Sábado – XXXII semana del tiempo ordinario – Año impar
Sb 18, 14-16; Sb 19, 6-9; Sal 104; Lc 18, 1-8
Nos encontramos hoy con los capítulos finales del libro de la Sabiduría, en ellos se hace memoria de la Pascua del antiguo pueblo de Israel, cuando “con mano potente y brazo extendido” el Señor les hizo pasar a pien enjuto por entre las aguas del mar rojo y les sacó de la esclavitud de Egipto y venció a sus enemigos. Ahora, estos acontencimiento se leen como la intervención de la sabiduría divina en la historia del Pueblo mostrando como en su divina providencia el Señor no abandona a los que ha llamado, sino que tiene misericordia de ellos y les salva de las manos de sus perseguidores.
Los primeros versículos del texto de este día son utilizados en la Sagrada Liturgia el día de Navidad, con ellos, la Tradición de la Iglesia nos propone la Encarnación del Verbo de Dios, el hecho de que Dios se haya hecho hombre, como la intervención por excelencia en la historia de la humanidad, y gracia a la cual ésta se ve libre del pecado y de la muerte por la Pasión redentora y la gloriosa Resurrección de nuestro amado Jesucristo.
Y el Señor continua a obrar entre nosotros liberandonos con su sabiduría divina de las tinieblas de la ignorancia a través de la meditación de la Sagrada Escritura, de las garras del pecado a través del sacramento del Bautismo por el cual renacemos a la vida de hijos de Dios, y cuando hemos caído nos ofrece el sacramento de la Reconciliación para vencer nuevamente las fuerzas del pecado y se nos impone una penitencia para sanar las heridas que este pecado ha podido dejar.
El Señor entra en nuestra historia moviendonos a una vida profunda de oración por la cual buscamos unirnos en el Corazón de Cristo al Padre por el amor del Espíritu Santo; nos ofrece su santísimo Cuerpo y su Preciosíma Sangre en el sacrificio Eucarístico donde se abren las puertas de la gracia que un día vencieron las fuerzas del mal en el calvario y donde la bondad y el amor de Dios brilló en su esplendor cuando Cristo dio su vida por nosotros y nos llamó a una nueva vida al vencer al muerte resucitando al tercer día.
No debemos de olvidar que el Señor interviene en favor de cada uno en cuanto miembros de su Pueblo, somos Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios, en el cual la sabiduría divina continúa actuando a través de la historia, a través de la presencia de las comunidades cristianas en medio del mundo, en un peregrinaje hacia al cielo, que es también misión para hacer conocer las maravillas del Señor.
En el santo Evangelio, Jesús, nos presenta la importancia de la constancia en la oración, la del que ruega con perseverancia porque su necesidad venga atendida, sabiendo que Aquel al que rogamos puede satisfacer lo que pedimos. Jesús utiliza la imagen de un juez injusto para explicar con un ejemplo sencillo y común la lógica del ruego, sin embargo, nos resalta el hecho de cómo Dios que es infinita y soberanamente justo, no dejará de escuchar nuestras suplicas.
Él sigue actuando en la historia, tal como un día, veíamos, lo hizo con el Pueblo de la Antigua Alianza, que en su sufrimiento clamó al Señor y éste escuchó su dolor rescatandole de la situación de muerte y angustia en que se encontraba. Así el divino Maestro nos enseña hoy que nuestra oración ha de ser constante, confiada y llena de fe, puesto que nos dirijimos a Aquel que nos ama.
“…el Señor dice que conviene siempre orar, y no aflojar; que quiere decir, que se haga esta obra con frecuencia, diligencia y cuidado. Porque los que quieren valerse con tener cuidado de sí en hacer obras agradables a Dios, y no curan de tener oración, con sola una mano nadan, con sola una mano pelean, y con sólo un pie andan.”
San Juan de Ávila, Audi filia, capítulo 70
Nota: La imagen es una fotografía que representa a los ciervos que se abrevan en la fuente de agua, que se encuentra en el Mausoleo de Galla Placida en Ravenna, es una imagen de un salmo 42, 2 «Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío» que podríamos aplicar a la necesidad de la oración y la importancia de acudir a ella con constancia.