Una edad avanzada y una experiencia fundante

Martes – XXXIII semana del tiempo ordinario – Año impar

2Mac 6, 18-31; Sal 3; Lc 19, 1-10

Continuando con la historia del Pueblo perseguido del libro los Macabeos, nos es presentada hoy la figura de Eleazar, hombre emblemático, modelo de perseverancia, signo de fidelidad en medio de su gente, a la debilidad física propia de la edad se ve contrapuesta a la robustez de una fe coherente, es más es conciente de como el ejemplo de los mayores es un gran aliciente para los jóvenes que le siguen, prefiere morir antes que ser ocasión para que otros actúen mal.

Hoy en día hay muchos que se burlan o menosprecian las manifestaciones de fe de nuestros ancianos. Ver una abuelita que reza el rosario sentada en el patio de su casa o un abuelo que se preocupa de vestirse formalmente para ir a la santa Misa dominical, viene visto como un signo de ignorancia o de mero consuelo psicológico en una edad avanzada, cuando debería ser para nosotros motivo de alegría y un motivo para perseverar en la fe.

Dicen un refrán popular “no hay mejor ciencia que la experiencia” y algo de verdad habrá detrás, pues la escuela de la vida ha enseñado a tantos hombres y mujeres a considerar lo que de verdad vale, el cristiano no tiene una fijación ideológica en la que busca simplemente preservar unas costumbres o elementos culturales, sino que busca transmitir la propia experiencia de Dios, un encuentro de ojos abiertos y corazón palpitante con Jesucristo a través de su Iglesia.

Ejemplo de este tipo de encuentro es el que nos presenta el evangelio con Zaqueo, el cual tuvo la gracia de acoger en su casa al Redentor de la humanidad, el simple hecho de verse a los ojos el uno al otro, escuchar la Palabra del Señor y saber que entre la multitud se dirigió a él en particular, le llevó a un cambio de vida radical. El que era tan pequeño que tuvo necesidad de subirse a un árbol para poder ver pasar a Jesús, ahora era engrandecido con la visita de un huésped tan grande. Un pecador público despreciado por los demás, fue redimido y ennoblecido por la presencia del Salvador del mundo.

¡Cuántas veces ha salido el Señor a nuestro encuentro! ¡Cuántas veces hemos sentido su mirada que atravieza nuestro corazón! ¡Cuántos hombres y mujeres han testimoniado con su vida la presencia de este Cristo que camina con su Iglesia! Estas son experiencias fundantes, en las cuales, se edifica una vida que irradia el amor de Dios.

Nosotros quizás no sufriremos la persecución cruenta que vivieron los israelitas en aquel o tiempo, o la que vivieron los primeros cristianos, pero igual nuestra fe viene probada, nosotros no estamos llamados a evitar la carne de cerdo, pero sí hemos de evitar nutrirnos de todo pecado, de todo afecto y pasión desordenada. O ¿acaso no estamos constantemente invitados a sacrificar a los ídolos del placer, del éxito, de la vanagloria, del dinero, etc? y todo para complacer a otros o quizás para llenar un vacío de amor de que sólo Dios puede colmar.

Zaqueo y Eleazar son para nosotros hoy testigos de como vive un hombre que ha vivido un encuentro con Dios, el primero nos enseña la conversión y el segundo la perserverancia en la fe.

Roguemos hoy al Padre por todos aquellos hombres y mujeres, que en su avanzada edad nos continúan a dar testimonio de la fe, roguemos por todos aquellos que han vivido un encuentro con Jesucristo y han emprendido un camino de conversión para que que perseveren y  roguemos también se nos conceda a nosotros la gracia de ser constantes hasta el último día de nuestras vidas.

Apéndice.

Entre los Padres de la Iglesia (los primeros obispos y sacerdotes del cristianismo) se cuenta una historia similar a la de Eleazar, la del obispo san Policarpo. A continuación un extracto del acta del martirio que ocurrió hacia el año 155 d.C.

…Admiraban los soldados ver en él, a sus años, tanta agilidad y de que en tan buen estado de salud le hubieran encontrado tan pronto. En seguida mandó que les prepararan la mesa, cumpliendo así el precepto divino, que encarga proveer de las cosas necesarias para la vida aun a los enemigos. Luego les pidió permiso para hacer oración y cumplir sus obligaciones para con Dios. Concedido el permiso, oró por espacio de dos horas de pie, admirando su fervor a los circunstantes y hasta a los mismos soldados. Acabó su oración, pidiendo a Dios por toda la iglesia, por los buenos y por los malos, hasta que llegó el momento de recibir la corona de la justicia, que en todo momento había guardado […]

Al entrar en el anfiteatro se oyó una voz del cielo que decía: «Sé fuerte, Policarpo«. Esta voz sólo la oyeron los cristianos que estaban en la arena, pero de los gentiles nadie la oyó. Cuando fue llevado ante el palco del procónsul, confesó valerosamente al Señor, despreciando las amenazas del juez.

El procónsul procuró por todos los medios hacerle apostatar, diciéndole tuviera compasión de su avanzada edad, ya que parecía no hacer caso de los tormentos. «¿cómo ha de sufrir tu vejez –le decía- lo que a los jóvenes espanta? Debe jurar por el honor del César y por su fortuna. Arrepiéntete y di: «Mueran los impíos». Animado el procónsul, prosiguió: «Jura también por la fortuna del César y reniega de Cristo». «Ochenta y seis años ha -respondió Policarpo- que le sirvo y jamás me ha hecho mal; al contrario, me ha colmado de bienes, ¿cómo puedo odiar a aquel a quien siempre he servido, a mi Maestro, mi Salvador, de quien espero mi felicidad, al que castiga a los malos y es el vengador de los justos?»

