“Sé siempre fiel en las cosas pequeñas, porque en ellas reside nuestra fuerza. Para Dios no hay nada pequeño. Nada disminuye. Para él todas las cosas son infinitas. Practica la fidelidad en las cosas más mínimas, no por su propia virtud, sino porque la cosa más grande es la voluntad de Dios –y que yo misma respeto infinitamente-. No busques actos espectaculares. Deliberadamente debemos renunciar a todo deseo de contemplar el fruto de nuestra labor, cumplir solamente lo que podemos, de la mejor manera que podamos, y dejar el resto en manos de Dios. Lo que importa es el don de ti misma, el grado de amor que pones en cada una de tus acciones. No te permitas desalentarte frente a un fracaso, si has hecho lo mejor que has podido. Rechaza también la gloria cuando consigues éxito en tu empresa. Dáselo todo a Dios con la más profunda gratitud. Si te sientes abatida, es señal de orgullo que manifiesta cuanto crees en tu propio poder. No te preocupe lo más mínimo lo que piensa la gente. Sé humilde y nada te molestará jamás.” Santa Teresa de Calcuta
1. Celebración de la Palabra
• Ha 1, 2-3; Ha 2, 2-4. El justo vivirá por su fe.
• Sal 94. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
• 2Tm 1, 6-8. 13-14. No te avergüences del testimonio de nuestro Señor.
• Lc 17, 5-10. ¡Si tuvieran fe!
2. Catequesis
Al contemplar la Liturgia de la Palabra de este Domingo vemos como en la primera lectura el profeta Habacuc eleva un lamento por la situación difícil que la ha tocado vivir, frente a lo cual le es dada una palabra de parte del Señor, una palabra que habrá de cumplirse, la fe será lo que sostenga al profeta en medio de esta situación tan trágica. De igual modo nosotros podríamos llegar a quejarnos en algún momento de porqué nos toca vivir en un ambiente en el que muchos se alejan de la Iglesia, son indiferentes ante la religión o cuestionan lo que creemos como cristianos a veces incluso con malicia, ante las dificultades que podamos encontrar también la afirmación “el justo vivirá por la fe” nos ayuda a recordar que no obstante el vaivén de situaciones contrarias si permanecemos firmes en la fe, hemos de salir de victoriosos.
Pero ¿qué es la fe que constituye la salvación del justo? El Catecismo de la Iglesia nos enseña que: “La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma. Por la fe “el hombre se entrega entera y libremente a Dios” (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. “El justo […] vivirá por la fe” (Rm 1, 17). La fe viva “actúa por la caridad” (Ga 5, 6).” (Catecismo de la Iglesia n. 1814)
Asimismo, podríamos considerar la definición que nos ofrece la carta a los hebreos: “La fe es el fundamento de las cosas que se esperan y la prueba de aquello que no se ve” (11,1). La fe por tanto es disposición firme y estable que Dios infunde en nuestro entendimiento para creer aquello que nos es revelado y obrar conforme a ello. Al revelarnos su vida íntima y los grandes misterios de la gracia y la gloria, Dios nos hace ver las cosas, por decirlo así, desde su punto de vista divino, tal como las ve Él. Y es que el fundamento del acto de fe es la autoridad de Dios mismo que se revela, siendo la Verdad misma Él no puede mentir ni engañarnos. Las verdades reveladas permanecen para nuestro entendimiento oscuras e inevidentes, ha de intervenir la voluntad, movida por la gracia, para imponer al entendimiento el asentimiento firmísimo de la fe.
“El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: “Todos […] vivan preparados para confesar a Cristo ante los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia” (LG 42; cf. DH 14). El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: “Todo […] aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos” (Mt 10, 32-33).” (Catecismo de la Iglesia n. 1816)
Aunque es un acto personal también tiene una clara dimensión eclesial, puesto que es la Iglesia quien nos transmite la fe: “La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros.” (Catecismo de la Iglesia n. 166) La fe es operante: Tanto en la Carta de Santiago (capítulo 2) y Pablo en Ga 5,6 nos recuerdan que la fe se muestra con las obras. La fe en el cristiano produce entre otros dos grandes efectos: le da un temor filial hacia Dios que le ayuda mucho a apartarse del pecado y le purifica el corazón elevándolo hacia las alturas y limpiándole del afecto a las cosas terrenales.
El Catecismo de la Iglesia (nn. 2088-2089) nos habla de los siguientes pecados contra la fe: “La duda voluntaria respecto a la fe descuida o rechaza tener por verdadero lo que Dios ha revelado y la Iglesia propone creer. La duda involuntaria designa la vacilación en creer, la dificultad de superar las objeciones con respecto a la fe o también la ansiedad suscitada por la oscuridad de esta. Si la duda se fomenta deliberadamente, puede conducir a la ceguera del espíritu. La incredulidad es el menosprecio de la verdad revelada o el rechazo voluntario de prestarle asentimiento. “Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos” (CIC can. 751).”
