CATEQUESIS PEQUEÑAS COMUNIDADES Y COMUNIDADES ECLESIALES DE BASE
07/07/2022
“¿Pero qué tiene el hombre para que le tengamos tanto respeto? Hermanos, yo quisiera que recordáramos hoy esta página de San Pablo, para vivirla, pensando en nosotros mismos. Si se dice que por la palabra eterna de Dios fueron creadas todas las cosas y son creadas para él, una de esas creaturas soy yo, es cada uno de ustedes. Hemos sido creados por Dios y lo que no hizo en las otras cosas, lo hizo conmigo, con ustedes. El santuario íntimo de la creación es el hombre. Porque en ninguna otra cosa puso Dios tanto de sí mismo como en el corazón de un hombre, de una mujer, de un niño, de un anciano, de un joven.” San Óscar Arnulfo Romero
1. Celebración de la palabra
• Dt 30, 10-14. El mandamiento está muy cerca de ti; cúmplelo.
• Sal 68. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
• Col 1, 15-20. Todo fue creado por Él y para Él.
• Lc 10, 25-37. ¿Quién es mi prójimo?
- La primera lectura nos invita a descubrir como Dios no nos pide imposibles ¿En qué ocasiones me he sentido tentado de considerar la palabra de Dios como una realidad imposible de vivir?
- La segunda lectura nos habla como todo cuanto existe siempre reconduce a Cristo ¿puedo decir que mi vida yo también tengo a Cristo al centro? Es decir vivo una vida Cristocéntrica en la que la meta de todo mi obrar es dar gloria a Jesús y en las que mis decisiones se basan en las enseñanzas del Evangelio.
- La parabola del Buen Samaritano concluye con una invitación al maestro de la ley a tener misericordia con los demás ¿Qué acto de misericordia podría practicar yo en esta semana?
2. Catequesis
El Papa Francisco, numerosas veces ha hablado como una de las enfermedades espirituales de hoy en día es el de la mundanidad espiritual, la cual se caracteriza por querer llevar una vida acomodada a las diferentes corrientes de pensamiento que están de moda, relajando las costumbres y dejándonos llevar por la dictadura del relativismo, el placer y el conformismo, cayendo en la mediocridad, llegando incluso hasta la tibieza espiritual.
“Dios ya no cuenta”, participar de la Santa Misa dominical parece requerir un esfuerzo casi heroico, la oración diaria y la confesión frecuente parecen una cosa sólo de santos ya canonizados, se ensalzan las obras de ayuda a los necesitados pero difícilmente se encuentra alguien que quiera involucrarse con el otro al punto de compadecerse y entrar en diálogo con él. Puedo darle una moneda al que pide en la calle, pero ¿me he detenido al menos a preguntarle cuál es su nombre?.
El perdonar a alguien parece fruto de un largo proceso en el que el otro debe humillarse hasta que se prueba merecedor de “mi” misericordia, y no se recuerda más que el perdón para el cristiano es un don que ha de dar gratuitamente aún y si no me lo han pedido. Gratuitamente nos ha sido dado a todos, asi lo hizo Cristo, perdonando los pecados de todos los hombres que vivieron antes que el viniese al mundo, los de sus contemporáneos y los de aquellos que vendrían después, simplemente nos ha tocado a nosotros hacer nuestro su perdon con la contrición del corazón y la súplica a Él por medio de su Iglesia, pero el perdón ya está dado.
Vivir cristianamente nos parece un reto imposible, es más fácil decir hoy en día “la Iglesia tiene que cambiar esto” que decir “he de luchar por hacer vida la fe que la Iglesia me ha transmitido”; es más fácil decir “la Iglesia es injusta, peor fuera que yo hiciera otras cosas peores” que decir “la Iglesia me invita a vivir la santidad, como auténtico hijo de Dios”; es más, decimos “la Iglesia somos todos” cuando sacamos provecho personal de algo que nos conviene, pero cuando nos sentimos cuestionados por su enseñanza decimos “la Iglesia es una estructura clericalista, medieval, rígida y alejada de la sociedad”; es más fácil decir “La Iglesia debería hacer esto y lo otros” que decir “me voy a comprometer a servir en lo que la parroquia muestre necesidad” etc.
De muchos modos la mundanidad espiritual nos tienta a considerar nuestra vocación a la santidad como algo imposible y la caridad cristiana se vuelve una utopía, amar a Dios y amar al prójimo se nos presentan como ideales que nunca se harán realidad.
Frente a todo esto el texto del Deuteronomio nos interpela, puesto que dice “Estos mandamientos que te doy, no son superiores a tus fuerzas, ni están fuera de tu alcance. No están el cielo…ni tampoco están al otro lado del mar…todos mis mandamientos están muy a tu alcance, en tu boca y en tu corazón para que puedas cumplirlos” (Dt 30).
