Mira a mi siervo, a quien sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. He puesto mi Espíritu sobre él: llevará el derecho a las naciones. No gritará, ni chillará, no hará oír su voz en la calle. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pabilo vacilante. Dictará sentencia según la verdad. No desfallecerá ni se doblará hasta que establezca el derecho en la tierra. (Is 42, 1-4)
Cuando contemplamos la vida de Cristo vemos como una constante en sus actitudes y comportamientos una constancia firme en buscar hacer el bien y combatir el mal, incluso vemos como estuvo dispuesto a padecer en su predicación de la verdad, y nunca actuar dejarse llevar por la pasión desordenada en su modo de actuar. Jesús con su mansedumbre y humildad en medio de la pasión, en medio de las insidias que tramaban sus enemigos, en medio de perseverancia en hacer la voluntad del Padre es el gran testimonio de lo que significa vivir la virtu de la fortaleza. Él es nuestro modelo de un corazón que saber ser suave en la forma y firme en el obrar
“La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa. “Mi fuerza y mi cántico es el Señor” (Sal 118, 14). “En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).” (Catecismo 1808)
Cuando consideramos que el cristiano en el mundo en el que se mueve siempre ha de enfrentar numerosas dificultades y tentaciones nos damos cuenta de lo importante que es está virtud. Ella implica dos grandes movimientos, la perseverancia en la consecución del bien y el saber resistir ante el mal.
Sabemos que en el combate espiritual siempre se nos presentará la tendencia a buscar aquello que es más cómodo y agradable a los sentidos, lo más placentero, sin embargo resistir al deleite se hace necesario cuando los medios por los cuales se quiere obtener no son buenos, asimismo todos habrán de enfrentar incomprensiones y persecuciones de aquellos que se burlan de la fe o buscan humillar a los que quieren cambiar en su vida. Expresiones como “somos jóvenes nunca más lo volveremos a hacer” “sólo se vive una vez” “si te sientes bien hazlo” hasta otras como “¿de qué le sirve ir?” “Ahí solo van aburrirse” “haz como todos” etc. Se convierten en eslogan mundanos o que buscan seducir o destruir.
En cualquier caso la virtud de la fortaleza nos sostiene no sólo en cuenta una motivación intelectual por la cual yo sé cuál es el bien por hacer, sino en el acto de la voluntad firme de continuar caminando. Más que darnos razones nos da la capacidad de obrar en la búsqueda del bien y la verdad.
Ella nos ayuda superar aquello que pueda constituir un obstáculo para que nuestra voluntad persiga un bien posible, significa que ella moderará los temores a las cosas que nos parezcan difíciles, ¡cuántas veces nos cortamos, quedamos paralizados y perdemos, la oportunidad de hacer una obra buena por el temor de las dificultades que encontraremos en el camino! Por otra parte, el obstáculo en alcanzar un bien difícil puede provenir de los excesos en nuestros esfuerzos para lograrlo, en este sentido hemos de regular también la audacia de modo que en el combate espiritual ataquemos moderadamente antes oposición que encontremos.
“Nos dice la experiencia que, cuando soportamos pruebas difíciles por alguien a quien queremos, no se derrumba el amor, sino que crece. Aguas torrenciales (esto es, abundantes tribulaciones) no pudieron apagar el amor (Ct 8, 7). Y así los santos, que soportan por Dios contrariedades, se afianzan en su amor con ello; es como un artista que se encariña más con la obra que más sudores le cuesta” Santo Tomás de Aquino
Muchas veces en una cultura que alienta la comodidad al máximo podemos ver que estamos más predispuestos a la debilidad frente aquello que resulto arduo que ha animarnos a lanzarnos por grandes esfuerzos, y la vida de santidad requiere el compromiso serio de lucha. ¿Qué hacer?
Si estamos en pleno combate espiritual recordemos que aquellos que se disponen a lanzarse a una arena primero entrenan, hemos de identificar nuestra debilidad y luego actuando por contrarios comenzar a ejercitarnos, así como quien agrega peso a una mancuerna para hacerse más fuerte, poco a poco subir la intensidad, y podemos comenzar por lo menudo del día a día, algunos ejemplos:
Levantarse a una hora en específico
No insultar ni perder la calma un día en el tráfico
Responder amablemente a quien nos pide ayuda, aunque sea un “no” puede hacerse con serenidad
No postergar un compromiso que se nos ha encomendado por que sea difícil
Si tengo una serie de tareas que si comenzar por los que son más complicados y terminar por los menos complejos.
Tomar una decisión aunque quizás las consecuencias no vayan a agradar a todos pero sabemos que es lo mejor en ese momento.
Dejar los actividades no cuando me aburra sino cuando haya terminado lo que se había programado
En medio de la enfermedad no dejarnos llevar por la fantasía que proyecta las cosas más grandes de lo que son
Evitar ser tan quejumbrosos
Ofrecer los sufrimientos que llegan y que no pedimos como un pequeño sacrificio para el Señor
La fortaleza es sumamente necesaria para poder vivir en santidad, sobre todo en contexto de persecución religiosa, los Mártires han sido los campeones de esta virtud, dispuestos a dar su vida antes que echarse para atrás. Seremos capaces de decir con san Pablo “Todo lo puedo en Aquel que me conforta”(Flp 4, 13) porque encontraremos nuestra fuerza en el Señor.
Y aunque no tuviéramos que dar la vida como los que derramaron su sangre por el Evangelio sabemos que es necesaria en el camino de santidad, decías san Juan Pablo II que “la virtud de la fortaleza requiere siempre una superación de la debilidad Humana, y sobre todo, del miedo. El hombre, efecto, por naturaleza teme el peligro, las molestias, los sufrimientos. Por ello es necesario buscar hombres valientes no solamente en los Campos de batalla, sino también en los pasillos de los hospitales o junto al lecho del dolor” y también “la fortaleza marcha al unísono con la capacidad de sacrificarse…El Evangelio está orientado a los hombres débiles, pobres, mansos y humildes, operadores de la paz, misericordiosos; y al mismo tiempo contiene en sí una constante invitación a la fortaleza. Repite frecuentemente: no tengan miedo (Mt 14, 27). Enseña al hombre que, por una causa justa, por la verdad, por la justicia, es necesario dar la vida”
La fortaleza cristiana encuentra su imagen y piedra de toque en el calvario, ahí contemplando al crucificado se renueva y crece, es la cruz la gran Victoria frente al mal.
Desde un niño que cumple con sus tareas con prontitud y diligencia, pasando por un joven que es capaz de resistirse a entrar en una conversación deshonesta hasta un padre o una madre de familia que lucha por no dejarse llevar por la ira al corregir a sus hijos, todos son capaces de vivir esta virtud con la gracia de Dios.
Un gran medio que tenemos para crecer en ella lo encontramos en la Santísima Eucaristía, llamada también el “pan de los fuertes” puesto que nos hace gozar de la vida de los hijos de Dios, de aquel que hizo la voluntad del Padre hasta entregar su propia vida. Pidamos al Señor la gracia de crecer en esta santa virtud que caracterizó a los grandes campeones de la fe y no desaprovechemos la ocasión para cultivarla, ya que movidos por el amor, esta virtud nos llevará a perseverar como testigos del Resucitado.
IMG: Fortaleza en la iglesia de san Nicolás en Valencia