En el texto del Evangelio dominical encontramos como la palabra de Jesús de exhortación a la vigilancia comienza con un preámbulo que podría pasarnos desapercibido o ser confuso. “Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca” detrás de esto la atención pasa a estar sobre el “no suceder nada en particular”, todo es muy casual, todo sigue como si nada, una rutina común, comer, beber, casarse, todo denota cierta regularidad, podríamos decir se vive como todos, es ahí, donde ya se encuentra confiados que irrumpe el diluvio. Y por el contexto del relato del génesis sabemos que lo cotidiano de aquel momento era darse al mal. Podría considerar entonces que este primer momento es un recordar a los discípulos aunque parece que el mal no tiene consecuencias, ahí donde parece que todos se acomodan a los tiempos que corren, a la modas de pensamiento, cuando muchos piensan “Dios no se fija” “Dios estará de acuerdo con este modo de proceder” (porque no ven un castigo por su mala acción) e incluso se llega a pensar “¿Será que Dios existe?” justo en ese momento el discípulo ha de estar más alerta.
No es extraño que una persona que vive honradamente baje la guardia y se sienta tentada a obrar según las categorías del mundo, la Escritura no lo desconoce basta ver los salmos como el 37 y el 49
Sal 37
25 (Nun) Fui joven, ya soy viejo:
nunca he visto a un justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.
26 A diario se compadece y da prestado;
bendita será su descendencia.
27 (Sámek) Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
28 porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.
(Ayin) Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá;
Sal 49
17 No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa:
18 cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él.
19 Aunque en vida se felicitaba:
«Ponderan lo bien que lo pasas»,
20 irá a reunirse con la generación de sus padres,
que no verán nunca la luz.
21 El hombre rico e inconsciente
es semejante a las bestias, que perecen.
El sabio siempre ha invitado a poner la mirada en el final de la vida, y saca de ahí las consecuencias. Sin embargo Jesús va más allá, pone su mirada en el final pero de la historia, estas palabras suya que meditamos hoy corresponden al llamado Discurso escatológico de san Mateo, y en el tiempo de Adviento, nos recuerdan que el Señor habrá de volver. Adviento ciertamente es un tiempo de preparación a la navidad, pero recordemos que la primera venida del Señor siempre nos lleva a alzar la mirada a su segunda venida en este sentido las palabras de Jesús no recuerdan que la Parusía y el Juicio Final son la llegada a plenitud de la victoria del bien sobre el mal que comenzó la mañana de la pascua con la Resurrección del Señor. Dios ha vencido ya.
Jesús nos exhorta pues en este contexto a velar, la vigilancia puede ser comprendida desde dos perspectivas, por un lado, en cuanto se refiere a la prevención de un mal posible, como lo advierte hoy, y por otro debido al encuentro con el Amado, como en la parábola de las vírgenes prudentes.
En el primer caso, podríamos recordar que la vigilancia en el combate de la fe se realiza para evitar los daños que el mundo (ambiente mal sano que nos seduce al pecado), el demonio (su oficio principal es tentar) y la carne (aborrece el sufrimiento y tiene deseo inmoderado de placer) pueden causarnos, para estar atento es oportuno que vivamos plenamente la custodia de los sentidos externos e internos, la recta educación de las emociones y la purificación de nuestro entendimiento y voluntad. En el segundo caso la vigilancia al paso del Señor podríamos considerarla en el cultivo del recogimiento interior (momentos de silencio en la jornada, concentrarnos en la tarea que tenemos a la mano age quod agis) el estudio, el ejercicio de la oración mental y meditación (al menos 1% del día), el ejercicio de la presencia de Dios, el examen de conciencia (examen práctico y examen al final del día), la lectura espiritual y las obras de misericordia.
Preguntas para la meditación:
- ¿Cuáles son las practicas del mundo actual en mi entorno que me llevan al olvido de Dios? ¿Alguna vez he sentido irrelevante mi fe?
- ¿Cómo he considerado la realidad del juicio final? ¿qué ideas me vienen? ¿por qué creo que el Papa Benedicto XVI diría que ha de ser un motivo de esperanza cristiana?
- ¿Cómo custodio el sentido de la vista, el gusto, el olfato, el tacto, el oído?
- ¿Cómo la educación (o falta de educación) de mis emociones afecta mi vida espiritual?
- ¿Cómo la purificación de mi modo de conocer o mi constancia en la elección luego de una toma de decisiones puede afectar el buen combate de la fe?
- ¿Qué hago para estar atento al paso del Señor en mi vida? ¿cultivo el silencio contemplativo? ¿Me dejo llevar por la vana curiosidad procrastinando todo lo que hago? ¿en mi oración contemplo al Señor que pasa o me dedico a hacerla agenda del día? ¿reconozco el rostro de Cristo en el pobre?
Culminemos nuestro momento de oración con el salmo 27
Sal 27
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.
Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca.
Y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.
Escúchame, Señor,
que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón:
«Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor.
No me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.
0 Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.
Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.
No me entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.