«La caridad de Cristo nos apremia»

(Retiro con la Guardia de Honor en el monasterio de la Visitación en San Salvador)

2 Cor 5, 14

Esta afirmación de san Pablo es para nosotros ocasión de meditación en este día mientras buscamos profundizar en el misterio del amor de nuestro Señor Jesucristo del cual su sacratísimo Corazón es el símbolo que le identifica. La segunda carta a los corintios es una de las más antiguas del cristianismo datada en el año 57 (estamos a unos 25 años de la pasión, muerte y resurrección del Señor) fue escrita para preparar el segundo viaje del apóstol Pablo a la comunidad cristiana de Corintio, los biblistas dicen que ella encontramos no sólo una sino el contenido de probablemente 3 cartas del apóstol que al final se transmitieron como una sola, podríamos decir que en su conjunto encontramos dos enseñanzas principales: por un lado el ministerio apostólico y por otro la comunión de bienes, lo cual se manifiesta en la enumeración de las características de los enviados a predicar el Evangelio así como sus motivaciones, y en la importancia que hay que los cristianos de aquel lugar apoyen con una colecta a los cristianos de Jerusalén. La afirmación que nos interesa se encuentra en la primera parte en la cual va enumerando las características del apóstol: es un ministerio recibido, nadie se lo da a sí mismos, el evangelizador es escogido y enviado en última instancia por el Señor, quien más allá de su flaqueza recibe los auxilio de lo alto, su misión no sólo es predicar sino también llevar el buen olor de Cristo a donde quiera que vaya (cf. 2 Co 2, 14) de un modo especial esta misión se lleva a cabo participando de la pasión del Señor, el apóstol también sufre dolor e ingratitudes en su ministerio, pero estas tribulaciones son ocasión para que la gran difusión que tiene la Buena Nueva evidencia que no es de fuente humana su fuerza sino que viene de Dios. Se une a los fieles por amor y su interés no es el lucro al contrario el apóstol es desprendido. Todo esto es lo que se viene anunciando cuando dice: “La caridad de Cristo nos apremia”.

Esta afirmación hermanos puede ser entendida de dos manera: la fuerza del amor de Cristo en nosotros nos impulsa y por el amor a Cristo nos disponemos. Veamos cada una de estas afirmaciones.

  1. La caridad por un lado sabemos encierra un concepto de amor muy particular, la caridad es nuestra participación en el amor del Corazón de Jesús, es un amor “teológico” podríamos decir, es nuestro participar en el amor de Dios, un amor divino, que el fuego del Espíritu Santo, pero también es un participar en ese amor que obra a modo humano aunque tiene una fuerza sobrenatural, y que busca la gloria de Dios y el bien, en todos los sentidos, del prójimo; y no sólo eso es un amor que llega hasta la manifestación sensible, es decir que involucra nuestra dimensión afectiva. De este modo afirmar que la caridad de Cristo nos apremia, es decir que el amor del Corazón de Jesús late en nuestro corazón, Él es la fuerza que nos sostiene, nos anima y edifica toda la tarea de la evangelización. Más aún es ese amor que se manifestó de un modo especial en el Calvario el que no sólo nos ha reconciliado con el Padre, perdonando nuestros pecados y abriendos las puertas de la vida eterna, sino que también nos mueve a buscar que otros conozcan su amor. En nuestra espiritualidad del Corazón de Jesús nosotros conocemos claro el concepto de reparación como la oración o la penitencia que ofrecemos para amar por los que no aman, para satisfacer o compensar la injustica cometida contra el amor que no ha sido correspondido, pero hermanos, y aunque esto cierto, consolar el Corazón de Jesús va más allá, implica buscar llevar a que otros amen al Señor, de ahí que una de las características que deben animarnos ha de ser la misioneridad, no podemos quedarnos de brazos cruzados también en nosotros debe habitar ese deseo de que Jesús sea amado porque en nosotros late el amor de Cristo que continúa a decir “tengo sed” sed de los corazones de los hombres, de que ellos se dejen amar por mí. Y esto hermanos va más allá de la recitación de una formula de consagración implica que en mis actitudes y comportamientos, pensamientos y sentimientos los hombres se sientan amados de tal modo que se pregunten de donde brota esa bondad que llega a amar aunque se sufra, aunque parezcamos al mundo como locos como parecían los apóstoles a sus contemporáneos (ese de hecho es uno de los temas de la carta) porque buscamos hacer el bien aunque no nos correspondan simplemente porque en mí Cristo quiere seguir actuando, cuando el otro hace experiencia del amor de Jesús en ti entonces eres un verdadero misionero del Corazón de Jesús.
  • “La caridad de Cristo nos apremia” por otro lado puede ser entendido también como que todo lo hacemos por el amor a Cristo, y es que la motivación que nos lleva a dejar que la gracia de Dios actú en nosotros en vista a la misión, es la propia experiencia de reconocernos amados por Jesús, una experiencia que crece día con día, el punto de partida es siempre renocer como san Pablo que he sido alcanzado por su misericordia, Jesús aún cuando muchas veces hemos sido indiferentes o hasta enemigos suyos nos ha amado dando su vida en el madero de la Cruz, y me explico en esto, Cristo no te ama hasta que hayas entrado en la conversión, entras en la conversión porque te descubres amado por Él, su amor es incondicional, y al entrar en la conversión comienzas a corresponder a su amor.

