El Señor ver el corazón

Martes – II semana del tiempo ordinario – Año Par

1 S 16, 1-13; Sal 88; +Mc 2, 23-28

Comenzamos ahora con la última parte del primer libro de Samuel, aquí veremos la decadencia de Saúl y el surgir de David.

Luego de que el primer rey de Israel fue rechazado por su rebeldía, el Señor se elige a otro para gobernar a su Pueblo, la elección de David nos enseña cómo los criterios de Dios no siguen los criterios humanos, dice el texto que Él se fija «en el corazón». La historia de amor que el Señor va tejiendo con la vida de David será un precioso ejemplo de cómo no obstante nuestras fragilidades, si nos volvemos a Él, si confiamos en Él, si buscamos siempre hacer voluntad, Él nos perdona y nos levanta, y hará grandes obras en nosotros y con nosotros. Gran elogio el que dice el Señor de David y que nos testimonia la Sagrada Escritura «un hombre según mi corazón » (Hch 13, 22).

Luego de la unción veremos como David comienza a realizar proezas particulares, por ej. el calmar la turbación de Saul o la victoria contra Goliat, esto le viene porque a partir de aquel día el Espíritu de Dios estaba en él. David no es grande por sus grandes habilidades sino por su docilidad al Espíritu. Y seremos testigos de como siempre que se dejo guiar por Él siempre triunfó sobre los filisteos y también sobre aquello que de sí le apartaba de Dios.

«A mí me conmueve la vida de este hombre y me hace pensar en la nuestra. Todos hemos sido elegidos por el Señor en el Bautismo, para estar en su pueblo, para ser santos; hemos sido consagrados por el Señor, en este camino de la santidad. Sin embargo, leyendo la historia de este hombre —un recorrido que comienza desde pequeño y llega hasta ser anciano— que hizo tantas cosas buenas y otras no tan buenas, pienso que en el camino cristiano, en el camino que el Señor invita a hacer, no hay ningún santo sin pasado, pero tampoco ningún pecador sin futuro.»

Papa Francisco, Homilía, 19 de enero de 2016

Del Evangelio nos presenta nuevamente la instigación de unos fariseos al Señor y sus discípulos a causa de la observancia del sábado. El mandato del Señor era de dedicarle a Él un día de la semana, haciéndolo através del descanso, en la epoca de Jesús esta ley se había explicitado en diversas situaciones que según algunos representaban un trabajo, una de esas era arrancar espigas.

Jesús queriendo darle al descanso sabatino les pone el ejemplo de lo que hizo el sacerdote Aminadab cuando David llego con algunos y estaban hambrientos, les dió a comer un pan que estaba reservado en el Templo para los sacerdotes, aplicando el principio que una Ley superior prevalece sobre una inferior. Lo que se buscaba era la preservación de la vida.

Lo mismo sucede en el caso del Evangelio, en los textos paralelos vemos que los discípulos tenían hambre, y por eso hicieron lo que hicieron, Jesús nos hace poner la mirada en el sentido original, si se dice que el sábado fue hecho para el hombre, es porque el descanso que se guarda recuerda con esta ley pretende mantener libre al hombre de un activismo excesivo, podriamos decir que el hombre no vive para trabajar sino que su vida tiene por fundamento a Dios, y por ello a Él ha dedicar un día con su descanso. Pero en este caso, los discípulos no arrancan espigas en un afán lucrativo desmedido sino simplemente para mitigar el hambre que sentían, era la vida la que se procuraba. Así Jesús nos recuerda que hemos de tener presente el Espíritu que inspira esta Ley, que por ej. Los cristianos observamos el domingo.

«Cuando el hombre se aleja de la barahúnda exterior, se recoge en el secreto de su corazón, cierra la puerta a la multitud de vanidades ruidosas, cuando se aparta de sus tesoros, cuando ya no queda en él nada agitado o desordenado, cuando sus afanes cesan, nada le constriñe, al contrario: cuando todo en el hombre es serenidad, armonía, paz, tranquilidad, y cuando todos sus pequeños pensamientos, palabras y acciones sonríen como se sonríe al padre de familia que está reunida en paz, entonces nace en su corazón, de repente, una maravillosa seguridad. De esta seguridad viene un gozo extraordinario, y de este gozo brota un canto de alegría que se convierte en alabanza de Dios tanto más ferviente cuanto más conciencia se tiene que todo bien nos viene dado de parte de Dios.

Esta es la gozosa celebración del sábado que viene precedida de los seis días en que se realizan las obras. Primero hay que sudar en el cumplimiento de nuestras tareas y obras buenas para luego poder reposar en la paz de nuestra conciencia. En este sábado el alma gusta «cuán bueno es Jesús» (cf. Sal 33).»

San Elredo de Rielvaux, Espejo de Caridad, 3, 4, 6

Pero la ocasión sirve al Señor para manifestarse como Dios, para revelarse ante ellos, pues se declara mayor al sábado, ¿y quien es mayor que la Ley sino Aquel que la ha dado? Es el Hiko del hombre que ha venido a dar el sentido pleno a la Ley.

Roguemos al Padre nos conceda la gracia de ver más allá de las apariencias, que con su Palabra purifique nuestra mirada, para poder ver con sus ojos a nuestros hermanos y los acontecimientos de nuestras vidas, y así forjar en nosotros los sentimientos del Corazón de de su Hijo amado.

Nota: La imagen es una miniatura del «Salterio y Horas de Beldford» del siglo XV que presenta a Samuel ungiendo a David.

Apéndice.

Sobre la libertad, tomado de un Carta de san Francisco de Sales (14 de octubre 1604).

«Os explicaré lo que es el espíritu de libertad. Todo hombre es libre respecto a actos que sean pecado mortal, sino apega a ellos su afecto: y esta es una libertad absolutamente necesaria para su salvación; pero no hablo de ella ahora. La libertad de la que yo hablo es la de los hijos amados. Y ¿cuál es? Es una liberación del corazón cristiano de todas las cosas, para poder seguir la voluntad de Dios reconocida. … Pedimos a Dios, ante todo, que su Nombre sea santificado, que venga su Reino, que se haga su voluntad en la tierra como en el cielo. Todo esto no es otra cosa sino libertad de espíritu porque, con tal que el nombre de Dios sea santificado, que su Majestad reine en nosotros, que se haga su voluntad, el espíritu ya no se preocupa de otra cosa.

El corazón que posee esta libertad, no pierde su alegría por ninguna privación, ni se entristece quien tiene su corazón desapegado de todo. No digo que a veces no sea así pero suele durarle poco.

Los efectos de esta libertad son: una gran suavidad de espíritu, gran dulzura y condescendencia a todo lo que no es pecado o peligro de pecado; es ese humor dulce y que se pliega a todo acto de virtud y caridad.

Por ejemplo, un alma aficionada con mucho apego a los ejercicios de meditación, si se la interrumpe, la veréis dejarlos apenada, con apresuramiento y asombro. La que tiene la verdadera libertad, saldrá con un rostro sereno y de buena gana irá donde quiera el importuno que la ha molestado, pues para ella es lo mismo servir a Dios meditando, que servirle soportando al prójimo; en uno u otro caso ve la voluntad de Dios, pero en este momento lo necesario es aguantar al prójimo.

La ocasión de ejercer esta libertad se encuentra en cada cosa que sucede contra nuestra inclinación, pues quien no está apegado a sus inclinaciones no se impacienta cuando se las contrarían.»