Novena de Pentecostés

Día 1 – ¿QUIÉN ES EL ESPÍRITU SANTO?

Jesús antes de subir a los cielos nos prometió la llegada de otro consolador (Él es el primero) que habría de venir y sostenernos en el camino de la fe, que habría de fortalecer en medio de la persecución y la prueba, que habría de recordarnos todo lo que Él había enseñado y que nos conduciría hacia la verdad plena, ese es el Espíritu Santo, Él es la tercera persona de la Santísima Trinidad, que igual al Padre y al Hijo recibe una misma adoración y gloria en cuanto que es verdadero Dios, aunque su acción divina ha estado siempre presente es en los últimos tiempos, que comenzaron con la Encarnación del Hijo, que el Espíritu Santo se nos revela y nos es dado, Él nos despierta a la fe, nos hace nacer por las agua del Bautismo a la vida eterna y por tanto, devolviéndonos la semejanza divina, nos remite los pecados, nos hace entrar en la comunión de los santos y congrega a la Iglesia como Pueblo santo de Dios.

De Él conocemos a través de la Sagrada Escritura que Él ha inspirado, de los Padre de la Iglesia (aquellos santos obispos y sacerdotes de la antigüedad cristiana que son testigos siempre actuales de la Sagrada Tradición), del Magisterio de la Iglesia que Él asiste, en la Sagrada Liturgia donde Él nos pone en comunión con Cristo, en la oración donde Él intercede por nosotros, en los carismas y ministerios en los que edifica la Iglesia, en los signos de la vida apostólica y misionera, y de modo especial en el testimonio de los santos en quienes nos revela su santidad y da continuidad a la obra salvadora.

Jesús, el Ungido del Espíritu Santo, antes de subir a los cielos nos hace partícipes de su unción, nos comunica su Gloria, es decir el Espíritu Santo que lo glorifica, por eso el Catecismo de la Iglesia afirma “La misión del Espíritu de adopción será unirlos a Cristo y hacerles vivir en Él” (Catecismo n.690) por eso decimos que el Espíritu Santo nos santifica, nos hace vivir y gozar de la santidad de Dios al unirnos a Cristo Jesús, viviendo su vida divina en nosotros, de ahí que san Pablo dijese que somos morada del Espíritu Santo.

Ven Espíritu Santo, ayúdame a conocerte cada vez más, abre mi mente y corazón a tu luz y calor, transforma mi vida, que en la meditación de la Palabra, la acción santificadora de los sacramentos y el ejercicio de las virtudes pueda ir configurando cada vez más a Cristo, obra en mí Espíritu divino para que pueda vivir una vida en santidad, que guiado y vivificado por ti pueda recorrer el camino que me lleva hasta la casa del Padre. 

Día 2 – DONES DEL ESPÍRITU SANTO

El hombre virtuoso se dispone a recibir un impulso especial de los dones del Espíritu Santo, el Catecismo los define como: “disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo” (Catecismo n. 1830) ellos completan y llevan a su perfección las virtudes. La tradición de la Iglesia nos refiere siete: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. El Señor nos los dio el día de nuestro Bautismo, los llevó a plenitud en la Confirmación, pero espera que nosotros dispongamos nuestra vida a través de la práctica de las virtudes para que ellos comiencen a activarse plenamente, hasta que lleguen a producir los frutos del Espíritu Santo y nuestra vida se configure según las Bienaventuranzas.

San Francisco de Sales nos enseña a comprender la acción de los dones del Espíritu Santo en nuestra vida leídos en clave de amor:

  1. La sabiduría es el amor que saborea gusta y experimenta la dulzura y suavidad de Dios
  2. El entendimiento es el amor atento para intuir y penetrar la belleza de las verdades de la fe para conocer por ellas a Dios en sí mismo, y descendiendo de ahí, considerarlo en las criaturas
  3. El consejo es el amor en cuanto nos hace cuidadosos, atentos y hábiles para escoger bien los medios aptos a servir a Dios santamente
  4. La fortaleza es el amor que estimula y anima al corazón para cumplir cuanto el consejo ha determinado que debe hacerse
  5. La ciencia es el mismo amor que nos tiene atentos a conocernos a nosotros mismos y a las criaturas para llevarnos a un conocimiento más perfecto del servicio que debemos a Dios
  6. La piedad es el amor que dulcifica el trabajo y nos emplea cordial y agradablemente, con todo afecto filial, en obras gratas a Dios, nuestro Padre
  7. Temor es el amor que nos impulsa a evitar cuanto desagrada a su Divina Majestad

