Su palabra en nuestros corazones

Jueves – XVIII semana del tiempo ordinario – Año par

Jr 31, 31-34: Haré una nueva alianza y perdonaré vuestros pecados

Salmo 50: Oh Dios crean en mí un corazón puro

Mt 16, 13-23: Tú eres Pedro y te daré las llaves del reino de los cielos

La palabra alianza, designa una de las características de la relación entre Dios y los hombres, que en un pacto se comprometían a darse mutua fidelidad, en el Antiguo Testamento vemos como en diversas ocasiones el Señor se había acercado a los hombres para establecer con ellos este pacto, pensemos en Abraham, Moisés, David, y tantos otros.

La Antigua Alianza se caracterizaba dicen los estudiosos por tres cosas, primero, contaba con la fuerza de la tradición porque había sido establecida ‘con los padres”; segundo, era una muestra de la elección divina según las palabras del profeta cuando dice “el día en que los tomé de la mano para sacarlos de egipto” y una tercero, era una manfiestación del dominio de Dios sobre el pueblo que viene reflejado en las palabras “ellos rompieron mi alianza aunque yo fuera su Señor”.

Estas tres características son asumidas por la Nueva Alianza pero llevadas a su plenitud, pues también nosotros recibimos la fe de nuestros padres, ellos nos la transmiten de modo particular cuando nos traen a la aguas del bautismo; también nosotros somos elegidos por Dios, ninguno llega por accidente al conocimiento de Cristo, a san Pedro vimos hoy que Jesús le dice “eso no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre” y con nosotros también se establece un dominio, pero el dominio de los que no sólo se saben Pueblo sino que se saben hijos amados de Dios.

Asimismo la nueva Alianza podemos decir se caracteriza por tres cosas según estas palabras de Jeremías: es en primer lugar nueva, no porque nunca haya Dios establecido una alianza con los hombres, sino por su modo, pues la alianza sellada por Cristo en su sacrificio en cruz por nosotros, es una alianza definitiva, y ella se actualiza cada vez que celebramos la Eucaristía; en segundo lugar, es interior: pues está en “lo más profundo de la mente” y grabada en “el corazón”, es decir el cristiano no vive de un modo determinado y muchas veces en contracorriente con el mundo por una serie de normas externas, sino producto de su íntima relación con Dios, y de ahí deriva su tercera característica tiene su fundamento en el amor, puesto que Dios ha amado al hombre primero al perdonar sus pecados.

Por ello el Señor reprende a Pedro cuando reniega de los sufrimientos que habría de padecer, porque renegar la cruz es renegar del perdón, renegar del amor, renegar de la Nueva Alianza.

Roguemos al Señor nos conceda la gracia de vivir de cara a este pacto de amor que ha establecido con nosotros, asumiendo con amor la Cruz de Cristo en nuestra propia cruz personal, pues en la en ella es donde ha brillado para nosotros el Amor de Dios.

Imagen: vitral de la catedral de san Patricio en Carolina del Norte