La Gratitud

Miércoles – XXXII semana del tiempo ordinario – Año impar

Sb 6, 1-11; Sal 33; Lc 17, 7-10

El libro de la sabiduría nos presenta hoy una exhortación del Señor hacia los gobernantes de su Pueblo en donde les hace ver que Él ciertamente cuida de los suyos, grandes y pequeños, pero que en aquellos que ocupan una posición como la que ostentaban ellos tienen una gran responsabilidad de ser justos frente a los hombres que les han sido confiados. No se trata de ser más que otro o menos, sino asumir las cosas como un don de Dios, san Pablo por ej. Exhortará a los cristianos a ver que toda autoridad viene de Dios (cf. Rm 3, 1-2), incluso el mismo Jesús se le dice a Pilato “No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto” (cf. Jn 19, 11).

Pero entre cristianos la función de gobierno adquiere un matiz particular pues quien gobierna en realidad lo que realiza es un servicio, el card. Bergoglio, hoy Papa Francisco de hecho escribió un libro que lleva un título sugestivo en ese sentido “El verdadero poder es el servicio”, y es que, visto de tal modo, vemos como en la comunidad cristiana no deben reinar el afán de dominio, sino que cuando nos encontramos en una posición tal debemos buscar hacer el bien siempre y del mejor modo posible, por ello se dice que la virtud del que gobierna es la prudencia.

Ahora bien, quizás nosotros no ostentamos ningún cargo en el gobierno civil o eclesiástico, sin embargo, a semejanza de ellos nos encontramos a menudo que tenemos bajo nuestra responsabilidad a otras personas, de modo particular los padres de familia que tienen la grave tarea de educar a sus hijos, o quizás en el trabajo, en el estudio, en la organización de nuestra comunidad o tenemos alguna responsabilidad en nuestras parroquias o movimientos etc. ¿cómo me comporto yo ante una situación tal? ¿soy consciente de mi responsabilidad? ¿reconozco que son mis hermanos aquellos con los que trabajo?

«No existe nadie totalmente privado de los dones de Dios; uno estará inclinado hacia una virtud (y otro a otras), uno estará inclinado a más virtudes y otro a menos; uno está inclinado a virtudes más elevadas y eminentes, y otro a otras más humildes y sencillas. Dios ha distribuído tanto, los que más pueden serán examinados con rigor, y ‘a todo el que se la ha dado mucho, mucho se le exigirá’ (Lc 12, 48). A todos se les pedirá en la medida que se les haya confiado por el poder de Dios. El benefactor conoce al benificiado: ‘ Todo está desnudo y patente a sus ojos’ (Hb 4, 13)»

San Juan Damasceno, Homilía sobre el sábado santo, 34

La curación de los leprosos nos presenta a Jesús que reconoce el papel las instituciones que regían la vida de su epoca, los sacerdotes eran los encargados de hacer constar la presencia o ausencia de la lepra en un hombre, tan dura era la enfermedad y dura también la vida de aquellos que la padecían puesto que se veían apartados de la sociedad por el riesgo de contagio.

Se dirigen a Jesús con gritos, por una parte, por la distancia que se veían obligados a mantener con las personas sanas, por otra, también puede ser signo de su dolor, como cuando en el Éxodo se nos narra que en su aflicción el Pueblo clamó al Señor. Ciertamente los leprosos fueron curados, pero sólo uno regresa para dar Gloria al Señor, sólo uno se presenta agradecido, y cuan gran estima tiene Jesús por el gesto que le concede no sólo la salud del cuerpo sino también del alma. Y es que dio el paso de pasar de ver el beneficio a ver el benefactor, de ver el milagro obrado por el Señor a ver el Señor de los milagros ¿cuántas cosas no nos ha dado el Señor? ¿qué nos ha hecho falta? ¿Cómo no estar agradecido con Él? Hoy nos hará bien recordar en las grandes y pequeñas cosas que Él hace por nosotros y con nosotros.

«¿Qué cosa mejor podemos traer en el corazón, pronunciar con la boca, escribir con la pluma, que estas palabras: ‘Gracias a Dios’? No hay cosa que se pueda decir con mayor brevedad, ni oír con mayor alegría, ni sentirse con mayor elevación, ni hacer con mayor utilidad»

San Agustín, Epistolae 41, 1

Demos gracias a Dios hoy por todos sus beneficios y reconociendo la gran bondad que ha tenido con nosotros meditemos en cómo les hemos administrado, porque su voluntad es que demos frutos en abundancia.

Nota: Imagen «Los diez leprosos» en el Codex Aureus de Echternach, del 1030-1050