Los israelitas al contemplar la Ley del Señor se sentían privilegiados porque el camino de la vida y la bendición les había sido comunicado, la palabra que el Señor les había dirigido era para ellos su sabiduría frente a los demás pueblos, ¿a qué otra nación se había dirigido el Señor tan claramente como lo hizo con Israel? Con mucha más razón nosotros deberíamos sentirnos fortalecidos porque hemos tenido la gracia de conocer a Jesucristo, Él ha venido a llevar a plenitud lo que aquella palabra había anunciado, en Él Dios mismo nos ha hablado y nos ha enseñado como vive el hombre que quiere llevar a su plenitud la altísima dignidad de hijo de Dios, que quiere vivir en plenitud su vocación al amor, que quiere en pocas palabras vivir en santidad. Más aún, el mismo nos da la fuerza para vivir de tal manera a través de la vida oración y los sacramento por todo esto la Iglesia en el Concilio de Trento nos enseño que “Dios no manda cosas imposibles, sino que al mandar avisa que hagas lo que puedas y pidas lo que no puedas, y ayuda para que puedas”
Él es el buen samaritano que viéndonos perdidos y medio muertos a causa del pecado y sus consecuencias nos ha salido al encuentro y nos ha llevado a la posada, que es la Iglesia, en donde nuestras heridas son curadas por su gracia, y en donde aprendemos a vivir por su Palabra que continúa a proclamarse hoy en día. Ello llevaba a san Agustín a decir: “Tú, alma mía, ¿dónde te encuentras, dónde yaces, dónde estás mientras eres curada de tus dolencias por aquel que se hizo propiciación por tus iniquidades? Reconoce que te encuentras en aquel mesón a donde el piadoso samaritano condujo al que encontró semivivo, llagado por las muchas heridas que le causaron los bandoleros” (Sobre la Trinidad)
Recordemos lo propio del cristiano no es sólo no pecar, la fe no sólo nos enseña que pecado hay que evitar, sino que los más grande es que nos enseña el bien por hacer y vivir, de tal modo que nuestra vida sea cada vez más una imitación de la vida Cristo. La parábola del Buen Samaritano nos recuerda esto asemejarnos al Divino Maestro en el modo de comportarte con el prójimo, particularmente la importancia que tienen en la vida de fe las obras de misericordia, nadie puede desentenderse del prójimo, más aún todos hemos de hacernos prójimo de los otros.
“El respeto a la persona humana pasa por el respeto del principio: «que cada uno, sin ninguna excepción, debe considerar al prójimo como ‘otro yo’, cuidando, en primer lugar, de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente» (GS 27, 1). Ninguna legislación podría por sí misma hacer desaparecer los temores, los prejuicios, las actitudes de soberbia y de egoísmo que obstaculizan el establecimiento de sociedades verdaderamente fraternas. Estos comportamientos sólo cesan con la caridad que ve en cada hombre un «prójimo», un hermano.
El deber de hacerse prójimo de otro y de servirle activamente se hace más acuciante todavía cuando éste está más necesitado en cualquier sector de la vida humana. «Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25, 40).
Este deber se extiende a los que no piensan ni actúan como nosotros. La enseñanza de Cristo exige incluso el perdón de las ofensas. Extiende el mandamiento del amor que es el de la nueva ley a todos los enemigos (cf Mt 5, 43-44). La liberación en el espíritu del evangelio es incompatible con el odio al enemigo en cuanto persona, pero no con el odio al mal que hace en cuanto enemigo.” (Catecismo de la Iglesia 1931-1933)
En estos tres párrafos del Catecismo se condensa de algún modo los criterios que hemos de tener presentes en primer lugar siempre hemos de recordar que el respeto se da al otro considerándolo como “otro yo” según el mandato del evangelio de amar al prójimo como a sí mismo, hay un deber mayor de hacernos prójimos cuanta mayor sea la necesidad del otro y que este deber se extiende a todos los hombres aún y cuando no actúan o piensan como nosotros. No olvidemos que en la parábola el samaritano ayudó a un judío, y que Jesús siendo judío se acercó en el pozo de Jacob a ayudar una samaritana aún y cuando fue ese mismo pueblo el que se negó a darle paso cuando se dirigía a Jerusalén. El bien va hecho a todos.
“Esta parábola es un regalo maravilloso para todos nosotros, y ¡también un compromiso! A cada uno de nosotros, Jesús le repite lo que le dijo al doctor de la Ley: «Vete y haz tú lo mismo» (v. 37). Todos estamos llamados a recorrer el mismo camino del buen samaritano, que es la figura de Cristo: Jesús se ha inclinado sobre nosotros, se ha convertido en nuestro servidor, y así nos ha salvado, para que también nosotros podamos amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado, del mismo modo.” Papa Francisco, Audiencia General, 27 de abril de 2016
3. Edificación Espiritual
¿Qué aprendí de esta catequesis?
¿De qué maneras en mi vida se manifiesta la tentación de la mundanidad espiritual?
¿Qué dificultades encuentro para obrar con misericordia? ¿cómo las enfrento?
¿En mi plan de vida cristiano tengo contemplado separar algo de mis bienes para la limosna a un indigente por la calle o la atención a algún pariente en necesidad (hay muchos que ayudan a sobrinos, sus padres u otras amistades)?