Ven Espíritu Santo, cólmanos con tus dones, dame sabiduría para gustar de ti, entendimiento para conocerte cada vez más, ciencia para darte alabanza en tus obras, consejo para vivir según tu voluntad, fortaleza para perseverar en medio de la prueba, piedad para vivir como hijo del Padre y hermana de todos, y que nunca me falte el santo Temor que me preserve del mal.

Día 3 – LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO

Los frutos del Espíritu Santo son definidos por el Catecismo como “perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna” (Catecismo n. 1832). La reflexión teológica del P. Royo Marín nos enseña que “cuando el alma corresponde dócilmente a la moción interior del Espíritu Santo, produce actos de exquisita virtud que pueden compararse a los frutos de un árbol. No todos los actos que proceden de la gracia tienen razón de frutos, sino únicamente los más sazonados y exquisitos, que llevan consigo cierta suavidad y dulzura… Según Santo Tomás, son frutos del Espíritu Santo todos aquellos actos virtuosos en los que el alma halla consolación espiritual: Sunt enim fructus quaecumque virtuosa opera, in quibus homo delectatur STh I-II, 70,2)…Los frutos son completamente contrarios a las obras de la carne ya que la carne tiende a los bienes sensibles, que son inferiores al hombre, mientras que el Espíritu Santo nos mueve a lo que está por encima de nosotros [STh I-II, 70, 4].”  (TPC p.179-180)

Tradicionalmente se han enumerado los 12 siguientes:

  • La caridad, en cuanto fruto del Espíritu Santo, se refiere la suavidad y dulzura que eleva a Dios y por tanto separa de lo terreno
  • El gozo espiritual es uno de los efectos internos de la virtud de la caridad, y procede de la elevación del alma a cosas altas así como de la pureza de conciencia
  • La Paz se refiere a una conciencia que no acusa porque se va apartando cada vez más del mal.
  • Longanimidad, es la fuerza y ánimo de esperar el bien por llegar durante un largo período de tiempo
  • La Afabilidad impulsa al trato amable y plancetero con el prójimo
  • La bondad es el aspecto interno de la afabilidad y denota el corazón sencillo y amable tal como el de la Madre de Bondad
  • La longanimidad es una virtud derivada de la fortaleza que nos da fuerzas y ánimos para tender a algo bueno que está muy distante de nosotros, o sea, cuya consecución se hará esperar mucho tiempo
  • La fe en cuanto fruto hace referencia a seguridad y firmeza que produce un deleite por las muchas cosas conocidas bajo la luz sobrenatural, por la excelencia y nobleza de las mismas, así como la perfección del conocimiento sobre ellas
  •  La mansedumbre en cuanto la serenidad de ánimo que lleva hacerse todo a todos
  • La templanza como fruto se concibe como modestia o continencia, es decir como el gozo y paz como aquel que viven los vencedores de una batalla; o como el gozo que viene del recto uso de las cosas lícitas para dirigirlo a la mayor gloria de Dios

Ven Espíritu Santo, que tu amor entre en mi vida como la lluvia que empapa la tierra labrada y hace que el grano crezca y produzca en abundancia. Que por tu acción la meditación frecuente de la Sagrada Escritura pueda producir en mi frutos de santidad para mayor gloria del Padre. Que pueda vivir y obrar como un verdadero testigo del Resucitado.

