Vigilantes

La Liturgia de la Palabra en este día nos lleva a profundizar el discurso de Jesús que escuchamos el domingo pasado, anteriormente se nos habló del peligro que pueden suponer las riquezas para la vida espiritual, hoy Jesús nos recuerda que, al contrario, estás también podrían ser utilizados para preparar lo que de verdad importa, que es nuestra vida en el cielo. Es ahí donde realmente hay que hacer tesoros.

Incluso el Señor va más allá, el tono del discurso cambia, y comienza a adquirir un matiz escatológico, es decir no habla de las realidades futuras y de su vuelta al final de los tiempos a través de las comparaciones que hace con el administrador y el criado que están atentos al paso de su señor.

“En Jesús ‘el Reino de Dios está próximo’ (Mc 1, 15) llama a la conversión y a la fe, pero también a la vigilancia. En la oración, el discípulo espera atento a Aquel que es y que viene, en el recuerdo de su primera venida en la humildad de la carne, y en la esperanza de su segundo advenimiento la gloria. En comunión con su Maestro, la oración de los discípulos es un combate, y velando en la oración es como no se cae en la tentación” (Catecismo n. 2612)

Jesús nos invita a estar en vela y obrar con diligencia en esta tierra sabiendo que hay una recompensa que nos aguarda. Estar en vela supone vida activa de oración, anhelando su retorno, estar atentos a su paso por nuestra historia ¿cómo custodio este aspecto? ¿medito frecuentemente la palabra de Dios? ¿dónde busco adquirir los criterios que me ayuden a descubrir su paso si no es ahí? ¿aún mi corazón anhela el cielo? o quizás estoy más atento a las realidades terrenas (pensemos ¿qué ocupa nuestra mente en este momento? ¿las deudas, las tareas del hogar, el partido de futbol, el paseo, ¿el próximo entretenimiento?) En este punto en particular nos puede ayudar muchísimo perseverar en una comunidad o grupo parroquial porque nos ayuda a mantenernos con la mirada puesta en el Señor.

El obrar con diligencia supone aplicarnos a la misión que Él nos ha encomendado, la primera de todas una vida en santidad, procurando el bien a todos y haciéndolo de buen modo, el trabajo en el día a día busco hacerlo con caridad, procuro hacerlo cada vez mejor, desde ordenar fruta en un puesto de mercado hasta el atender con bondad a un enfermo en un hospital, todo puede ser ocasión de santificación, cómo está mi relación con mis hijos ¿paso tiempo con ellos? ¿les escucho? ¿juego con ellos? ¿oro por ellos? ¿Qué hay de mis padres? ¿cuándo fue la última vez que hable con ellos? ¿les he ayudado en su enfermedad? ¿qué hay de mis apostolados en la parroquia? ¿tengo uno? ¿lo hago con diligencia? Los estudiantes ¿se aplican a la tareas con prontitud? ¿buscan hacerlas con la debida atención? ¿cómo es mi comportamiento en el salón de clase? ¿busco ser ejemplo de una actitud sana y honesta o me dejo llevar por los malos ejemplos?

Conocer las grandezas que supone el Reino de los Cielos, el segunda venida de Cristo, su paso por nuestra historia, el gozo de los ángeles y santos que habitan en la presencia de Dios, la herencia de la gloria que nos ha sido prometida por haber sido hechos hijos de Dios por las aguas del Bautismo, nos ha de animar a perseverar con fe en nuestro caminar, al ejemplo de los Abraham como se nos dijo en la segunda lectura, sabiendo que el Señor cumple su Palabra. Por eso decía el salmo “En el Señor está nuestra esperanza, pues Él es nuestra ayuda y nuestro amparo” a Él anhelamos, nuestro corazón está seguro en Él, Él es la verdadera recompensa, estar unidos a Él por el amor es deseo más ardiente de nuestro corazón, Él ocupa nuestros pensamientos, Él es la razón de ser de todas nuestras acciones, a Él están dirigidos nuestros afectos, por eso decimos hoy “Muestra bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, confiamos”

IMG: «Parábola de siervo fiel» de Jan Luyken