Mas como el procónsul insistiese en hacerle jurar por la fortuna del César, él le respondió: «¿Por qué pretendes hacerme jurar por la fortuna del César? ¿Acaso ignoras mi religión? Te he dicho públicamente que soy cristiano, y por más que te enfurezcas, yo soy feliz. Si deseas saber qué doctrina es ésta, dame un día de plazo, pues estoy dispuesto a instruirte en ella si tú lo estás para escucharme». Repuso el procónsul: «Da explicaciones al pueblo y no a mi«.

Respondióle Policarpo: «A vuestra autoridad es a quien debemos obedecer, mientras no nos mandéis cosas injustas y contra nuestras conciencias. Nuestra religión nos enseña a tributar el honor debido a las autoridades que dimanan de la de Dios y obedecer sus órdenes. En cuanto al pueblo, le juzgo indigno, y no creo que deba darle explicaciones: lo recto es obedecer al juez, no al pueblo».

-«A mi disposición están las fieras, a las que te entregaré para que te hagan pedazos si no desistes de tu terquedad», dijo el procónsul.

Vengan a mi los leones -repuso Policarpoy todos los tormentos que vuestro furor invente; me alegrarán las heridas, y los suplicios serán mi gloria, y mediré mis méritos por la intensidad del dolor. Cuanto mayor sea éste, tanto mayor será el premio que por él reciba. Estoy dispuesto a todo; por las humillaciones se consigue la gloria«.

Si no te asustan los dientes de las fieras, te entregaré a las llamas«.

Me amenazas con un fuego que dura una hora, y luego se apaga y te olvidas del juicio venidero y del fuego eterno, en el que arderán para siempre los impíos. ¿Pero a qué tantas palabras? Ejecuta pronto en mi tu voluntad, y si hallas un nuevo género de suplicio, estrénalo en mi».

Mientras Policarpo decía estas cosas, de tal modo se iluminó su rostro de una luz sobrenatural, que el mismo procónsul temblaba. Luego gritó el pregonero por tres veces: «Policarpo ha confesado que es cristiano«.

Todo el pueblo gentil de Esmirna, y con él los judíos, exclamaron: «Este es el doctor de Asia, el padre de los cristianos, el que ha destruido nuestros ídolos y ha violado nuestros templos, el que prohibía sacrificar y adorar a los dioses; al fin ha encontrado lo que con tantos deseos decía que anhelaba«. Y todos a una pidieron al asiarca Filipo que se lanzara contra él un león furioso; pero Filipo se excusó, diciendo que los juegos habían terminado. Entonces pidieron a voces que Policarpo fuera quemado vivo. Así se iba a cumplir lo que él había anunciado, y dando gracias al Señor, se volvió a los suyos y les dijo: «Recordad ahora, hermanos, la verdad de mi sueño».

Entre tanto, el pueblo […] acude corriendo a los baños y talleres en busca de leños y sarmientos. Cuando estaba ardiendo la hoguera, se acercó a ella Policarpo, se quitó el ceñidor y dejó el manto, disponiéndose a desatar las correas de las sandalias, lo cual no solía hacer él, porque era tal la veneración en que le tenían los fieles, que se disputaban este honor por poder besarle los pies. La tranquilidad de la conciencia le hacía aparecer ya rodeado de cierto esplendor aun antes de recibir la corona del martirio.

Dispuesta ya la hoguera, los verdugos le iban a atar a una columna de hierro, según era costumbre, pero el Santo les suplicó, diciendo: «Permitidme quedar como estoy; el que me ha dado el deseo del martirio, me dará también el poder soportarlo; El moderará la intensidad de las llamas”. Así, pues, quedó libre; sólo le ataron las manos atrás y subió a la hoguera.

Levantando entonces los ojos al cielo exclamó: «Oh, Señor, Dios de los Ángeles y de los Arcángeles, nuestra resurrección y precio de nuestro pecado, rector de todo el universo y amparo de los justos: gracias te doy porque me has tenido por digno de padecer martirio por ti, para que de este modo perciba mi corona y comience el martirio por Jesucristo en unidad del Espíritu Santo; y así, acabado hoy mi sacrificio, veas cumplidas tus promesas. Seas, pues bendito y eternamente glorificado por Jesucristo Pontífice omnipotente y eterno, y todo os sea dado con él y el Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos. Amén«.

Terminada la oración fue puesto fuego a la hoguera, levantándose las llamas hasta el cielo […]

Su martirio fue muy superior, y todo el pueblo le llama «su maestro». Todos deseamos ser sus discípulos, como él lo era de Jesucristo, que venció la persecución de un juez injusto y alcanzó la corona incorruptible, dando fin a nuestros pecados. Unámonos a los n y a todos los justos y bendigamos únicamente a Dios Padre Todopoderoso; bendigamos a Jesucristo nuestro Señor, salvador de nuestras almas, dueño de nuestros cuerpos y pastor de la Iglesia universal; bendigamos también al Espíritu Santo por quien todas las cosas nos son reveladas.

Fuente: http://www.primeroscristianos.com/index.php/actas/item/313-acta-del-martirio-de-san-policarpo-de-esmirna-ano-155-d-c