Día 4 – ESPÍRITU SANTO, FORTALEZA EN LA PERSECUCIÓN

Jesús al partir al cielo envíará a sus discípulos en misión, ellos habrán de continuar su obra llevando la Buena Nueva de salvación a todos los hombres, este anunción implica tanto la predicación de la Palabra como el Bautismo para el perdón de los pecados y el nacimiento a la nueva vida en Él. El Señor no ocultó a sus apóstoles que la persecución habría de hacerse presente, puesto que así como fue tratado Él habrían de ser tratados aquellos que estuvieran unidos a Él, la comunión con Cristo no es sólo un secundar sus ideas, es asumir su propia vida en nosotros, y esto se realiza en virtud del Espíritu Santo como hemos visto con anterioridad.

Será este mismo Espíritu el que habrá de conceder la fuerza para resistir en medio de la persecución, y en Él hay que cifrar toda nuestra esperanza en el momento de la adversidad, Jesús mismo lo enseñó: “Cuando los lleven a las sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo defenderse, o qué tienen que decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en aquella hora qué es lo que hay que decir.” (Lc 12, 11-12)

Por eso, san Pablo aconsejando a Timoteo, mientras escribe desde la prisión le invitará a renovar su fe y caminar hacia adelante, recordándole que “…Dios no nos dio un espíritu de timidez, sino de fortaleza, caridad y templanza” (2 Tim 1, 7). Por eso la Iglesia misma nos recuerda continuamente que no obstante la adversidad que se puede experimentar en cualquier manifestación nosotros hemos de saber perseverar, podría decir incluso, nuestro caminar en fe debe realizar con voluntad de martir, a este respecto son iluminadoras unas palabras del Concilio Vaticano II:

«El martirio, por consiguiente, con el que el discípulo llega a hacerse semejante al Maestro, (…) es considerado por la Iglesia como un supremo don y la prueba mayor de la caridad. Y si ese don se da a pocos, conviene que todos vivan preparados para confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia» (Conc. Vaticano II, Lumen gentium, n. 42).

Ven Espíritu Santo y concédeme la palabra propicia, el gesto oportuno y el ánimo sereno que me permitan perseverar hasta el final de mis días en el seguimiento del Señor, que movido por ti sepa caminar con voluntad firme y paso seguro hacia la patria eterna.

Día 5 – MARIA Y EL ESPÍRITU SANTO

Es maravillosa la relación entre María santísima y el Espíritu Santo es sumamente profunda, habitualmente en nuestras oraciones de ahí que se le suele llamar esposa o sagrario del Espíritu Santo. Esto se da por su elección como Madre del Redentor, el Catecismo no dudará en enseñarnos que: “La misión del Espíritu Santo está siempre unida y ordenada a la del Hijo (cf. Jn 16, 14-15). El Espíritu Santo fue enviado para santificar el seno de la Virgen María y fecundarla por obra divina, él que es «el Señor que da la vida», haciendo que ella conciba al Hijo eterno del Padre en una humanidad tomada de la suya.” (Catecismo n.485)

Ella, la mujer dócil a la intervención de Dios en la historia, nos invita a dejar que el Espíritu Santo obre en nosotros, en ella vemos siempre una figura de lo que la Iglesia está llamada a ser, virgen y madre, “María es a la vez virgen y madre porque ella es la figura y la más perfecta realización de la Iglesia (cf. LG 63): «La Iglesia […] se convierte en Madre por la palabra de Dios acogida con fe, ya que, por la predicación y el bautismo, engendra para una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios. También ella es virgen que guarda íntegra y pura la fidelidad prometida al Esposo» (LG 64).”

En María todo cristiano encuentra un modelo acabado de lo que el Espíritu Santo quiere hacer en nosotros, quiere hacernos gozar de la misma vida de Cristo en nuestro interior, también nosotros por obra del Espíritu podemos encarnar al Hijo de Dios. Para ello es preciso que también nosotros entremos en la meditación continúa de la Palabra de Dios, así como la Virgen santísima que todo lo que vivía lo iba guardando, meditando y contemplando en su corazón, ella iba descubriendo en aquellos acontecimientos la voluntad de Dios, así también nosotros en la lectura orante de la Sagrada Escritura adquirimos las categorías que necesitamos para interpretar la realidad en que vivimos y cómo Cristo se hace presente ahí o cómo podemos hacerlo presente. En esta actitud de María que se abre a la acción del Espíritu por el encuentro con la Palabra, también nosotros aprendemos que no podemos pasar por este mundo como seres irreflexivos, María meditaba y porque meditaba obraba conforme a la fe, y así la vemos presurosa para auxiliar a Isabel, acompañando a José para empadronarse en Belén o huyendo con Él a Egipto para proteger al Niño, así la vemos más tarde seguiendo a Cristo mientras predica, asistiéndole con otras piadosas mujeres, perseverante en el momento de la Cruz junto a Cristo y una vez Él parte al cielo, la vemos en dulce espera con los apóstoles en el cenáculo aguardando la Promesa del Padre y del Hijo.

