Miércoles – XVIII semana del Tiempo Ordinario – Año Par
Primera Lectura: Jr 31, 1-7. Con amor eterno te amé.
Salmo: Jr 31, 10-13. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño.
Evangelio: +Mt 15, 21-28. Mujer, qué grande es tu fe.
“Gritarán los centinelas: ¡Ya es de día! ¡Levántense y vayamos a Sión, hacia el Señor, nuestro Dios!” (Jr 31, 6)
La imagen de la luz del día ha sido frecuentemente utilizada por los maestros de vida espiritual como un ejemplo del itinerario de fe cristiana, pues el hombre que ha vivido un encuentro con Jesús, se ha encontrado con el sol que nace de lo alto, con aquel que es la Luz, cuya luminosidad disipa toda tiniebla.
Cuando caminamos en una vida sumida en el pecado o cuando atravezamos por momentos difíciles, como enfermedades, o quizás problemas tan humanos como los que surgen en el día a día de la convivencia humana, o quizás, cuando al buscar al Señor en la oración atravezamos por arideces y distracciones, es como si caminásemos en las oscuridad de la noche, es entonces cuando Jesucristo, por diversas vías busca iluminar nuestra vida, pero esta luz irradiará en nosotros en la medida en la que vayamos haciendo su voluntad, la voz de los centinelas que anuncian la llegada del día, resuena para nosotros a través de la Sagrada Escritura y en la boca de todos aquellos que anuncian la Buena Nueva, como lo hiciése un día santo Domingo, el fundador de la orden de los predicadores, cuya memoria celebramos hoy.
Sin embargo, en esta vida, que no es sino un continuo peregrinar hacia el cielo, nosotros caminamos como en la aurora del día que amanece, en la cual, Jesucristo, poco a poco va iluminando cada vez más todo lo que toca, hasta que un día lleguemos a vivir bajo su luz plena, cuando le contemplemos cara a cara en el cielo.
El Señor nos promete su luz pues el ha dicho también que nos ama con “amor eterno” (Jr 31, 3) y nosotros sabemos que el es fiel a sus promesas, esta fidelidad de su amor es lo que venimos llamando Misericordia, que san Juan Pablo II decía, es la potencia del amor de Dios que es más grande que el pecado y la infidelidad de su pueblo. (cf. Dives in Misericordia n.4)
Roguemos al Señor nos conceda la gracia de hacer experiencia de esa luz de su amor misericordioso, el cual brota de su Corazón bendito, y que va iluminando nuestras vidas como el sol conforme el día se levanta.
Nota: La imagen es una fotografía de la Abadía de Mont-Saint-Michel en Francia