Buscando hacer el bien

Reflexión para miércoles de ceniza

“Dejénse reconciliar con el Señor…ahora es el tiempo favorable; ahora es el día de la salvación” (2 Cor 6, 2). Las palabras del Apóstol resuenan y hacen mella en nuestro corazón, mueven lo más profundo de nuestro ser, nos invitan y nos empujan a renovar nuestra vida, o más bien dejar que nuestra vida sea renovada por la Misericordia del Señor. Comenzamos hoy el tiempo de la cuaresma, un tiempo en el que la sabiduría de nuestra madre la Iglesia nos recuerda año con año, el llamado de todo cristiano a la conversión, a volverse al Señor, y si bien es cierto ésta ha de ser una actitud permanente en la vida de todo bautizado, en este tiempo adquiere un matiz más intenso en cuanto preparación para la pascua.

La conversión del corazón es entendida como aquella “íntima y total transformación y renovación de todo el hombre-de todo su sentir, juzgar y disponer- que se lleva a cabo en él a la luz de la santidad y caridad de Dios, santidad y caridad que en el Hijo, se nos han manifestado y comunicado con plenitud” (San Pablo VI) Es decir se trata de un configurar nuestro corazón con el Corazón de nuestro santísimo Redentor. El Papa Francisco nos invita en esta Cuaresma de 2022 a meditar el texto de san Pablo: «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a) con este quiere llevarnos justamente a renovarnos y cambiar nuestra mentalidad para pasar de la lógica del poseer a la de dar; del acumular y acaparar a sembrar el bien y compartir.

Dios es el primero en dar, es más el mismo se da, sembrando la buena semilla en nosotros con su Palabra, estamos llamados a acoger su don y dejar que fructifique en nosotros mientras nos hacemos su colaboradores sembrando el bien en todos los lugares en los que nos movemos, por pequeño que parezca recordemos nada es pequeño cuando se hace por amor.

Mientras su Palabra es sembrada en nuestra vida por medio de la oración, por el ayuno y la penitencia buscamos extirpar el mal en nosotros; y por las obras de misericordia, entre ellas la limosna buscamos hacerlo respecto al mundo que nos rodea socorriendo al hermano que pasa necesidad.

El Papa nos invita vivir el consuelo de la oración sabiendo que no nos bastamos a nosotros mismos y estamos necesitados de Dios para fortalecer nuestra fe en mendio de las tribulaciones de la vida, asimismo nos invita a vivir encuentros reales, cara a cara con los hermanos, buscando y no evitando al que necesita, llamando y no ignorando al que quiere ser ecuchado y recibir una buena palabra, visitando y no abandonando al que vive en soledad. “El ayuno prepara el terreno, la oración riega, la caridad fecunda.” (Papa Francisco)

La Cuaresma sabemos también es un tiempo sagrado de penitencia y por tanto de ascesis (ejercicio espiritual) yendo a lo concreto la Iglesia nos enseña que en primer lugar ésta se ejercita en “la fidelidad perseverante a los deberes del propio estado, con la aceptación de la dificultades procedentes del trabajo propio y de la convivencia humana, con el paciente sufrimiento de las pruebas de la vida terrena y de la inseguridad que la invade, que es causa de ansiedad” (Paenitimini). En segundo lugar, aquellos que se encuentran afligidos por “las enfermedades, la pobreza, la desgracia, o los perseguidos por causa de la justicia, son invitados a unir sus dolores al sufrimiento de Cristo” (Paenitimini) expiando y obteniendo para los hermanos la vida de la gracia. En tercer lugar, a los sacerdotes y religiosos, dada su consagración particular, han de procurar vivir de forma más perfecta el deber de la abnegación  en vistas a la perfección de la caridad.

Es tiempo de examinar nuestro corazón y a la vez que nos unimos a la penitencia cuaresmal con toda la Iglesia, descubramos también qué penitencia a nivel personal he de realizar yo para conformar mi corazón al de Cristo, para el cristiano la penitencia no es tanto castigo sino medicina, ¿qué me ata hoy que me impide o retrasa mi caminar con Cristo?

Concluyo recordando que el fundamento de nuestra conversión más que nuestro esfuerzo o un sentimiento de culpa es la confianza en la Misericordia de Dios, que como decía un anciano confesor: “perdona siempre, perdona todo y nos perdona a todos.”