Sobre la práctica de la Meditación

“…Cuando te pongas a orar, entra en tu aposento y, con la puerta cerrada, ora a tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.” Mt 6,6

Todos los hombres anhelamos estar con Dios, único sosiego del alma, lugar seguro, fortaleza invencible, consuelo perfecto, amor incomparable, sólo en su presencia nuestro corazón finalmente encuentra el gozo y la paz que tanto busca. Es tan fuerte este deseo de Él que el mismo salmista dice “Oh Dios, Tú eres mi Dios, al alba te busco, mi alma tiene sed de Ti, por Ti mi carne desfallece, en tierra desierta y seca, sin agua.” (Sal 63 (62), 1.) Misteriosamente esa sed es la correspondencia al amor de Dios que ha salido al encuentro de su creatura que se había perdido, el mismo Señor desea encontrar con el hombre a tal punto que Jesús en el Calvario dijo “Tengo sed” (Jn 19, 28)

La oración se nos presenta así como esa respuesta de amor a Dios que nos amó primero, la oración es un don que viene de lo alto, la oración es para el alma, lo que la respiración es para el cuerpo, por lo que es imprescindible para la vida espiritual.

Clásicamente se ha definido como “la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” (San Juan Damasceno) o como un “tratar de amistad estando a solas con quien sabemos nos ama” (Santa Teresa) Pero ¿cómo hacerlo? Vamos a proceder a explicar por un momento de un modo particular como realizar lo que la tradición de la Iglesia ha llamado meditación u oración mental.

En primer lugar hemos de recordar que a efectos prácticos toda oración es un ejercicio intelectual y afectivo, que empeña nuestra mente y corazón, así pues meditar propiamente hablando es reflexionar sobre un pasaje de la Sagrada Escritura, de la vida o escrito de un santo, un libro de lectura espiritual o una formula de oración (Padre nuestro, Ave María, novenas, entre otras) de modo que se susciten afectos en nuestro corazón que nos lleven al amor por Dios, y de lo cual podamos sacar propósitos concretos de conversión que traduzcan ese amor afectivo en amor efectivo.

A este momento privilegiado de oración en nuestra jornada no podemos acercarnos con precipitación, hemos de prepararlo, seleccionar un tiempo y lugar adecuados, de un modo especial habríamos de aprovehcar el primer tiempo libre del día y dedicarle al menos unos 15 minutos al inicio los cuales podremos ir extendiendo poco a poco. Si te parece 15 minutos es mucho recuerda que un día tiene 1440 minutos, 14.4 minutos son el 1% de nuestro día ¿será que ni siquiera podemos dedicarle al Señor al menos eso?

Sobre el lugar, es necesario apartarnos a un lugar silencioso. El silencio exterior favorece el silencio interior. Es aconsejable realizarla en una capilla de adoración o en una iglesia. No olvidemos que particularmente la oración de meditación es por sí misma una oración silenciosa, no se pronuncian palabras vocalmente sino ante todo es un ejercicio de la mente y el corazón. La postura que hemos de adoptar nos debe ser lo suficientemente cómoda que nos permite concentrarnos, pero tampoco tanto que nos dejemos llevar por el sueño, podemos alternar estar de rodillas y sentados. 

Hemos de seleccionar también una materia para la oración, es decir necesitamos decidir sobre qué cosa en particular vamos a tratar con el Señor, ciertamente mientras realizamos el ejercicio el Espíritu Santo también irá suscitando diferentes mociones en nuestro interior que nos conducirán por el camino, pero es necesario tener un punto de partida, y ¿qué mejor punto que esos lugares donde nos habla de ordinario como la Sagrada Escritura o la vida y escritos de los santos?

Una vez hechas estas preparaciones previas, hemos de recordar favorecer el recogimiento interior. Sucede a menudo que nuestra mente vuela pensando en mil cosas, nuestro corazón se encuentra alterado por muchas emociones, nuestros ojos y oídos se encuentran sometidos a tanto estímulos, es preciso que nos calmemos y concentremos en lo que estamos por hacer, a este propósito puede sernos útil cerrar los ojos y respirar profundamente mientras nos vamos serenando.