Y a medida que pasa el tiempo, y meditas día a día su Palabra, haces tu oración y buscas practicar el silencio y recogimiento interior, comienzas a ofrecer todos tu pensamientos, palabras, sentimientos y obras a Él tomando como punto de partida tu hora de Guardia, entre más frecuentes los sacramentos, practiques obras de misericordia y vayas creciendo no sólo en el conocimiento de la fe sino en los efectos que todo lo que como cristianos creemos y practicamos tiene en nuestra historia, según vayas conformandote con la Cruz del Señor aceptando pacientemente los sufrimientos que te llegan y que no puedes evitar, asumiendo incluso en ocasiones algunos que aunque pudiénlos evitar no derivan en un consecuencia grave que atente contra tu vida y dignidad, o incluso practicando bajo la guía de tu confesor algunas mortificaciones voluntarias, en una palabra a medida en que vayas correspondiendo a la acción de la gracia de Dios en tu vida tomandote cada vez más en serio la santificación de tu vida, irás haciendo una experiencia más profunda de su amor, al punto en que te harás cada vez más semejante a Él, te descubrirás no sólo amado sino transformado por su amor. Porque el amor crea semejanza entre los que se aman. Y no sólo eso el hecho de saber que tu Amado no es amado como quiere ser amado te impulsará a profundizar en tu sintonía con Él buscando en todo no tanto tu consuelo sino su gloria, y de ahí crecerá cada vez más el ardor por ir anunciar el Evangelio. El amor deja de ser mercenario, es decir amo para obtener algo a cambio y comienza a ser oblativo, amor porque me quiero entregar a mi amado y entonces sus proyectos son los míos.

Hermanos, “La caridad de Cristo nos apremia”, no podemos quedar indiferentes nuestra consagración como Guardias de Honor implica una seria transformación de nuestras vidas y un gran dinamismo misionero, ayer hemos celebrado la Fiesta de la apóstol de los apóstoles santa María Magdalena a quien consideramos una de las primeras Guardias de Honor, al pie de la cruz ella nos alecciona en esto, al punto que una de las lecturas propuesta es justamente esta que meditamos, san Juan Pablo II hacía una hermosa consideración sobre esto diciendo

“La Magdalena siguió hasta el Calvario a Cristo, que la había curado. Estuvo presente en la crucifixión, en la muerte y en la sepultura de Jesús. Junto con la Madre santísima y el discípulo amado recogió su último suspiro y el tácito testimonio de su costado traspasado: comprendió que su salvación estaba en aquella muerte, en aquel sacrificio. Y el Resucitado, como nos narra el evangelio de hoy, quiso mostrar su cuerpo glorioso ante todo a ella, que había llorado intensamente por su muerte. A ella quiso confiarle «el primer anuncio de la alegría pascual» (Colecta), para recordarnos que precisamente a quien contempla con fe y amor el misterio de la pasión y muerte del Señor, se le revela la luminosa gloria de su resurrección.

Así María Magdalena nos enseña que nuestra vocación de apóstoles se arraiga en nuestra experiencia personal de Cristo. Nuestro encuentro con Él suscita un nuevo estilo de vida, ya no centrado en nosotros mismos, sino en Él, que murió y resucitó por nosotros (cf. 2 Co 5, 15), renunciando al hombre viejo para conformarnos cada vez más plenamente a Cristo, el Hombre nuevo.” (San Juan Pablo II, 22 de julio de 2000)

Al participar en esta jornada de retiro pidamos esta gracia al Señor de que a través de esta consagración que hemos hecho podamos vivir cada día para su mayor gloria, buscando también llevar a que otros hagan experiencia de su amor.

IMG: «San Pablo escribiendo sus cartas» de Valentin de Boulogne