, 5).” (Benedicto XVI, Verbum Domini n.10)
El salmo de 19 ciertamente nos muestra esta dinámica transformadora de la palabra de Dios, decía: “La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye a los ignorantes. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón, la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos” Sal 19 (18) 8-9. En estos versículos vemos como se manifiesta la voluntad de Dios en su Palabra (leyes, preceptos y mandatos), vemos cuáles son sus cualidades (perfección, fidelidad y limpieza) y cuáles los efectos en la vida del hombre (descanso, instrucción y luminosidad). Por ello los antiguos monjes cristianos incluso armaron colecciones de versículos para pronunciar y meditar cuando los asaltara algún tipo particular de tentación. Ciertamente uno no es mejor cristiano que otro por haberse memorizado las palabras de la Biblia, pero cuánto ayuda tener un versículo al cual recurrir en momentos de dificultad.
“…queridos hermanos y hermanas, no renunciemos a la Palabra de Dios. Es la carta de amor escrita para nosotros por Aquel que nos conoce como nadie más. Leyéndola, sentimos nuevamente su voz, vislumbramos su rostro, recibimos su Espíritu. La Palabra nos acerca a Dios; no la tengamos lejos. Llevémosla siempre con nosotros, en el bolsillo, en el teléfono; démosle un sitio digno en nuestras casas. Pongamos el Evangelio en un lugar donde nos recordemos abrirlo cada día, si es posible al inicio y al final de la jornada, de modo que entre tantas palabras que llegan a nuestros oídos llegue al corazón algún versículo de la Palabra de Dios. Para poder hacer esto, pidamos al Señor la fuerza de apagar la televisión y abrir la Biblia; de desconectar el móvil y abrir el Evangelio.” Papa Francisco, 24 de enero 2021
3. Edificación espiritual
¿Qué has aprendido de esta catequesis?
¿Dedicas tiempo a la meditación de la Sagrada Escritura? ¿Cómo lo haces?
¿Qué importancia das a la Liturgia de la Palabra en la Misa? ¿te preparas antes? ¿qué frutos sacas?
¿Tienes algún pasaje o versículo de la Sagrada Escritura que te haya marcado particularmente? (Comparte la experiencia con los hermanos)
¿Qué recuerdos tienes de un predicador que te haya explicado las Escrituras? ¿Has tenido la experiencia de preparar alguna predicación? ¿cómo te has preparado? ¿Cómo compartes la Palabra con otros?
¿Qué puedes hacer en concreto para mejorar tu escucha de la Palabra de Dios a nivel personal y a nivel comunitario? (Por ej. Conseguir tu propia Biblia, Designar un lugar y hora fija para la meditación, auxiliarte del misalito dominical o de la revista trimestral, participar más asiduamente en la comunidad, etc.)
Jesús decía en el Evangelio “Hoy se ha cumplido esta Palabra” ¿Cuál es tu experiencia del paso de Dios por tu vida? ¿Cómo has visto el cumplimiento de su palabra en tu historia personal? ¿en tu comunidad? ¿en tu familia?