Justicia

“He aquí que reinará un Rey con justicia y sus oficiales gobernarán según derecho. Serán abrigo contra el viento, reparo en la tormenta, cauces de agua en sequedal, sombra de roca maciza en Tierra seca (Is 32, 1-2)

Una de las características del Reino de Dios es la vivencia de la justicia en Él, el mismo san Pablo dirá que el Reino de Dios es “justicia y paz”, ¿pero qué entendemos por justicia y como la vivimos? Jesús la hace constituir como una de las grandes causas de la felicidad para el hombre: “Bienaventurados los tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados” (Mt 5, 6). Él mismo es reconocido como el Juez justo y misericordioso por san Mateo que ve cumplidas en Él las palabras de Isaías como el que trae el triunfo de la justicia del Señor (Cf. Mt 12, 18-20) 

En sentido general siempre se ha llamado justo a aquel que da a cada quien lo que le corresponde, siempre y en todas las cosas, es decir implica constancia. De este modo preserva la paz y las buenas relaciones entre los hombres en cuanto individuos que se relación entre sí. Pero la justicia va más allá, busca también regular las relaciones de los hombres con el grupo de individuos, llámese este sociedad, familia o comunidad. Muchas veces este aspecto pasa desapercibido hoy en día, a causa del egoísmo tantos olvidan que también hay una serie de derechos y deberes frente a la comunidad/familia/sociedad y viceversa de ahí por ejemplo surge el patriotismo como virtud.

Y más ignorado aún es el concepto de justicia frente a Dios, esto técnicamente se llama “virtud de la religión”, ante nuestro Creador y Redentor también tenemos ciertos deberes y obligaciones a cumplir, algunas acciones que se viven en este sentido son la oración, los votos, las promesas que se hacen a Él, etc.

La justicia nos previene de los particularismos que nos llevarían a dar preferencias mal sanas o favoritismos, evita los revanchismos, nos aleja de los fraudes. Para el Antiguo Testamento el hombre justo no era sólo el observante de las leyes sino el que custodiaba la voluntad de Dios, de hecho es esa perspectiva la Jesús pide a los cristianos en el sermón de la montaña cuando pide que nuestra justicia sea mayor que la de los escribas y fariseos, se trata no sólo de cumplir un precepto superficialmente sino de custodiar la voluntad de Dios que la norma hace explícita y custodiarla no por temor a la infracción o castigo que le sigue sino por que en ella se descubre su amor, sobre este punto volveremos al final.

La justicia está en este sentido íntimamente vinculada al amor, de hecho san Juan Pablo II diría que “la caridad es el alma de la justicia” y también que “No puede haber amor sin justicia. El amor desborda la justicia pero, al mismo tiempo, encuentra su verificación en la justicia. Hasta el padre y la madre, cuando aman al propio hijo, deben ser justos con él. Si vacila la justicia, también el amor corre peligro” y es que la justicia nos hace permanecer en la verdad.

El primero en ser servido es el Señor “Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto” (Lc 4, 8)” y ya decía san Benito “no anteponer nada Jesucristo” y el mismo Señor nos dijo “si me aman guardaran mi palabra” ahora bien ¿cómo custodiar sus palabras si no las conocemos? ¿Cómo he de decir que le amo sino escucho su voz? ¿Cómo escuchar su voz si no medito la Sagrada Escritura ni escucho la voz de la Iglesia que me la predica? ¿Cómo ser justo con Jesús si no vivo en relación con Él? 

Uno elemento de radical importancia es pues la meditación de la Sagrada Escritura y la cercanía con nuestra santa Madre Iglesia que nos anuncia a Cristo y nos enseña como hemos ir viviendo conforme a su voluntad según el Espíritu nos va indicando a lo largo de la historia. Para cultivar la justicia con Dios hemos de estar dispuesto con prontitud, en primer lugar, a cumplir su voluntad como dice el salmo “Heme aquí, Señor, dispuesto a cumplir tu voluntad; en ello pongo mi complacencia y dentro de mi corazón está tu ley” (Sal 39, 8ss) y como obedecer sus mandatos sin oración “Es preciso orar siempre sin desfallecer” (Lc 18, 1).” 