Luego nos ponemos en presencia de Dios, si estas en la Capilla del Santísimo, considera como Jesús está ahí, presente en la Hostia consagrada, cumpliendo su palabra “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). No estás sólo, Él está aquí, y donde está el Hijo está el Padre y el Espíritu Santo. La Trinidad Santísima te llama a su Presencia, el Maestro interior (como san Agustín llamaba al Espíritu Santo) te trae hacia Jesús, y Él presenta tus oraciones ante el Padre celestial. Como Moisés ante la zarza, entras en tierra santa, y puedes tratar con Dios como con un amigo. 

Puedes recurrir a alguna formula de oración para concluir este primer paso te sugiero la invocación al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Santo y llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor tu Espíritu, y todo será creado y renovarás la faz de la Tierra. Oh Dios que haz iluminados los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, haz que guíados por este mismo Espíritu, conozcamos rectamente y gocemos de sus divinos consuelos”

Luego toma la Biblia o el texto que quieres considerar, lo importante en este punto es traer a la mente la materia de la oración, de un modo especial siempre aconsejamos la meditación con la Sagrada Escritura, mira qué dice el texto, donde se lleva a cabo la escena, quiénes intervienen, qué dicen, cómo lo dicen, de quien se habla, utiliza la imaginación, incluso aquí puedes apoyarte con un pequeño comentario que en ocasiones explica el texto. Si no tienes un a Biblia a la mano, puedes hacer lo mismo con los misterios del Rosario.

Luego trae a tu memoria tu vida, dónde estas en este momento, qué estás viviendo, cómo te presentas hoy ante Dios, cómo esta Palabra quiere iluminar esta realidad, o qué realidades llaman tu atención. Y en esto conviene también pedir consejo muchas veces, si estamos pasando por un momento de dificultades económicas medita por ejemplo textos relacionados a la Divina Providencia como aquel que dice que ni los lirios del campo se vistieron como Salomón y en el cual Jesús nos recuerda cómo nuestro Padre celestial vela por nosotros. 

Si estas frente a una nueva misión en el trabajo o en un nuevo apostolado parroquial o discirniendo tu vocación pues medita las llamadas de los apóstoles al seguimiento  de Jesús. Si estas enfermo contempla pasajes donde el Señor trata con los enfermos. O si estás en un momento de sufrimiento en particular medita la pasión y unete a Jesús en la cruz.

Considera qué emociones se producen en ti, concentrate en ellas por un momento, descubre el amor de Dios en medio de todas las situaciones que vives, experimenta su consuelo. Aunque también pudiera ser que en un momento de oración el Señor te lleve al dolor por tus pecados incluso al aborrecimiento de los mismos por lo mal que te han dejado. Mira hacia donde se inclina tu corazón, pon atención, puede ser alegría, esperanza, paz o incluso pudiera invadirte un santo temor porque te has dado cuenta que te estabas alejando de Dios, incluso en ese caso puedes redireccionar al amor descubriendo su gran misericordia que te busca atraer nuevamente hacia Él.

Pero no podemos quedarmos solamente en pensamientos y afectos, es necesario dar el siguiente paso, ¿que resolución o propósito sacas de todo lo que pasado? Tiene que ser algo concreto, atento a la trampa de ser muy genérico. No se trata sólo de tengo que alejarme de tal pecado o hacer más oración o no enojarme tanto, etc. Se específico preguntate ¿qué medios usaré? ¿cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Con qué? ¿Con quién? Etc. Puedes incluso anotarlo para revisar más tarde en la jornada cómo lo ha vivido. Haz un pequeño ramillete espiritual que te repitas mentalmente durante el día y que te ayude a mantener presente el propósito, puede ser una jaculatoria o una frase de la Escritura. Por ejemplo si mi propósito era vivir la mansudembre durante la jornada de trabajo “Jesús Manso y humilde Corazón, haz mi corazón semejante al Tuyo”

Finalmente agradece al Señor por el rato de oración que has pasado, por todos los buenos propósitos, afectos e inspiraciones que te ha comunicado, confiate a la intercesión de nuestra Buena Madre, tu Ángel Custodio y los santos. Incluso puedes terminar con una formula de oración como el Gloria.

“Se ora como se vive, porque se vive como se ora. El que no quiere actuar habitualmente según el Espíritu de Cristo, tampoco podrá orar habitualmente en su Nombre. El “combate espiritual” de la vida nueva del cristiano es inseparable del combate de la oración.” (Catecismo de la Iglesia Católica n.2025)