El arte de perseverar y el valor de pedir ayuda

Lunes – XXXIII semana del tiempo ordinario – Año impar

1Mac 1, 10-15. 41-43. 54-57. 62-64; Sal 118; +Lc 18, 35-43

Hoy comenzamos la lectura del libro de los Macabeos, la historia de un grupo de Israelitas que en medio de grandes persecuciones prefirieron morir antes que negar a Dios. Hoy contemplamos particularmente el primer capítulo, es una puesta en escena de la situación en la que se desarrollan los hechos, Israel fue conquistado por las invasiones griegas de Alejandro Magno, sin embargo, a la muerte de éste, sus sucesores se dividen el imperio, estableciendo diversas zonas de influencia, uno de ellos es Antíoco Epifanes que como parte de sus políticas de unificación buscará instaurar una única religión y una única cultura.

A esta maniobra política, hemos de agregar la fuerte presión que sufrían los Israelitas de parte de sus vecinos griegos o de otras naciones que habían cambiado ya no sólo sus valores culturales, sino que se había vuelto a la adoración de los ídolos griegos, en este contexto, frente a una cultura cada vez más dominante, con comportamientos morales y religiosos claramente contrarios a la Ley. 

Algunos de los israelitas sucumben y comienzan a plantearse la idea de también ellos adecuarse a la mentalidad de la mayoría por pura conveniencia, y establecen un pacto, con algo sencillo comenzó todo, pero dicho pacto no se quedará hasta ahí, sino que se transforma luego en una persecución contra la misma fe de Israel.

El imperio atacará tres frentes: el Templo, las costumbres (circuncisión y la observancia del sábado) y la Ley. Grosso modo podemos decir: el primero es el símbolo de la fe de Israel, quizás muchos más, pues él representaba la presencia de Dios en medio de su Pueblo. Atacando las costumbres, se quería romper con aquellos elementos básicos y externos de su identidad. 

Y con el tercero, a fin de cuentas, se atenta contra la relación íntima con Dios, la Ley dadaa Moisés, no era una opresión bajo la cual vivir, es más, era considerada la sabiduría del Pueblo elegido, sus mandamientos no eran un ejercicio despótico de poder coartador de libertad, sino la sabiduría que permitiría a Israel poder vivir en la libertad que le había ganado el Señor al sacarlo de Egipto.

Las enseñanzas de este libro de la Sagrada Escritura se nos presentan muy actuales, y es que la tentación de acomodarse a la mentalidad de la cultura dominante adheriendose incluso a aquello que es contrario a la fe es una constante a lo largo de la historia. Hoy en día también somos atacados en numerosos frentes como la doctrina de la fe, la familia, el sacerdocio, el matrimonio, la maternidad, la masculinidad y feminidad, la vida, etc

Frente a esto ¿qué actitudes tomamos? ¿cedemos fácilmente? ¿sabemos combatir con las armas de la fe como la oración, la catequesis, el estudio en cuanto formación personal, la vida sacramental activa, la dirección espiritual? Los israelitas fueron fieles en medio de la persecución, estos días nos ayudará mucho para reflexionar nuestro modo de enfrentar momentos similares.

La perseverancia en la fe tiene a su base nuestro encuentro personal con Jesucristo, nuestra vida de cara a Aquel que no amó primero y que dio su vida por ello. La perseverencia en la consecución del bien y en la resistencia ante los males sufridos es una virtud, y recibe el nombre fortaleza. Un virtud, es un hábito que se arraiga en nosotros por la repetición de actos en favor de ella y crece por la intensificación de los mismos.

La fortaleza adquiere una grandeza increíble cuando se nutre del Amor, porque quien ama resiste, quien ama lucha, quien ama persevera, quien ama anima, quien ama vence, y este amor tiene el nombre de caridad, porque por ella Amamos a Dios por sobre todas las cosas y a nuestro prójimo por amor a Dios. En el combate de la fe el hombre sabe que no está en las manos de los hombres, sino en las manos de Dios.

Podríamos incluso hablar del arte de perseverar, tomemos como ej. La música, una persona puede ser que naturalmente tenga un oído y una capacidad para entonarse o saber descubrir fácilmente el modo de sonar un instrumento, eso se llama talento, pero el artista verdadero es aquel ha trabajado ese talento a través del estudio de la música y de la práctica constante, incluso hay muchos que quizás no tenían un talento particularmente excepcional pero por su constancia llegan a ser verdadero artistas.

Ahora el arte de perseverar en la fe aprovecha nuestro impulso natural la búsqueda del bien y lo robustece a través de la virtud de la fortaleza. Ello implica no sólo no dejar de creer o no dejarse «ganar la moral» como se dice popularmente, sino aprender más acerca de ella, qué creo y porqué lo creo, estudiando el catecismo, recurriendo a websites católicos donde se me ofrezca este servicio, particularmente la meditación de la Sagrada Escritura. 

También a través del desarrollo de estrategias de diálogo y comunicación para saberlas dar a conocer, no sólo en plazas y lugares públicos, sino comenzando en casa, con nuestros familiares, particularmente los padres hacia sus hijos, o los maestros con sus estudiantes, etc.

Pero esto no basta, solos ciertamente no podemos, la fe es en primer lugar un don de Dios, por ello hemos de pedirle gracia de perseverar en Él hasta el último de nuestros días, y saber acudir a la Iglesia que nos transmite la fe, para que sea ella que nos forme en manera auténtica e integral, saber tener el valor de pedir ayuda en los momentos de crisis, decir cómo el ciego del Evangelio de hoy «¡Señor, que vea!»

En los momentos de dificultad es una breve oración que nos puede obtener tantos frutos. Y si ya vemos, pues hay que empezar a contemplar las maravillas que Dios nos ha dado en este don que nos alcanza la gracia de la salvación, la gracia de la vida eterna, la gracia de poder un día contemplar a Dios cara a cara y de llegar a la plenitud de nuestro ser, la Iglesia nos enseña, que sólo en Jesucristo el hombre descubre la grandeza a la que ha sido llamado.

 «Cuando un cristiano cualquiera empieza a vivir bien y a practicar las obras buenas con fervor y a despreciar al mundo, desde el principio comienza a recibir las críticas y la contradicción de los cristianos fríos; pero si persevera, con su constancia los vencerá, y los mismo que antes le molestaban, después llegarán a respetarle»

San Agustín, Sermones, 18, 8

Roguemos al Señor la gracia de vivir nuestra fe con coherencia y que nos fortalezca para poder perseverar hasta el fin, todo para su mayor gloria, todo hecho por amor a Él. Y aprovechemos todas las ocasiones que se nos ofrezcan para poder aprender sobre nuestra fe y aprender a comunicarla, siendo verdaderos discípulos y misioneros.

Nota: La imagen es una pintura de Nicolás Poussin del 1650, «Les aveugles de Jéricho» (Los ciegos de Jericó), se encuentra en el museo del Louvre.