Algunos consejos para vivir la virtud de la justicia:

  1. No nos concedamos ligereza en el trato con los demás, ya que de las pequeñas injusticias surgen las graves, atención a dar el pago justo por las cosas, dar el vuelto justo, si encontramos un objeto perdido buscar a su dueño. Hasta la puntualidad entra aquí.
  2. No adquirir deudas innecesarias y pagar con prontitud las contraídas. Podríamos también indicar este punto el cuidadosos de ser fieles a la palabra dada. Si no hay absoluta necesidad de algo para que enjaranarnos cayendo en angustias, no olvidemos que también es una injusticia dejar de pagar deudas adquiridas bajo la excusa de “no puedo” cuándo se está malgastando en otras cosas. Recordemos de un modo especial que defraudar o retrasar el justo salario a un obrero es un pecado de clama al cielo.
  3. Podríamos cuidar también tratar las cosas ajenas con más atención que las propias. Esto de modo especial respecto a las cosas que son “muchos” usualmente se trata con menosprecio aquello destinado al uso común y un gran aprecio a lo propio, un gran signo de santidad es justamente como se tratan las cosas de la comunidad (Sociedad, familia, etc.) aquello que es de todos debe ser custodiado con alta estima.
  4. Defender el derecho a la buena fama. Hay que guardarse a toda cosa de los juicios temerarios, murmuraciones, difamaciones e injurias, la mentira y la maledicencia que “sin razón objetivamente válida, manifiesta los defectos y las faltas de otros a personas que los ignoran” (Catecismo n.2477)

Es muy importante también no dejarnos llevar por simpatías o antipatías naturales, esto puede llevar a favorecer o menospreciar injustamente, recordemos un principio: siempre es lícito y laudable favorecer a uno sin perjudicar a nadie” por ejemplo si puedo otorgar un empleo que no se le hubiera dado a alguien más, pero “jamás es lícito favorecer a uno con perjuicio de otros” por ej. haciendo que se le otorgue un trabajo a alguien que no cumple con los requisitos adecuados o tiene menos méritos que otros que si los tiene. De los apóstoles en los Hechos encontramos que daban a cada quien según su necesidad (Hch 4, 35) 

También es buen signo de vivencia de la justicia observar las leyes civiles siempre y cuando sean justas (Nadie está obligado a obedecer una ley injusta), cuidar el honor a la familia y la patria son también deberes de justicia, la tutela del bien común es tarea de todos, “cada generación ha de hacer suyas las luchas y los logros de las generaciones pasadas y llevarlas a metas más altas aún. Es el camino. El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día. No es posible conformarse con lo que ya se ha conseguido en el pasado e instalarse, y disfrutarlo como si esa situación nos llevara a desconocer que todavía muchos hermanos nuestros sufren situaciones de injusticia que nos reclaman a todos” (Papa Francisco)

“Es justo el hombre que se conduce según mis preceptos y observa mis leyes; obrando conforme a la verdad, un hombre así es justo” (Ez 18,9). En estas palabras del profeta encontramos una nueva aproximación al concepto de justicia, justo es aquel que obra según la verdad, de tal modo que vivir en Cristo, Verdad eterna, es vivir en toda Justicia, más aún, el Señor nos invita a superar el mero concepto “cumplimiento de ley” para hacernos descubrir la verdad que tutela, eso nos quería dar entender con “si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos”, en el Sermón de la montaña la fuerza del amor brilla de tal modo que presente la caridad cristiana, expresada en el amor a Dios y al prójimo, como el nuevo modo de vivir en la verdad. En Dios la Verdad, el Amor y la Justicia no son términos ajenos uno del otro sino íntimamente vinculados.

El hombre justo es aquel que pasa haciendo el bien tal y como se decía de Jesús (cf. Mc 7, 37)