Ven Espíritu Santo, toma mi pequeña humanidad, y transformame, que por intercesión de nuestra Buena Madre, pueda yo ser dócil a tu acción y deje transformarme en una bendición para los demás pueblos.

Día 6 – ESPÍRITU SANTO, MEMORIA VIVA DE LA IGLESIA

El Señor Jesús mientras se despedía de sus discípulos en la Última Cena, habló largo y tendido acerca de su misión, dio también instrucciones a sus discípulos invitándolos a la vigilancia y perseverancia, y a que aguardarán la llegada de otro consolador, el Espíritu Santo, Él habría de recordarles todo lo que habían aprendido con Jesús y les llevaría a la verdad plena. Es por eso que llegado Pentecostés, los apóstoles como columnas de la Iglesia darían inicio a la gran misión evangelizadora, ellos junto con otros discípulos de la primera hora, daría testimonio de Cristo resucitado, la Iglesia, recordemos, nace para continuar la misión del Señor, ella lleva la salvación de Jesús, anunciándola con la predicación de la palabra, exhortando a la conversión y administrando los sacramentos. La fe que transmite la Iglesia es una fe creída, una fe celebrada, una fe vivida y una fe orante.

El Espíritu Santo, conduce al Pueblo santo de Dios para que recuerde ciertamente la verdad de la fe, y así inspiró a los hombres que pondría por escrito los que Jesús dijo e hizo, es más continuará a asistir a los sucesores de los apóstoles para que a lo largo de los siglos continúen a iluminar la realidad profundizando en el mensaje del evangelio, testigos fundamentales clave en esto han sido los que conocemos como Padres de la Iglesia, aquellos primeros obispos y sacerdotes que en la antigüedad cristiana iluminados por el Espíritu continuaron a transmitir la fe, en esa línea tenemos a tantos santos y santas que llevaron a la vida esa fe que les fue comunicada, en ellos el Espíritu también se ha manifestado, de un modo especial Él maestro interior nos comunica la fe a través de las oraciones de la Sagrada Liturgia, puesto que oramos conforme a lo que creemos, y en Él quien ora en nosotros.

“Es la memoria viviente de la Iglesia. Y mientras nos hace recordar, nos hace comprender las palabras del Señor…. Un cristiano sin memoria no es un verdadero cristiano: es un cristiano a mitad de camino, es un hombre o una mujer prisionero del momento, que no sabe tomar en consideración su historia, no sabe leerla y vivirla como historia de salvación. En cambio, con la ayuda del Espíritu Santo, podemos interpretar las inspiraciones interiores y los acontecimientos de la vida a la luz de las palabras de Jesús. Y así crece en nosotros la sabiduría de la memoria, la sabiduría del corazón, que es un don del Espíritu.” Papa Francisco (8 de junio de 2014)

Ven Espíritu Santo y ayúdame a leer mi historia a la luz de la fe que se me ha transmitido, que a cada paso del camino pueda hacer memoria de la obra de Dios en mi vida, sé tu luz que ilumina este recordar que me abra a la Palabra de Dios para lanzarme luego a una vida en santidad.