Los discípulos en el Evangelio piden a Jesús que les aumente la fe, esto supone otra consideración ¿cómo crecer en ella? Recordemos primero que existe una dimensión subjetiva de la fe, es decir, nuestro asentimiento a la verdad revelada y una dimensión objetiva, es decir, nuestro conocimiento de esa realidad.
El principal cuidado que habremos de tener es de nutrirla y fomentarla para que no se pierda o corrompa. Convencidos de que es un don de Dios, hay que pedir al Señor en oración ferviente que conserve siempre en nuestras almas esa divina luz que nos enseña el camino del cielo en medio de las tinieblas, podemos auxiliarnos de la jaculatoria “Creo Señor; pero ayuda tú a mi poca fe” (Mc 9, 23).
Hemos de rechazar seriamente, mediante la divina gracia, todo cuanto pueda representar un peligro para a la fe: a) las sugestione diabólicas (dudas, tentaciones contra la fe) que hemos de combatir indirectamente – distrayéndonos o pensando en otra cosa- nunca directamente, o sea, enfrentándonos con la tentación, buscando razones, etc., que más bien aumentarían la turbación del alma y la violencia del ataque enemigo; b) audios, videos, lecturas peligrosas o imprudentes en las que se enjuician con criterio anticristiano o mundano las cosas de la fe o de la religión en general y c) la soberbia intelectual.
Hemos de procurar extender y aumentar el conocimiento de las verdades de fe estudiando los dogmas católicos con todos los medios a nuestro alcance (catecismos explicados, obras de formación religiosa, conferencias y sermones etc.) aumentando con ello la cultura religiosa y extendiendo nuestros conocimientos a mayor número de verdades reveladas.
En cuanto al crecimiento de la fe subjetiva, hemos de cuidar fomentarlo con la repetición enérgica y frecuentes de actos de fe y con la práctica de las reglas de Sentir con la Iglesia que da San Ignacio de Loyola, podemos hacer nuestra la súplica del evangelio “Señor auméntanos la fe” (Lc 17, 5)
Hemos de buscar con todo esmero aprender a ver y juzgar todo a la luz de la fe “El justo vive por la fe” (Rm 1, 17): Viendo a Dios a través del prisma de la fe, sin tener nada en cuenta los vaivenes de nuestros sentimientos o de nuestras ideas antojadizas. Dios es siempre el mismo, infinitamente bueno y misericordioso, sin que cambien su naturaleza los consuelos o arideces que experimentemos en la oración, las alabanzas o persecuciones de los que nos rodean, los sucesos prósperos o adversos de que se componga nuestra vida.
Nuestras ideas deben estar fundamentadas sobre los verdaderos valores de las cosas según la enseñanza de la fe, a despecho de lo que el mundo pueda pensar o sentir. Y así hemos de estar íntimamente convencidos de que en orden a la vida eterna es mejor la pobreza, la mansedumbre, las lágrimas del arrepentimiento, el hambre y sed de perfección, la misericordia, la limpieza de corazón, la paz y el padecer persecución (mt 5, 3-10) que las riquezas, la violencia, las risas, la venganza, los placeres de la carne y el dominio e imperio sobre todo el mundo. Hemos de ver en el dolor cristiano una auténtica bendición de Dios, aunque el mundo no acierte a comprender estas cosas. Hemos de estar convencidos de que es mayor desgracia cometer a sabiendas un pecado venial que la pérdida de la salud y de la misma vida… Que la vida larga importa mucho menos que la vida santa…renunciando en absoluto a los criterios mundanos e incluso a los puntos de vista pura y simplemente humanos.
Consideraremos que el sufrir pasa, pero el premio de haber sufrido bien no pasará jamás…y que después de las incomodidades y molestias de esta “noche en una mala posada” – que eso es la vida del hombre en la tierra, en frase de santa Teresa (Camino 40,9) nos aguardan para siempre los resplandores eternos en la ciudad de los bienaventurados. Y al deshacerse la casa de esta morada terrena se nos prepara en el cielo una mansión eterna. (Prefacio de la Misa de difuntos)
Esmerémonos por cultivar y ejercitar la virtud de la fe de modo que esta crezca de día en día para que cada vez más podamos ver el paso de Dios por nuestra historia.
3. Edificación espiritual
¿Qué aprendí de esta Catequesis?
¿En qué cosas en concreto se manifiesta mi fe en lo cotidiano (oración antes de comer, de dormir, al viajar), participación en la comunidad, meditación de la Palabra, visitas al Santísimo?
¿Cómo puedo yo en concreto trabajar la virtud de la fe a nivel subjetivo?
¿Cómo puedo yo en concreto trabajar la virtud de la fe a nivel objetivo?