La mundanidad

VI DÍA DE LA OCTAVA DE NAVIDAD

1 Jn 2, 12-17; Sal 95; +Lc 2,36-40

La palabras que nos dirige la carta de san Juan en este día son muy sugestivas para meditar nuestras actitudes frente a la influencia que el mundo puede ejercer en nuestra vida.

Cuando hablamos de esta categoría de mundo en los texto joánicos, éste presenta un carácter peyorativo, se trata de lo que podríamos llamar hoy en día «mundanidad». El pecado original dejó una herida en el hombre a la cual le llamamos concupiscencia, y esa herida permanece aún después del bautismo, ella es una inclinación hacia el pecado, aunque en sí misma ella no es un pecado.

Se nos habla de tres tipos de concupiscencia: la primera de la carne, la cual implica esa tendencia a dejarnos llevar por el placer, y no sólo de aquel que deriva de la sensualidad, sino también de la búsqueda por obtener siempre lo más cómodo que viene de la pereza; la segunda, de los ojos, es frecuentemente asociada a esa tendencia a dejarse llevar solo por la superficialidad, solo por aquello que se ve como por ej. Las riquezas; la tercera, la soberbia de la vida, se refiere a la tendencia a un afán desmedido por honores, ansias de vanagloria y orgullo.

La mundanidad en nuestra vida entra cuando nos dejamos arrastrar por esas tendencias que provocan en el alma un desorden, el entendimiento se embota por la experiencia desordenada que le llega de los sentidos y la voluntad por tanto no obra según la recta razón. De ordinario el entendimiento debería aprovechar rectamente las experiencias percibidas por los sentidos e indicar a la voluntad su recto obrar. Y en un cristiano ese entendimiento no seguiría solamente su luz natural, que ya sería una grande cosa, sino que sería enriquecido aun más gracias a la luz de la fe.

El hombre mundano no es sino un hombre que lleva un desorden interno, el cual tiene como consecuencia una vida infeliz pues no goza de paz interior. San Agustín definía la paz como «la tranquilidad en el orden». No surgiría la pregunta ¿cómo puedo obtener esta paz? ¿cómo luchar contra estas tendencias?

El Señor no nos abandona a estas inclinaciones sin más, sino que nos ofrece los medios para ordenar nuestra vida,a saber, la vida sacramental ( de modo especial la Eucaristía y Confesión frecuente), la vida de oración, la meditación de la Sagrada Escritura, la lectura espiritual, las mortificaciones que nos imponemos bajo la guía de un Padre espiritual, la participación en una pequeña comunidad, movimiento apostólico etc.

El cristiano tiene todo los medios para hacer de estas tendencias ocasión de mérito, así venciendolas Jesucristo se corona victorias en nuestra vida, pues por su gracia bendita realmente vivimos aquello que decimos en el Padre Nuestro, puesto que santificamos el nombre de Dios.

Que esta carta de san Juan nos anime y motive a vivir estos días de fiestas navideñas como una ocasión propicia para dar gloria al Padre, contemplando los misterios de la infancia de Jesús. Así llenos del Espiritu Santo como la profetiza Ana y Simeón en el templo podremos bendecir a ése Dios que es tan bueno y amoroso con nosotros, que se hizo hombre, que se hizo niño para salvarnos.

El Papa Francisco constantemente nos pone en guardia contra la mundanidad y nos propone como ejercicio de combate la contemplación del crucifijo a continuación un extracto de una de sus homilías (13 de octubre de 2017) al respecto:

«¿Yo miro a Cristo crucificado? ¿Yo, a veces, hago el vía crucis para ver el precio de la salvación, el precio que nos ha salvado no solo de los pecados sino también de la mundanidad?». Y después, prosiguió, «como he dicho», es necesario «el examen de conciencia» para verificar «qué sucede, pero siempre delante del Cristo crucificado la oración». Es más, añadió el Pontífice, «nos hará bien hacerse una fractura, pero no en los huesos: una fractura a las actitudes cómodas: las obras de caridad». En resumen: «yo soy cómodo, pero haré esto que me cuesta». Por ejemplo «visitar a un enfermo, dar una ayuda a alguien que lo necesita: una obra de caridad». Y «esto rompe la armonía que trata de hacer este demonio, estos siete demonios con la cabeza, para hacer la mundanidad espiritual».

Roguemos al Señor nos conceda la gracia de estar perseverar fielemente en la vida de fe aprovechando los medios que nos concede para ello.

Nota: La imagen es el Cristo de Velásquez