Día 7 – EL ESPÍRITU SANTO Y LA VERDAD PLENA

Jesús en la Última Cena dijo a sus discípulos que el Espíritu Santo habría de conducirles a la Verdad plena, la “verdad” en cuanto tal, ha sido definida por los filósofos como la adecuación entre el intelecto y la realidad de las cosas, en este sentido podría decir el Espíritu Santo ilumina nuestras vidas de modo que podamos conocer las cosas según su realidad más auténtica, es decir según el plan de Dios, de hecho la luz de la fe que nos da el Espíritu divino, nos ayuda a conocer la realidad no sólo a nivel superficial a través de causas y efectos, sino que nos da un horizonte más amplio enseñándonos como se valoran en razón de la eternidad.

El Espíritu Santo nos da las categorías que necesitamos para valorar la realidad que vivimos en su justa dimensión, más que decir que nos lleva a poseer la verdad debería decir que nos hace encontrarnos con ella, de hecho es muy iluminador las palabras de san Juan Pablo II que nos invitaba a descubrir en Jesús la verdad sobre el hombre cuando nos dice que “Jesús revela plenamente el hombre al hombre mismo”. El Espíritu Santo mientras nos va llevando a configurar nuestro ser y obrar con el de Jesús, nos está llevando a vivir un encuentro con Él, nos encontramos con la Verdad que es Cristo. Pero esto no es un proceso automático sino que implica nuestra colaboración, a través de la vida de oración y la meditación continúa de la Sagrada Escritura y la Tradición de la Iglesia.

“¿Cuál es, entonces, la acción del Espíritu Santo en nuestra vida y en la vida de la Iglesia para guiarnos a la verdad? Ante todo, recuerda e imprime en el corazón de los creyentes las palabras que dijo Jesús, y, precisamente a través de tales palabras, la ley de Dios —como habían anunciado los profetas del Antiguo Testamento— se inscribe en nuestro corazón y se convierte en nosotros en principio de valoración en las opciones y de guía en las acciones cotidianas; se convierte en principio de vida. Se realiza así la gran profecía de Ezequiel: «os purificaré de todas vuestras inmundicias e idolatrías, y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo… Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos» (36, 25-27). En efecto, es del interior de nosotros mismos de donde nacen nuestras acciones: es precisamente el corazón lo que debe convertirse a Dios, y el Espíritu Santo lo transforma si nosotros nos abrimos a Él.” Papa Francisco, 15 de mayo de 2013

Ven Espíritu Santo, abre mi mente y mi corazón para acoger la Verdad plena que es Cristo, disipa las tinieblas de la duda y del error de mi interior, que no me deje confundir por la catequesis del mundo sino que antes bien pueda ser iluminado con tu luz

8. ESPÍRITU SANTO, MAESTRO INTERIOR

El día de Pentecostés mientras los discípulos estaban reunidos en oración es que el Espíritu Santo se derrama sobre ellos, es Él quien enseña a la Iglesia y recuerda todo lo que Jesús ha dicho, por tanto, Él es quien dará la forma a la vida de oración, por eso se le llama el Maestro interior, y a que suscita en nosotros formas que se renuevan bajo las diferentes formas permanentes de orar: bendición, petición, intercesión, acción de gracias y alabanza.

Hemos de recordar que la oración no puede ser reducida a un mero acto que brota espontáneamente, es decir, es necesario querer orar, aprender a orar, en este sentido el Maestro interior es “el agua viva, que, en el corazón orante, brota para la vida eterna. Él es quien nos enseña a recogerla en la misma Fuente: Cristo. Pues bien, en la vida cristiana hay manantiales donde Cristo nos espera para darnos a beber el Espíritu” (Catecismo n.2652): la Palabra de Dios, la Liturgia de la Iglesia, las virtudes teologales y el “hoy” (los acontecimientos de cada día).

Todo oración que dirigimos a Jesús es suscitada por el Espíritu Santo, y si Él nos lleva a Cristo, significa que hemos de dirigirnos también Él con aquella oración tradicional “Ven, Espíritu Santo”, especialmente al comenzar y terminar cualquier acción importante.

