CATEQUESIS PEQUEÑAS COMUNIDADES Y COMUNIDADES ECLESIALES DE BASE
28/07/2022
“¿Quién no tendría lástima de un hombre tan obsesionado? La abundancia le hace desdichado… se lamenta igual como los indigentes: «¿Qué haré? ¿Qué comeré? ¿Con qué me vestiré?» Eso es lo que dice este rico. Sufre su corazón, la inquietud le devora, porque lo que a los demás les alegra, al avaro lo hunde. Que todos sus graneros estén llenos no le da la felicidad. Lo que atormenta a su alma es tener demasiadas riquezas al rebosar sus graneros…” San Basilio
1. Celebración de la Palabra
Si 1, 2; 2, 21-23. ¿Qué saca el hombre de todos los trabajos?
Sal 89. Señor, Tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Col 3, 1 -5. 9-11. Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo.
Lc 12, 13-21. Lo que has acumulado, ¿de quién será?
¿Qué entiendo de la expresión del Sirácides “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”
El salmista dice “enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato” ¿por qué creo que conocer la duración de nuestra vida nos da sensatez?
¿Me consideró un hombre que anhela el cielo? ¿Por qué?
¿He experimentado alguna vez la tentación de dedicarme a acumular bienes materiales?
2. Catequesis
La Liturgia de la Palabra nos presenta en esta ocasión una advertencia ante el anhelo desordenado de bienes, el libro del sirácides con su famosa sentencia “¡Vanidad de vanidades!” busca llevar al hombre a descubrir que los bienes materiales no perduran y por tanto el afán desordenado de los mismos representa un sin sentido, este texto que aún no manifiesta propiamente el anhelo de tesoros en el cielo es ya una preparación que el Antiguo Testamento va haciendo a la plenitud de la Revelación en Jescuristo, quien con su parábola busca ir sembrando matices que ayuden a descubrir que el problema no estaba en haber tenido una buena cosecha o construir un granero sino en haber puesto su seguridad, su corazón, su felicidad en sus bienes acumulados olvidándose que hay uno más importante, más aún, en su predicación busca que la mirada se extienda al horizonte más amplio de la eternidad, a aquello que perdura y es estable, a aquello que constituye la auténtica felicidad del hombre, a aquello que proviene de Dios.
“En este XVIII domingo del tiempo ordinario, la palabra de Dios nos estimula a reflexionar sobre cómo debe ser nuestra relación con los bienes materiales. La riqueza, aun siendo en sí un bien, no se debe considerar un bien absoluto. Sobre todo, no garantiza la salvación; más aún, podría incluso ponerla seriamente en peligro. En la página evangélica de hoy, Jesús pone en guardia a sus discípulos precisamente contra este riesgo. Es sabiduría y virtud no apegar el corazón a los bienes de este mundo, porque todo pasa, todo puede terminar bruscamente. Para los cristianos, el verdadero tesoro que debemos buscar sin cesar se halla en las «cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios». Nos lo recuerda hoy san Pablo en la carta a los Colosenses, añadiendo que nuestra vida «está oculta con Cristo en Dios» (Col 3, 1-3).” 05 de agosto de 2007
De algún modo nuestra sensibilidad nos mueve a desear cosas agradables de las cuales carecemos, por ejemplo el deseo de comer o de calentarse si se tiene hambre o frío, pero aunque muestran una realidad que se vive al no mesurarlos de modo racional pueden llevarnos a la codicia, avaricia y envidia.
“El décimo mandamiento proscribe la avaricia y el deseo de una apropiación inmoderada de los bienes terrenos. Prohíbe el deseo desordenado nacido de lo pasión inmoderada de las riquezas y de su poder. Prohíbe también el deseo de cometer una injusticia mediante la cual se dañaría al prójimo en sus bienes temporales:
«Cuando la Ley nos dice: «No codiciarás», nos dice, en otros términos, que apartemos nuestros deseos de todo lo que no nos pertenece. Porque la sed del bien del prójimo es inmensa, infinita y jamás saciada, como está escrito: «El ojo del avaro no se satisface con su suerte» (Si 14, 9)» (Catec. R. 3, 37)” (Catecismo de la Iglesia n. 2536)
Recordemos que el pecado no es obtener algo que pertenece a otro cuando lo procuramos por los justos medios, por ejemplo un comerciante que vende un producto desea obtener el dinero de su comprador, si el precio es adecuado la acción es lícita. El antiguo Catecismo Romano enseñaba que había algunos sectores de la vida económica que tenía una mayor responsabilidad en este campo estas acciones:
«Los comerciantes, que desean la escasez o la carestía de las mercancías, que ven con tristeza que no son los únicos en comprar y vender, pues de lo contrario podrían vender más caro y comprar a precio más bajo; los que desean que sus semejantes estén en la miseria para lucrarse vendiéndoles o comprándoles… Los médicos, que desean tener enfermos; los abogados que anhelan causas y procesos importantes y numerosos… » (Catecismo Romano. 3, 37).
