¿También uds. quieren marcharse?

XXI Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B

  • Jos 24, 1-2a.15-17.18b. Serviremos al Señor, ¡porque él es nuestro Dios!
  • Sal 33. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
  • Ef 5, 21-32. Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
  • Jn 6, 60-69. ¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.

Concluímos hoy la lectura del capítulo 6 del Evangelio de Juan, luego de haber presenciado el milagro de la multiplicación de los panes para la multitud, luego que ésta lo había seguido para salirle al encuentro a la otra orilla del lago, luego de un largo y tendido discurso donde se autorrevela como el envíado del Padre, y luego de haber presentado al pan eucarístico como su Cuerpo y su Sangre verdaderos, presenciamos hoy la pregunta final.

Jesús ha obrado portentosamente y ha predicado con gran precisión, Él ha expuesto su doctrina en palabras y obras, y ahora pide una toma de posición. El encuentro con Cristo y su Palabra exige una respuesta. Creer y seguirle o rechazarle y dejarle. La respuesta de fe y el discipulado que ella conlleva es una respuesta radical, y Jesús no coacciona ni obliga a nadie, nuestra respuesta, habiendo visto sus prodigios y escuchado su voz que nos llega por boca de la Iglesia, ha de ser en total libertad pues, el seguimiento de Jesús, implica la total donación de nosotros mismos, así como hombre y mujer se entregan totalmente en el matrimonio, sin medias tintas, sin reservas.

Hoy en día es común escuchar opiniones por la calle, la Iglesia debería cambiar esto o aquello en su doctrina para acomodarse al mundo de hoy, la Iglesia debería hacer concesiones en lo que dice creer o en lo que pide practicar para tener más seguidores, la Iglesia tiene que acomodarse al siglo XXI, e incluso al interior de ella misma se escuchan voces que dicen, muchas veces por ignorancia  o por querer complacer a otros, “yo soy cristiano-católico, pero no estoy de acuerdo en ‘esto’ o ‘esto otro’ con la Iglesia”. Y vemos la fe de la Iglesia como una mera doctrina moralista que me dice que creer y que hacer, como una organización extraña a nosotros mismos que impone una norma a cumplir.

Perdemos de vista que la Iglesia somos todos los bautizados en Cristo, el Nuevo Pueblo que Dios se ha formado, que trasciende el tiempo, pues la integran desde los primeros que creyeron en el Señor hasta el último niño que ha sido bautizado hoy, que trasciende el espacio, pues se extiende a lo largo de todo el planeta; y no sólo eso, sino que incluye a los santos en el cielo y a las almas que se encuentran en su última purificación en el purgatorio antes de entrar en él.

La Iglesia continúa la misión salvadora de Cristo, en ella la humanidad, hombres y mujeres concretos, viven un encuentro con el Señor, por ella y ella, entramos en una nueva relación con Dios Uno y Trino, así la Iglesia, que somos todos, nos transmite la fe, pues ella va por el mundo y anuncia el Evangelio enseñando los hombres todo lo que Jesús dijo e hizo e incorporándolos a Él les transmite la a través de los sacramentos. A ella le fue dado el don del Espíritu Santo que le enseñaría y garantizaría como responder a las exigencias de los contextos temporales en los que se mueve sin por ello traicionar el mensaje del evangelio.

Y es que Jesús y la Iglesia, son uno sólo, san Agustín hablaba del “Cristo totus” (Cristo total) cabeza y miembros, es una unión sumamente profunda, y aunque ciertamente, el pecado existe (no podemos llamar al bien, mal, ni al mal, bien) y aunque muchas veces afecta a los miembros de este Cuerpo místico de Cristo, el Señor no los abandona y los continúa purificando y santificando hasta que se unan en plenitud.

Como cristianos, a lo largo de la historia, nos hemos encontrado con mil y un dificultades, y a veces podemos encontrarnos con situaciones que nos sacuden en la fe, pero ante todo esto, hemos siempre de recordar este pasaje del Evangelio, Jesús no obliga a nadie, quizás a veces el lenguaje nos parece duro, pero hay que preguntarnos es ¿duro el mensaje o duro el corazón que no quiere acogerlo? El evangelio nos muestra como algunos fariseos rechazaron el mensaje de Jesús, como lo hemos escuchado hoy, otras veces nos muestra como algunos le creyeron como Nicodemo y José de Arimatea.

¿Cómo vivo estas situaciones dificiles que se presentan? ¿busco las respuestas a mis preguntas en la fe de la Iglesia, o tengo siempre necesidad de grandes y elaborados razonamientos meramente humanos? recordemos que la fe no anula la razón, sino que extiende su mirada. Cuando tengo una pregunta ¿a quién se la hago? ¿a las personas en la Iglesia que quizás tienen una formación más profunda que la mía? O ¿a los enemigos de la Iglesia? O ¿a aquellos que están en la misma situación que yo? ¿Busco profundizar mi fe o simplemente satisfacer curiosidades o tranquilizar mi conciencia?

Ciertamente no todos tenemos todas las respuestas, hemos de ser humildes y reconocer esta realidad, y cada quien esta llamado a saber dar razón de su fe, desde su vocación, no es lo mismo lo que se le pide al profesor de teología que al catequista, no es lo mismo al religioso que a un padre de familia, no es lo mismo a un niño que a un adolescente o a un adulto. Pero más allá de eso, hemos de recordar que la fe, no viene por la mayor o menor comprensión que tenemos de algo, sino del reconocimiento que tenemos de la autoridad de Jesús, una autoridad que tiene como fundamento el amor y la verdad, yo creo en primer lugar no porque encuentre una lógica interna válida, sino porque ha sido Jesús quien lo ha dicho, porque ha sido mi madre la Iglesia quien me lo ha enseñado y yo creo que el Espíritu Santo la asiste, y sé que Dios no puede engañarse ni engañarme pues Él es la verdad misma.

Por ello es que decimos que la fe nace del encuentro con Cristo, esto es lo que supo reconocer Pedro “Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios”. Luego de este encuentro de amor con el Señor es que podremos buscar explicar o razonar sobre aquello que nos ha dicho o que hemos visto en Él no obstante nuestra limitación frente a los misterios de Dios, es lo que san Anselmo decía “creo para entender, y entiendo para creer mejor”

El discurso del pan de vida, la fe en la Eucaristía nos recuerda que el seguimiento de Cristo, hoy como siempre, puede hacerse como perseguidor para crucificarlo o como discípulo para compartir su destino, tal y como lo hicieran los apóstoles, y sabemos que “si con el morimos, viviremos con Él”.

Que el Señor nos conceda la gracia de saber seguirle no obstante las dificultades, grandes o pequeñas que encontramos en nuestro día a día, que seamos dóciles a su voz, para poder gozar de esa vida que sabe a eternidad y que sólo Él puede darnos.

Img: «La Misa de Bolsena» de Rafael