En este domingo la Iglesia nos invita a poner la mirada en Dios, tal como Él se nos ha revelado, Uno y Trino, Un sola naturaleza divina, Tres divinas personas. En el mundo todo hombre tiene alguna imagen de Dios, crea o no crea en Él, incluso hay quienes tienen una imagen de multiples de dioses. La llamada a lo divino está inscrita en el corazón de todos, podemos ver como el hombre en su religiosidad natural siempre busca este contacto con una realidad que está más allá del mundo perceptible por sus sentidos.
La tradición cristiana conserva como su tesoro más maravilloso la revelación de Dios que es comunión de Personas, ciertamente el antiguo testamento menciona algunas nociones acerca de la personas divinas pero lo único claro es la existencia de un solo Dios, al cual se concibe como Padre en cuanto autor de todo cuanto existe y como aquel del cual Israel es el primogénito que recibe toda bendición como herencia, sin embargo llegada la plenitud de los tiempos Jesús nos ha revelado al Padre en un nuevo sentido, Dios es Padre principalmente en relación a su Hijo Único, y no sólo es este Hijo asumiendo nuestra condición humana nos ha hecho hijos en Él, más aún ha querido hacernos gozar del amor que viven el Padre y el Hijo, este es el Espíritu Santo. El hombre por su solas fuerzas no podía llegar a conocer esta realidad, sin embargo, Dios en su infinita misericordia le ha salido al encuentro al hombre, ha caminado con Él, y se le ha comunicado, a esto le llamamos la revelación.
Dando otro paso sabemos también que Jesús no sólo nos ha hablado de Dios, sino que nos ha hecho entrar en una relación de amor con Él, nos ha abierto las puertas para que podamos gozar de la misma vida divina, este es uno de los grandes misterios de la vida del cristiano, en razón de nuestro bautismo hemos pasado a formar parte de la familia de Dios, hemos sido divinizados en Cristo. Todo el combate espiritual que vivimos en vistas a la santidad de vida, es irnos despojando de lo que nos impide vivir esa nueva dimensión y adquirir un su posesión cada vez más plena. Hermano y hermana, has sido creado para vivir la vida de la Santísima Trinidad en ti, has sido creado y redimido para llegar a vivir una vida plena, gozosa, perfecta y eterna por la gracia del Señor.
Pero ojo, Dios que es comunión de personas, nos muestra también en este sentido que el aislarnos, encerrarnos en nosotros mismos y apartarnos de la Iglesia que encontramos en los hermanos es lo más radicalmente contrario esta vida, si hemos sido creados para vivir la vida de la Santísima Trinidad en nosotros, significa que hemos sido creados para la comunión, vamos juntos los unos con los otros irradiando el amor de Dios en sus diferentes aspectos. Y así como el Hijo y el Espíritu Santo fueron enviados en misión por el Padre para reconciliar al mundo consigo, así tu y yo también somos enviados para continuar esta misión. Tu y yo comunicamos quien es Él, cuál es su voluntad para el hombre, anunciamos su Palabra pero también comunicamos su amor.
La comunión de vida con la Santísima Trinidad lleva a la comunión de vida con la Iglesia, sólo ahí encontramos el gozo que experimentan los corazones que viven de acuerdo a su fin último, estamos llamados a compartir la alegría que se vive en la comunión con Dios y su Iglesia, es parte de nuestra misma naturaleza.
“La solemnidad litúrgica de la Santísima Trinidad, que celebramos hoy, nos invita a contemplar ese misterio, pero nos impulsa también al compromiso de vivir la comunión con Dios y entre nosotros según el modelo de la Trinidad. Estamos llamados a acoger y transmitir de modo concorde las verdades de la fe; a vivir el amor recíproco y hacia todos, compartiendo gozos y sufrimientos, aprendiendo a pedir y conceder el perdón, valorando los diferentes carismas bajo la guía de los pastores. En una palabra, se nos ha confiado la tarea de edificar comunidades eclesiales que sean cada vez más una familia, capaces de reflejar la belleza de la Trinidad y de evangelizar no sólo con la palabra. Más bien diría por «irradiación», con la fuerza del amor vivido.” Benedicto XVI (03 de junio de 2012)
IMG: «Santísima Trinidad» de Rublev
Santísima Trinidad – Ciclo C
Pr 8, 22-31. Antes de comenzar la tierra, la sabiduría fue engendrada.
Sal 8. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Rm 5, 1-5. A Dios, por medio de Cristo, en el amor derramado con el Espíritu.
Jn 16, 12-15. Todo lo que tiene el Padre es mío; el Espíritu tomará de lo mío y os lo anunciará.