Junto con la avaricia y la codicia usualmente también aparece el a envidia, definida como la tristeza que se experimenta ante el bien ajeno y deseo desordenado de poseerlo, si no se está en vela contra este vicio puede desembocar en grandes males, recordemos a Caín y Abel, o David, Betsabé y Urías, en el fondo el mismo pecado y muerte entraron al mundo por envidia del demonio. Recordemos que la envidia puede ser incluso de algo más allá de bienes materiales, puede tratarse de situaciones, posiciones, privilegios, fama e incluso el mismo progreso en la vida espiritual. «Luchamos entre nosotros, y es la envidia la que nos arma unos contra otros… Si todos se afanan así por perturbar el Cuerpo de Cristo, ¿a dónde llegaremos? Estamos debilitando el Cuerpo de Cristo… Nos declaramos miembros de un mismo organismo y nos devoramos como lo harían las fieras» (San Juan Crisóstomo)
Estos dos vicios van de la mano y el modo de combatirlos es el clásico en vida espiritual “actuar por contrarios” y en sentido nos ayuda mucho la práctica de la benevolencia, es decir procurar hacer el bien siempre al hermano, felicitarle cuando las cosas le salen bien, saber reconocer sus esfuerzos, aprender a gozarse en la verdad (y no utilizarla como un sinónimo maledicencia) es necesario entrar en la humildad del corazón, así llegaremos a la alegría por el bien del hermano. Se trata de “aspirar a los bienes de arriba” (Col 3, 2), san Pablo, en el capítulo 3 de su carta a los Colosensea nos recuerda qué es lo que de verdad vale y nos da todo un itinerario concreto para apartarnos del pecado y volvernos a Dios.
Algunas ideas que nos podría ser útiles para combatir el vicio de la codicia pueden ser aquellos medios concretos para “probarnos en los bienes” esto es hacer actos de limosna, compartir víveres, en las ocasiones en que nos sentimos tentados a retener o disminuir lo que destinamos para la caridad actuar por contrarios siendo más generosos. El mismo hecho de empeñarnos en ayudar en la recolección de fondos para una causa buena podría ser muy conveniente, hay tantos que son padrinos de alguna radio católica por ejemplo o buscan colaborar con el seminario de la diócesis, o tienen mucho cuidado con su colaboración mensual para el sostenimiento de la parroquia.
Otras ideas: hacer un favor a quien sé que ha murmurado de mí, hablar siempre en bien del otro, no permitirnos una conversación en la que se revelen los defectos del prójimo a quien no tiene derecho a saberlo, podríamos aplicar la regla de san Ignacio de “salvar la proposición del prójimo”, dice el santo: “se ha de presuponer que todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo, que a condenarla; y si no la puede salvar, pregunte cómo la entiende, y, si (su prójimo)mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve”, lo que se pretende es que esté predispuesto a interpretar bien los pensamientos, expresiones o proposiciones prácticas de la otra persona. Hemos de cambiar el programa de vida que tiene como fin “descansa, come, bebe y banquetea alegremente” a aquel que encuentra su verdadero sentido y felicidad en Dios y los bienes de lo alto. Recordando el problema no son los bienes en sí, sino su mala utilización, porque la esclavitudes que generan son verdaderas idolatrías, no olvidemos, un ídolo pide la vida, Dios da la vida y es que cuando Dios te pide en realidad te está dando y cuando el mundo te da en realidad te está pidiendo.
3. Edificación espiritual
¿Cómo veo que se manifiesta la codicia en mi entorno?
¿Cómo veo que se manifiesta la envidia en mi entorno?
¿Cómo he buscado compartir la virtud de la generosidad?
¿Cómo he buscado manifestar el amor de benevolencia en situaciones difíciles?
¿Qué podría proponerme para combatir la murmuración que nace de la envidia o de la soberbia?
Avisos.
- Invitamos a todos los hermanos a participar de la santa Misa de primicias este sábado 30 de de julio a las 7:00 p.m.
- La oficina parroquial estará cerrada del 01-06 de agosto inclusive. Intenciones de Misa se anotarán con el sacristán.
- El 05 de agosto no habrá celebración de la santa Misa en Brisas de san Bartolo, se pospone para el viernes 12 de agosto.
- Recordamos que el 05 de agosto por la tarde y el sábado 06 de agosto por la mañana no se celebrará la santa Misa para favorecer la participación en la celebración de las fiestas patronales de nuestra Arquidiócesis. Invitamos a los hermanos que puedan participar a hacerse presentes en Catedral Metropolitana.
- El Domingo 14 de agosto invitamos a todos los hermanos a participar de la santa Misa de 5:00p.m. que se ofrecerá en acción de gracias por el primer aniversario de la Capilla de Adoración en nuestra parroquia.