De las maravillas de la creación a la grandeza del Creador

Viernes – XXXII semana del tiempo ordinario – Año impar

Sb 13, 1-9; Sal 18; † Lc 17, 26-37

Conocimiento de causas por sus efectos, esa podría ser una frase con la que podríamos resumir la enseñanza del libro de la Sabiduría en este día. El autor sagrado, nos quiere evidenciar como es posible conocer a Dios a través de sus creaturas, pues todo lo que Él ha hecho son para nosotros como las huellas en la arena de la playa que nos dicen “por aquí ha pasado alguien” es el ejemplo del asombro de un estudiante de medicina que al descubrir la complejidad y exactitud de todos los órganos que se encuentran en el cuerpo humano no puede sino pensar que no es fruto del azar sino que ha sido querido así de alguna manera, es el estudiante de biología que se admira al darse cuenta todas las condiciones que deben de juntarse para que en un planeta haya vida y las descubra en el nuestro, y lo mismo podría decirse de una persona que valora el arte al contemplar las obras de un famoso pintor o escultor maravillándose de las cosas que puede hacer el hombre y exclamando ¡si esto hace la creatura, cuanto más el creador!

Para el hombre por tanto las criaturas son un medio que eleva los corazones y las al conocimiento de Dios, pero para ello el hombre ha de ser libre de todo afecto desordenado que le haga quedarse en las creaturas, y le impidan alzarse hasta el Creador. No sea que se cumpla en nosotros el dicho “cuando el Sabio apunta, el tonto mira el dedo”, podríamos aplicar la regla de san Ignacio que decía que hemos de usar de las creaturas tanto cuanto nos ayuden a alcanzar nuestro fin, que no es otro que la gloria de Dios, y privarnos de ellas en cuanto nos impidan tal fin.

«Dios es contemplado por analogía con la creación; como cuando un contempla una nave, se hace una idea del armador, aunque éste no se encuentre allí, quien observa de lejos una nave que está bien gobernada, enseguida se hace la idea del buen timonel, y quien mira de lejos un carro que va en línea recta, también, aunque no se vea al auriga, le estima debidamente, así también el universo, que está bien gobernado y posee una hermosísima constitución, nos facilita una idea de la naturaleza y de la grandeza de Dios; en realidad, si las cosas creadas son grandes, mucho más lo es quien las ha preparado»

Dídimo el Ciego, Sobre los Salmos, 30, 21

Así las creaturas son un medio maravilloso por el cual Dios habla al hombre, le hace descubrir su presencia, y no bastando eso, Él, se quizo revelar al hombre, se le manifestó, entrando en su historia, formandose un Pueblo, en donde nacería su Hijo amado el cuál nos daría conocer a un Padre tan bueno que derramó su amor en nuestro corazones por el Espíritu Santo.

El Evangelio continuamos hoy contemplando el discurso escatológico de Jesús, el cual nos habla del final de los tiempos, en esta ocasión pone en relievo el hecho que su segunda venida aunque anunciada será sorpresiva para algunos, pero aquellos que están atentos a los signos de los tiempos sarán distinguirla, aún así, lo más importante no es cuando llega sino el cómo nos encuentra, ya en otras ocasiones ha dicho “Bienaventurados aquellos criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.” (Lc 12, 37) es un poco lo que decía un adagio latino Age quod agis, haz lo que haces, aplicarnos de lleno a la misión que nos ha sido encomendada, buscando hacer presente el amor de Dios en medio de las realidades en que nos movemos día a día.

«En todas las tribulaciones hay que evitar el descender de la sublimidad espiritual a la vida carnal, y el que ha progresado caminando hacia adelante ha de evitar el desmayar por mirar atrás. Y si eso acontece en toda tribulación, ¿cuánto más ha de urgir en aquella que se anuncia a la ciudad, y que será tan grande cual no la hubo desde el principio de la habrá jamás? Y si ha de evitarse en ésta, ¿cuánto más en aquella que será la última para la Iglesia difundida por todo el mundo?»

San Agustín, Cartas, 199, 10, 32

En este día podríamos dedicar un momento a contemplar la naturaleza a nuestro alrededor, viendo la belleza y las perfecciones de las criaturas, considerar cuanto más grande ha de ser aquel que las pensó, y cómo Él se ha manifestado en nuestra historia, y agradecidos por su gran bondad avivar el fuego de nuestro amor, para que nos encuentre como buenos servidores vigilantes y cumpliendo nuestra misión.

Notra: un vitral que refleja los días de la creación