“Esta es la obra del Espíritu en nosotros. Él nos “recuerda” a Jesús y lo hace presente en nosotros —podemos decir que es nuestra memoria trinitaria, es la memoria de Dios en nosotros— y lo hace presente en Jesús, para que no se reduzca a un personaje del pasado: es decir, el Espíritu trae al presente a Jesús en nuestra conciencia. Si Cristo estuviera tan solo lejano en el tiempo, nosotros estaríamos solos y perdidos en el mundo….en el Espíritu todo es vivificado: a los cristianos de todo tiempo y lugar se les abre la posibilidad de encontrar a Cristo…Él no está distante, el Espíritu está con nosotros: Jesús todavía educa a sus discípulos transformando su corazón, como hizo con Pedro, con Pablo, con María Magdalena, con todos los apóstoles. ¿Pero por qué está presente Jesús? Porque es el Espíritu quien lo trae en nosotros.

Es la experiencia que han vivido muchos orantes: hombres y mujeres que el Espíritu Santo ha formado según la “medida” de Cristo, en la misericordia, en el servicio, en la oración, en la catequesis… Es una gracia poder encontrar personas así: nos damos cuenta que en ellos late una vida diferente, su mirada ve “más allá”. No pensemos solo en los monjes, los eremitas; se encuentran también entre la gente común, gente que ha tejido una larga vida de diálogo con Dios, a veces de lucha interior, que purifica la fe. Estos testigos humildes han buscado a Dios en el Evangelio, en la Eucaristía recibida y adorada, en el rostro del hermano en dificultad, y custodian su presencia como un fuego secreto.”

Ven Espíritu Santo, y que pueda mantener encendido en mí el fuego de tu amor, que sea como lámpara del sagrario que vela día y noche, ese fuego encendido para que donde el mundo ve tristeza vea yo alegría, donde el mundo ve oscuridad tenga yo luz, para que donde el mundo vea costumbre vea yo amor, para que donde el mundo vea esclavitud yo mire un servicio dado en libertad.

Día 9 – ESPÍRITU SANTO Y MISIÓN

La venida del Espíritu Santo marca la pauta para el inicio de la gran misión evangelizadora de la Iglesia, misión que no ha cesado desde aquel Pentecostés, la Iglesia existe para evangelizar y llevar la vida de Cristo en el Espíritu Santo a todos lo hombres.

“Los caminos de la misión. «El Espíritu Santo es en verdad el protagonista de toda la misión eclesial» (RMi 21). Él es quien conduce la Iglesia por los caminos de la misión. Ella «continúa y desarrolla en el curso de la historia la misión del propio Cristo, que fue enviado a evangelizar a los pobres… impulsada por el Espíritu Santo, debe avanzar por el mismo camino por el que avanzó Cristo; esto es, el camino de la pobreza, la obediencia, el servicio y la inmolación de sí mismo hasta la muerte, de la que surgió victorioso por su resurrección» (AG 5). Es así como la «sangre de los mártires es semilla de cristianos» (Tertuliano, apol. 50).” (Catecismo de la Iglesia n.852)

El Espíritu Santo nos conduce como dulce huésped del alma a compartir el fuego de su amor, ciertamente no faltarán las dificultades provenientes de las debilidades propias de los misioneros, ni lo fracasos (recordemos lo que viviése Pablo en el Aerópago) sin embargo no por eso ha de detenerse, a través del conversión y renovación personal es por donde avanza en las vías del Señor, y es que no hemos de olvidar que el mejor misionero no es el conoce más manuales, discursos o eslogans, sino aquel que se deja conducir por el Espíritu Santo, la formación y los recursos técnicos son importantes, pero no lo más importante, lo más importante es que el discípulo misionero se un hombre que aspire a la santidad:

“(El Espíritu Santo)Igual que en los comienzos de la Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deja poseer y conducir por Él, y pone en los labios las palabras que por sí solo no podría hallar, predisponiendo también el alma del que escucha para hacerla abierta y acogedora de la Buena Nueva y del reino anunciado” (Evangelii Nuntiandi 75)

Ven Espíritu Santo, y habita en nuestro corazones, haznos auténticos discípulos misioneros de Jesús que vaya y compartan por el mundo la vida plena de la que hemos comenzado a gozar la gracia de Dios que hemos recibido en el seno de nuestra santa madre Iglesia.